sábado, 30 de julio de 2005

Historias "ocultas"

Hay veces en que no encontrás consuelo. Pensás en Dios y no entendés. Imaginaba las historias de hospital que contaban mi esposa y mi cuñado. ¿Qué sentido tienen esas vidas? No encontrás la respuesta que querés. Creés. Mirás la cruz.
Y también hay historias que hablan, como la que publicó La Nación. ¿Se imaginan un artículo de diario hablando de la voluntad de Dios? El título, por supuesto, fue adaptado; las verdaderas palabras quedaron un tanto ocultas. Se llama: "Amar la vida, más que nada".

"El lunes último hubiera cumplido 59 años. El mensaje de su vida, el libro "Se puede", que hace seis años escribió con la única parte de su cuerpo que podía mover -los dedos de su pie derecho-, será reeditado en agosto, cuando se cumplan dos meses de la muerte de Margarita Lalor Cavanagh, una de las damas más extraordinariamente valientes que tuve el goce de tratar. Bella y con un cautivante sentido del humor, la fresca juventud de Margarita sufrió un zarpazo brutal cuando supo, a los 22 años, que padecía una enfermedad cruel, progresiva y terminal: esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Se trata de una irreversible paralización del cuerpo que acaba en asfixia.
Hace seis años, cuando la conocí, me conmovieron su cultivado conocimiento, su curiosidad por el mundo, su amor por la vida, su sensibilidad al dolor del otro, su serenidad espiritual y, en tan aciagas circunstancias, su férrea vocación para ser feliz conservando el humor.
La reedición de su libro, escrito con un esfuerzo sobrehumano, sólo con un par de dedos de su pie derecho que articulaba en un teclado especial conectado a una computadora, ante la mirada silenciosa y admirada de su familia, es una excelente noticia para quienes lo han reclamado en librerías sin poder dar con un ejemplar, por haberse tratado de una edición pequeña que se agotó, apenas su caso fue difundido en la prensa nacional.
De nuestro primer encuentro, recuerdo sus ojos profundamente celestes y su sonrisa adolescente como rasgos salientes de una belleza con un aura singular. Y sus palabras, ante las cuales sólo cabía el silencio. Entre sus memorias más duras estuvo -me contó entonces- el instante en que escondida detrás de una puerta supo su sino: "Fue doloroso romper mi noviazgo. Estaba muy enamorada, pero no tenía derecho a atar a nadie a ese destino". Un instante después me dijo: "El mejor momento de mi vida fue comprender cuál era mi camino. Allí se acabaron mis luchas internas, mi rebeldía. Comencé a pensar en positivo. Uno puede ser feliz cuando siente que está cumpliendo la voluntad de Dios".
Me contó entonces su mejor sueño: "Escuchar al prójimo, porque ya nadie se escucha. Hoy la gente se saluda así: «¿Todo bien?». Y eso no es escuchar. Me doy cuenta de la falta que hace llenar el vacío que padece la gente".

Por Susana Reinoso en La Nación. Y qué querés que te diga... "Amar la vida" le queda corto. Amar la vida y la muerte, amar a Dios, serían títulos más verdaderos...

viernes, 29 de julio de 2005

Epílogo de la entrada anterior

Kant, el gran filósofo de la modernidad, confesó que el momento en que sentía suscitarse en él una objeción total a su teoría según la cual el hombre no puede, a partir de la realidad, remontarse a un Creador, era cuando salía de casa y, al levantar la cabeza, contemplaba el cielo estrellado. (Cf. I. Kant, Crítica de la razón práctica, Ed. Sígueme, Salamanca 1995, pág. 197.)
(De aquí)

jueves, 28 de julio de 2005

Diente de león

Entiendo que para un interlocutor sin fe, todas esas “pruebas” de que Dios existe basadas en la observación de la belleza de la creación no son pruebas científicamente hablando, sino poesía, engaño o buenas intenciones. Pero claro, no todo es ciencia, y eso es lo que hay que saber. Y si queremos ciencia, deberemos catalogar a las mencionadas “pruebas” de Dios al menos como elementos que contribuyen con las hipótesis racionales acerca de la existencia de Dios. Y ahí podemos seguir hablando, aunque no compartamos la fe. Lo que sí, luego quiero ver como convivimos con la pregunta: “¿y si Dios fuera cierto?”

