martes, 28 de junio de 2005

Para mí que...

No pretendo hablar del caso que pongo como ejemplo sino sólo a modo de lo que es, un ejemplo. Un señor (que no conozco y del cual no hago acusación ni defensa) presenta muchos estudios para discutir sobre un tema. ¿Para qué? Para que otros cien digan: "muy bien, pero para mí no es así".
¿Para mí? ¡Que insensatez! ¿Y qué puede suceder entonces? Los cien votan una cosa, el uno otra, y se hace lo que dicen esos cien (y aquel bien intencionado señor, que al parecer busca la verdad, se debe meter sus estudios en... la valija).
Sería uno de los famosos ejemplos de la tiranía de la democracia, de la democracia sin verdad o sin valores, del gobierno automático de las mayorías, de puro relativismo. Nadie discute si está bien o está mal tal cosa. Se hace lo que digan los más, aunque los más sean ignorantes. Como dice Fray Nelson: "existe la tentación pragmática" de no querer conocer el sentido de algunas cosas y dejarlas en manos del "conteo de votos de las mayorías".
Esta realidad está detrás de casi todas las discusiones de nuestra sociedad (y hay otras claves, como los valores absolutos, la creencia de que puedo hacer cualquier cosa conmigo mismo, etc.) Si eso no se pone en claro, nada se podrá avanzar, el dialogo no tendrá sentido. Estas cuestiones deberían aclararse antes de empezar a hablar de cualquier tema. Si no las sesiones de un congreso son: "para mí", "yo lo veo así", "no me quieras convencer", "votemos", "gané yo", "chau, hasta mañana".

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