Yo personalmente sugiero la confianza. Ahí es dónde ella se pone en juego. Es una gran capacidad humana. Siempre la confianza es en alguien. No puedo confiar en una hipótesis, necesito confiar en alguien como Jesús (hoy en sus testigos, personas que confiaron en alguien, que confió en otro alguien... que confió en Jesús).

“La confianza mata al hombre”, dice el dicho popular. Es llamativo pensar que en cierta forma el mensaje de Jesucristo no lo niega. Pues el amor es la entrega de la vida (incluso con la muerte) y la vida eterna sólo se consigue por el fin de la terrena. Pero hay una promesa: “felices los que crean sin haber visto”. Felices. ¿No es eso lo que más queremos?
Y para aquellos a quienes les interese eso de las “pruebas” de la existencia de Dios, el otro día descubrí una. Algunos la llaman “diente de león”, yo desde chico la llamé “panadero” (aunque no es el panadero que vuela por el aire, creo, porque a la que me refiero es una especie de flor que, cuando la soplo, se deshace). Me gustaría encontrar una foto de buena calidad para que vean lo sorprendente de su geometría. ¿Quién la ha creado? ¿Quién ha concebido, si tu quieres, la “evolución biológica” que hoy culmina en un bello diente de león?

miércoles, 27 de julio de 2005

Guardini y Merton

Les confieso que esta "relación" me sonó de lo más extraña al oírla, pero según dice el mismo artículo citado ayer:
Parece que Thomas Merton (1915-1968) comenzó a leer los libros de Guardini hacia la mitad de la década de 1950. (Es digno de notarse que Guardini mismo ya había descubierto los escritos del trapense.) [42] En su diario y en sus cartas, Merton escribió en términos encendidos sobre libros como The Lord's Prayer (1958) y Prayer in Practice (1963), llamando la atención especialmente hacia los pensamientos de Guardini sobre la divina providencia. [43] En 1959, en una carta al poeta Czeslaw Milosz, escribió "entre los católicos, Bouyer está escribiendo algunas cosas buenas, y también, por supuesto, están De Lubac, Danielou, etc. Y allí está también Guardini, que es espléndido". [44] En su libro Conjetures of a Guilty Bystander (1966), Merton atribuye a Guardini -probablemente refiriéndose a The End of the Modern World (1956)— la idea de que los cristianos han de trabajar como la levadura en medio de una sociedad secular, transformándola desde dentro. En palabras de Merton: "Guardini habla de la situación real de los cristianos en el mundo de hoy: llamados por algo que no existe todavía, llamados a ayudar para que exista por y a través del actual descoyuntamiento de la vida cristiana." [45] Y finalmente, un año antes de su muerte prematura, el monje estaba encantado con Pascal of Our Time (1966) de Guardini. En enero de 1967, estaba tan emocionado con este libro, que al leerlo tenía que caminar hacia delante y hacia atrás en su ermita. [46]
[42] En 1954, impresionado por The Sign of Jonah (1953), de Merton, Guardini revisó su visión anterior sobre el espíritu americano que había sido negativa; ver Wahrheit, 98. Guardini también tuvo la intuición de que Merton podría haber escrito "un libro verdaderamente grande para nuestro tiempo" si hubiera dejado de escribir por unos pocos años; ver Gremillion, "Interview with Romano Guardini", 194.
[43] Ver Thomas Merton, A Search for Solitude, ed. Lawrence S. Cunninghm ( San Francisco: HarperCollins, 1996), 246, 248.
[44] Thomas Merton, The Courage for Truth, ed. Christine M. Bochen (Newer Parrar, Straus, y Giroux, 1933), 56.
[45] Thomas Merton, Conjectures of a Guilty Bystander (Garden City: Doubleday, 1966), 284-85.
[46] Ver John Howard Griffin, Follow the Ecstasy (Fort Worth, Texas: JHG Editions, 1983), 135-36.

Laburando (triviales reflexiones)

He tenido un profesor de Antropología Filosófica muy particular. Muchas de sus palabras quedaron dando vuelta en mi mente (nos abría los ojos combatiendo frases de moda como: “mi derechos terminan donde empiezan los de los demás”, lo cual él retrucaba con: “mis derechos terminan donde empiezan mis deberes”). Esas y otras cosas quedaron en germen y años después, yo más interesado en ciertos temas (en la facultad yo andaba medio en babia todavía), las reveía con placer.

Una de las bolillas trataba sobre el trabajo humano, lo cual él consideraba redundante como definición, al decir que el hombre es el único que trabaja (esto hay que verlo a nivel profundo, no pensarlo en lenguaje vulgar). La verdad es que el tema, cuando se intrincaba mucho, no me atraía porque le perdía el hilo. Recuerdo sólo algunas cosas que sí me interesan. El nos decía que hoy día el hombre está separado del producto de su trabajo, enajenado creo que era la palabra. Ya el hombre (no en todos lados pero sí en muchos) no hace una mesa con sus manos y una herramienta, sino que es probable que trabaje en una fábrica de muebles, en dónde su rol sea el mantenimiento de la máquina que corta la madera (ejemplo a mi cargo). Y esta realidad actual no recuerdo que él la defina como intrínsecamente mala, pero la mera enunciación del problema da para pensar que en algo afectan al hombre dichos cambios en el trabajo.

¡Y nosotros imberbes estudiantes de “Ingeniería Industrial”! No es que sea un viejo ahora, ni mucho menos, soy todavía un ignorante, pero a la fecha ya diez años mayor, recibido de algo que cada día cuestiono más en sus fuentes: la industria.

El hombre es hombre y “se adapta”. Trabaja ahora en gran porcentaje en industrias, o en oficinas, que es lo mismo a estos efectos (sos parte de un proceso del que no intervenís ni en el principio ni en el final). No sé cuál es el precio de la adaptación, es lo que quiero averiguar.

La misma maldad del hombre existía antes de la Revolución Industrial, las mismas posibilidades de santidad quizás también. No sé bien porqué, pero no creo que la vida o el trabajo de hoy te haga más difícil ser santo. Si es más difícil ser santo es por falta de fe. Porque se podría hacer el siguiente razonamiento: si hay más dificultades o maldades o malas formas de vivir hoy, pues entonces más oportunidades de santidad.

¿Y no pueden afectar las malas condiciones de vida de manera de disminuir la fe? Eh... en cierto modo, la gran dificultad del creyente es ver el sufrimiento del inocente y seguir creyendo en Dios. En ese sentido, quién viera mucha miseria o viviera muchas penurias, incluyendo el trabajar de formas “malas”, podría resentirse en su fe. Pero la fe no es sólo influida (ni dada) por las condiciones de vida. Sería medio extraño llegar a una conclusión como: un trabajo industrial, en el cual el hombre no tiene una estrecha relación con el producto del mismo, debilita la fe.

También es cierto que hoy no es como hace unos cientos de años. A la gente se le comunica (aunque poco y quizás distorsionado), los resultados, los éxitos y los fracasos (a veces) de la compañía. Quien pone la parte A de la máquina B, se entera que un buen día esa máquina “sale al mercado”. Hasta se hacen presentaciones internas y reuniones.

¿Cuál es el efecto (malo, o también alguno bueno) de que el hombre hoy trabaje de una manera distinta? Para responder a eso quizás haya que considerar varios otros factores. No sólo la relación hombre-obra, sino también la cuestión de la "relación de dependencia" o el trabajo particular, por ejemplo. Luego otras cosas que quizás son inherentes a las anteriores: cantidad de horas trabajando, lugares de trabajo, relaciones personales... ¡puf, yo no sé nada de todo eso!

martes, 26 de julio de 2005

¿Guardini por Flannery O´Connor?

La obra de Guardini es muy amplia. Muchos la han leído y muchos han hablado de ella y su autor. Lo que traeré a continuación es curioso, porque vendría a ser un punto de vista opuesto al que tuvo Ratzinger en la entrada anterior (ver al final del texto). Y es a cargo de Flannery O’Connor (esto merece una aclaración: nunca antes he hablado de esta autora, tan exitosa entre mis conocidos “blogueros”, y que debería conocer más). Dice un artículo de autor que luego menciono:

La escritora Flannery O'Connor (1925-1964), aunque más joven que Thomas Merton [habló antes de Merton], parece haber leído antes que el trapense las obras de Guardini, y también con un ojo más crítico. [48] The Lord vino a dar a sus manos en 1954, poco después de su aparición en inglés, y a partir de este libro resolvió "leer todo lo que yo pueda de Romano Guardini". [49] En sus cartas, y en sus reseñas de libros en The Georgian Catholic, alabó The Lord, The Rosary of Our Lady (1955), Meditations Befare Mass (1955), Jesús Christ (1959), The Conversión of Augustine (1960), Freedom, Grace and Destiny (1961) y Prayer in Practice.
Apreciaba no sólo las ideas de Guardini sino también su falta de "afectación" —"el gran pecado de los católicos"— que ella encontraba en la mayor parte de los libros de los clérigos. [50] También apreciaba la claridad de su prosa, y especialmente "la total ausencia de los clichés de la mojigatería". [51] También le dio el crédito a las reflexiones de Guardini sobre el príncipe Mischkin de Dostoyevski, en El Idiota, al dar forma y figura al muchacho del maestro de la escuela en su libro The Violent Bear It Away (1960). [52] Pero no es de sorprender el hecho de que en sus cartas mencione más frecuentemente The Lord, del que dijo: "Según mi opinión no hay nada como este libro en ninguna parte; ciertamente, no lo hay en este país". [53]
Sin embargo, O'Connor no tuvo reparos en señalar las limitaciones que encontraba en los textos del teólogo alemán. En 1958, comentó que Guardini, en su eclesiología, tenía que ir más allá de su visión idealizada de la Iglesia e "incluir a la organización corrupta". [54]

Las referencias entre corchetes están abajo. Pero ver que la [54] falta (así falta en el artículo original). Lo literal de O’Connor parece ser “incluir a la organización corrupta”, no eso de “visión idealizada”, cuya expresión mucho no me gusta y parece del autor. Esto sucede en varias citas que hace el autor. El texto lo tomé de aquí: "clic". Analizar fuente, la desconozco (¿Krieg? Universidad de Notre Dame).

Creo que las ideas de (supuestamente) O’Connor y Ratzinger son complementarias. Quizás las ideas o pretensiones elevadas pueden pecar de no tener en cuenta la maldad o el error presente, pero aún así son importantes, ya que definen una intención, un camino a tomar, una pretensión a la que no se puede renunciar.

[48] Ver Rose Bowen, "Christology in the Works of Flannery O'Connor", Horizons 14 (1987): 7-23.
[49] Flannery O'Connor, The Habit of Being: Letters of Flannery O'Connor, ed. Sally Fitzgerald (New York: Parrar, Straus, and Giroux, 1979), 74.
[50] Ibid., 131,150.
[51] Flannery O'Connor, The Presence of Grace and Other Book Reviews, compilación de Leo J. Zuber, ed. Cárter W. Martin (Athens, Ga.: University of Georgia Press, 1983), 16.
[52] Ver O'Connor, The Habit of Being, 191. En el otoño de 1956 O'Connor leyó el escrito de Guardini "Dostoyevsky's Idiot: A Symbol of Christ" (1939), trad. Francis X. Quinn, Cross Currents 6 (1956): 359-82.[53] O'Connor, The Habit of Being, 99. 64 Md., 304.

Guardini por Ratzinger

Pregunta el periodista Peter Seewald, responde el cardenal Joseph Ratzinger (hace unos años, de acuerdo a lo volcado en el libro de Sudamericana: "Dios y el mundo").

P.S.: En cierta ocasión, Guardini describió el sentido de la Iglesia con las siguientes palabras: "Tiene que mostrar de manera terminante al ser humano las verdades últimas, la imágen definitiva de la perfección, las más profundas directrices de valoración, sin dejarse confundir por pasión alguna, ni por las oscilaciones de ánimo, ni por los ardides de la egolatría". Una elevada pretensión.

J.C.R.: Sí, pero acertada. Incluso aunque esté formulada aquí de manera tan imponente. A Guardini, que era un intelectual de gran talla, le gustaban las pretensiones elevadas, y eso también tiene su importancia. Nosotros no debemos ahogar la grandeza de la pretensión en fórmulas de compromiso, haciéndola desaparecer poco a poco. La Iglesia no puede proceder según el lema: ¿qué conseguiremos y qué no? No está ahí para hallar fórmulas de compromiso lo más soportables posible, sino para presentar la palabra y la voluntad de Dios en toda su grandeza, sin falsearlas, incluso en contra de sí misma y de sus propios heraldos.

Así que el tema les puede haber interesado, lamento no seguirlo, pero lo que a mí también me interesó (confieso) es cómo Ratzinger definió a Guardini. Esos deleites "farandulescos", ¿viste? Ver a dos "ídolos" juntos (¡que vulgar!), o cómo hablan uno del otro. ¿Qué, qué cuál te parece mucho mejor que el otro? Vamos, vamos, son dos "grosos", ni hablar...

domingo, 24 de julio de 2005

Algo de la celebración del domingo

Un sermón puede tener una conclusión práctica para la vida, una exégesis novedosa de un texto bíblico, pero también puede hacer que las palabras de Jesús lleguen a mi corazón. Como quien las grita fuerte y te despierta de la somnolencia. Y uno las entiende como ninguna "explicación" te las puede hacer entender. Uno las siente verdaderas y se siente conmovido. Uno se alegra por Dios, diría ¿san Francisco? (Este no fue el caso hoy, este "es un pensar").
Cuando no hay coro en la misa, hay que "levantarla a pulso" (la misa no debe ser "carnaval carioca"; "levantar" la misa es "levantarnos" cada uno de nosotros, es ser celebrantes más en serio). No hay coro. Ahí sí que hay que cantar si queremos hacer algo hermoso para Cristo (si es que algo podemos hacer para él). Las canciones de hoy día pueden ser pobres, pero a veces estamos tan empobrecidos que una palabra muy simple, que cantamos con ganas, puede ser una gran meditación, una gran oración, una riqueza decubierta otra vez. (O no).
Ahí estaba el tipo aquel que trabajaba cerca mío allá en Avellaneda. Más allá la señora esa que vive cerca. A ese señor lo conozco de... El sentido comunitario es poco. Ya lo sabe y dice bien Fray Nelson (empieza aquí, pero sigue en varios). De lo que dice, me llamó la atención lo de la necesidad de que el sacerdote sepa para quién es sacerdote. Era así que estaba decidido a saludar al párroco al salir. Para que me conozca un poco más, para que su comunidad tenga una cara más familiar para él, para que sea más comunidad. Pero "me sonó", hoy no salió a saludar. Será la próxima. No se va a salvar.

sábado, 23 de julio de 2005

Pensador japonés

En un periódico gratuito "orientado a la difusión y el desarrollo del psicoanálisis" leí la nota: "Heidegger y la Escuela de Kyoto", por Gabriel Sarando. Habla de las relaciones que hubo entre pensadores japoneses y Heidegger y es parte de una serie de artículos sobre el alemán.
Me interesó la sencilla historia y reflexión que trancribo:
"El producto más interesante de este diálogo entre culturas es la obra de Nishitani Keiji, otro discípulo de Nishida Kitaro que conoció a Heidegger en 1934, durante el célebre seminario sobre la obra de Nietzsche. Nis­hitani leyó "Asi habló Zaratustra" a los veinte años, los resultados de esta lectura fueron terribles, la angustia lo postró psicológicamente hasta que, desesperado, emprendió la meditación Zen sosteniendo el Koan Mu du­rante diez años. En sus propias palabras: "Advertimos a la religión como una necesidad o como algo imprescin­dible para la vida sólo en los momentos en los que todo pierde su nece­sidad y su utilidad".
Queda a consideración del lector (que tendrá cuidado ya que se trata de una frase tomada sin su contexto y traducida del japonés, quizás). Entiendo que lo que dice es que cuando todo pierde su necesidad y utilidad es que uno advierte. No que cuando todo pierde necesidad y utilidad la religión es necesidad. O sea, reformulado a mi manera de entenderlo: "la religión es una necesidad o algo imprescindible, y eso uno lo advierte cuando..."
Por otra parte, Mu es en japonés lo que en sánscrito es Sunyata, la noción budista de "vacuidad". Y les dejo otro fragmento con un cocktail de nombres explosivo:
"La elaboración de Nishitani se sitúa precisamenteante en este camino y constituye un intento de síntesis entre las aportaciones de Hegel, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger relacionadas con ciertos temas del Cris­tianismo eckartiano y del Budismo Zen. Para pensar esta inasible "Nada", Nishitani recurre al auxilio de la noción budista de 'Vacuidad" (...), de esta manera exorcisa la "nihilidad" transfor­mándola en un vacío viviente y luminoso que se asemeja a la divinidad de Eckart. En el lenguaje filosófico de Nishitani, "la vacuidad puede ser de­nominada el campo del hacer ser -Ichtung—, en contraposición a la nihi­lidad que es el campo de la anulación -Nichtung." Pero la vacuidad no es considerada aquí como un resultado, sino como una perspectiva y un método; ella supone una transformación del sujeto que Nishitanti -siguien­do a Tanabe Hajime-, describe como Metanoia. Por lo tanto, la "perspec­tiva de la vacuidad", no consiste en un terminus ad quem sino un terminus a quo, ella abre un camino, una vía para aprehender el mundo de la vida en su plenitud."
Nada ejemplar, por cierto. Lo traigo sólo para conocer más acerca del pensamiento del hombre. Una vacío viviente y luminoso no es mi Dios, pero supongo que es mejor que la nada; en esa clave me podría empezar a alegrar por los caminos del pensador japonés. Aunque alguien más leído conocerá, además de los rastros de verdad, los riesgos que pudieran tener esos pensamientos.

viernes, 22 de julio de 2005

De las verdades que conozco

Hay discusiones a nivel muy alto teológico o filosófico, a cuyos conceptos yo no puedo acceder (¡vaya novedad!). No sé si por capacidad, ¡a veces tengo confianza en mis capacidades! Creo que más bien por el tiempo disponible para poder estudiar todas esas cosas, y quizás por otras razones.

Por lo tanto "me las vería negras" para discutir con... yo qué sé... un teólogo protestante (no estoy a su altura; es sólo una forma de ejemplificar). De estar en esa situación, imprudente de mi parte y de parte del teólogo, es seguro que apelaría a las verdades que conozco, verdades que acepto ya sea por confianza en mis pastores, por entender convincentes sus enseñanzas, o por ver en la experiencia que son buenas. No podría seguir un camino racional para deducirlas (aunque mi razón las acepte sin problemas) sino adquiero más conocimientos y estudios.
Sí, ya sé, todos conocemos objeciones al protestantismo. Me parecen muy rotundas objeciones, veo las fallas que desenmascaran. Más aún, siempre dudo de que un representante de aquella religión pueda tener un argumento mejor en algún tema clave en disputa (perdón si es soberbia). Pero no estoy hablando del protestantismo. Así que quizás sea falta de fe, pero suelo decirme: es probable que alguna eminencia protestante tenga un argumento al cual yo no sepa "responder". Y no, 'perá, no es falta de fe. Espero que sea, mejor, falta de soberbia. Trato de ser sincero y preveer que (aunque yo creo que existen) hay posibilidad de que yo no tenga las respuestas a mano.

"¿Qué tanto puede importarte eso, si en la práctica compruebas que las enseñanzas de tus maestros son buenas, o al menos no contrarias a la razón, y tienes motivos para confiar en ellos?", me podrán decir. No sé. A veces uno, que es medio razonador, se tienta de querer conocer más teología o filosofía. "Pero para eso hay quienes estudian", me dirán. Es verdad, pero interesarse no es nada malo. Más aún, es un deber.

martes, 19 de julio de 2005

De cómo enfrentar nuestros males

Hay dos formas de pararse frente al desastre que estamos armando los hombres. Con o sin esperanza. El profeta es alguien esperanzado (ver lo que decía Ratzinger). Nosotros no somos profetas (aunque en cierta forma sí, y reyes y sacerdotes, pero no me refiero a eso, ver misma cita acerca de la prudencia para el actuar profético). Pero si el profeta, con lo que ve, es esperanzado, ¿no deberíamos serlo nosotros?

Hay mucho de personalidad, o carácter, o lo que sea. Hay quien ve en el esperanzado un “mal optimista” que no acepta la realidad, un tibio que no combate. Hay quien ve en quien tiene un buen grado de “pesimismo” a un exagerado, que hace de todo una tragedia. Cada uno sabe cual es la pierna con la que renguea. Tratemos de corregirnos a nosotros mismos y de entendernos con el que es distinto.

Muchas menos veces de las que pensamos estamos cargados de santa ira. Muchas más veces de las que pensamos somos unos tibios que damos asco.

*

Recuerdo a Juan Pablo II como un Papa que confiaba mucho en la posibilidad del hombre de llegar a la verdad. Evoco mi sorpresa ante tantas actitudes suyas. Mensajes de aliento a los políticos, a la ONU, a determinados profesionales, el recibimiento de representantes de actividades varias, etc. Todo eso junto con severas y críticas declaraciones. No vacilaba en hablar de los vicios de la política, del arte, de los medios de comunicación o de lo que sea, pero a la vez recibir a gente de esos medios y alentarlos en un camino recto.

sábado, 16 de julio de 2005

Sentires de un autor de bitácora en Internet

Por un momento tuve la sensación, aún sin estar escribiendo cosas del espíritu ni cosa elevada alguna, que era toda vanidad escribir algunas entradas que escribí. Hablar de ciertos temas así en público, siendo lo ignorante que soy...
Hoy retomé Las Moradas y me "culturicé" un poco con la introducción de "mercaba.org" que vincula Hernán. ¡Qué al dedillo me vino el siguiente párrafo! (Aún siendo que lo que yo sentí fue en menesteres tanto más bajos que aquellos de los que se encarga Santa Teresa).
"A cada nuevo paso, la sobrecoge un escalofrío de estupor: "Para comenzar a hablar de las cuartas moradas, bien he menester lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo y suplicarle de aquí adelante hable por mí..." (IV, 1,1). Nueva zozobra al iniciar las moradas quintas: "Creo fuera mejor no decir nada de las (moradas) que faltan...; no se ha de saber decir...; enviad, Señor mío, del cielo luz para que yo pueda..." (V, 1,1). Y antes de comenzar las sextas: "Si Su Majestad y el Espíritu Santo no menea la pluma, bien sé que será imposible... que acierte yo a declarar algo..." (V, 4,11). Por fin un estremecimiento al comenzar las séptimas: "¡Oh gran Dios!, parece que tiembla una criatura tan miserable como yo en tratar cosa tan ajena de lo que merezco entender... Será mejor acabar con pocas palabras esta morada...; háceme grandísima vergüenza...; es terrible cosa" (VII, 1,2)."

Regresos tarde

Las vueltas tarde tienen ese... qué sé yo, ¿viste? Las vueltas tarde en tren o las vueltas tarde en colectivo. ¿Por qué no las de subte? Y las vueltas tarde en auto también. Fue el otro día, parado en la vía, que vi pasar al tren nocturno y recordé las vueltas tarde.
Mis vueltas tarde más recordadas son las de la época de novios. En una parada que pasaba completamente desapercibida, solitario en la avenida angosta y asfaltada, de transito rápido pero ya a esa hora esporádico, recta hasta el horizonte que se desdibujaba en luces, yo aguardaba a que se dibujen las luces altas de un "60" que me llevara de vuelta a la ciudad.
Todas la vueltas tarde son recordadas por lo que se deja y por dónde se vuelve. Lo que se deja, que se deja un poco a la fuerza; hacia dónde uno va, que se ansía alcanzar para encontrar refugio en la noche.
Pero el viaje tarde de vuelta tiene su encanto, quizás no en el momento, quizás sólo en el recuerdo. Cuando ya no vivís en la ciudad, y volvés tarde del trabajo, o de una jornada que se prolongó mucho. Un tren vacío que va a los suburbios, que apenas si calienta al frío que traes de afuera (o te quita el poco aire que sopla cuando es verano).
Oportunidades en que uno lee un libro, o se queda rotundamente dormido. Y luego el tirón final, desde la parada hasta la casa. Últimos fríos, o cansados pasos arrastrando paraguas que no se usaron o pulóveres que sobraron.
El regreso tarde por la noche puede ser toda una analogía de la vida, pero eso que lo haga quien escriba bien...

viernes, 15 de julio de 2005

Nada irracional

(La advertencia ya la hice al final de la última entrada. Dios me libre de incoherencias).
Se me ocurren caminos racionales para explicarme muchas cosas. Y aunque nunca serán las explicaciones más completas, sirven para descubrir lo adecuadas a la razón que son muchas de las cuestiones doctrinarias de mi religión.
La religión no es sólo doctrina, y no es sólo razón. Además de lo que yo escriba, debemos saber que hay un aspecto más del tema (en los sacramentos, por ejemplo, está la gracia de Dios). Pero hoy me concentro en lo racional.
Si pensamos en el amor, necesitamos considerarlo como el don libre de uno mismo a otro, para su felicidad (y así la felicidad propia). Jesús propuso el amor y en su expresión más plena. Y eso es algo que cualquier persona podría aceptar sin negar su razón.
Si yo amo, hago don de mi mismo. Cuanto más entrega hay, más pleno es. Es por eso que "me doy a vos" es más amor que "te doy ciertas cosas". Y más pleno que "me doy por un tiempo a vos" es: "me entrego para siempre a vos".
Esta idea de amor, perfectamente entendible y racional, da mucho sustento a la concepción del matrimonio como algo irrevocable (para referirme a aquella cuestión surgida en la entrada en que hacía hablar a Julián Marías).
La conyugalidad se establece en el orden del ser --uno «es» esposo, como «es» padre, madre o hija-- pero al hacer de sí mismo un don en toda la dimensión masculina o femenina, se está comprometiendo el futuro: es decir, se hace entrega no sólo del instante, sino de toda la apertura de la biografía personal.

Lo último fue tomado de entrevista "
¿Quién ha inventado el matrimonio?", a Juan Ignacio Bañares Parera (Barcelona, 1952), sacerdote y doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra y licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona.
Haré un cierre con una pequeña reflexión directa (y sin intención de ofender a nadie). Nada me asegura que en algunos de los que vemos desde afuera como matrimonios estables no haya más costumbre o apariencia social que amor. Quizás dos que no logren seguir amándose lo hayan hecho aún más que aquellos primeros (quizás). Todo eso podría llegar a ser así, pero el matrimonio, con su irrevocabilidad, si la respetamos, es de una ayuda inmensa para seguir con el amor, para lograr felicidad, amor más pleno.
(Ojo que esto no pretende ser un juicio de nadie).

jueves, 14 de julio de 2005

El sentido religioso (III)

Así que la idea de Dios no es nada imposible de entender, ni de proponer entonces. El hombre descubre con sorpresa las cosas del mundo, ve que ya existían antes que él, que las puede tomar, conoce que hay un orden determinado y tiene otras experiencias que hacen que piense en la posibilidad de un Dios. Valga entonces este otro pensamiento, tomado de los apuntes de la UCALP, a ver que les parece.

No tiene ningún fundamento científico la teoría según la cual la religión, en la historia de la humanidad, ha nacido del miedo. No es el miedo el primer sentimiento que experimenta el hombre cuando toma conciencia de las cosas, o de la realidad.

El primer sentimiento es el atractivo, la fascinación. El miedo aparece en un segundo momento, cuando el hombre percibe el peligro de «perder» esa realidad que lo atrae tan poderosamente, de no poder disfrutar de ella, máxime cuando ciertos fenómenos, por ejemplo, de la naturaleza amenazan su vida.


Yo lo veo en los niños que recién nacen. A nada tienen miedo, todo les asombra y lo quieren agarrar. Luego, más tarde, van reconociendo algunos peligros y van tomando conciencia de la posibilidad de experimentar una pérdida.

Pero sigamos más adelante... (y ahora hablemos de mi fe, de mi religión).

Un buen día llegó Jesús. Y dijo ser el Hijo de Dios. Y dio respuestas a las preguntas. Explicó el más grande los mandamientos: el amor. Lo vivió. (Y murió. Y resucitó). Ahí es donde la fe “empieza a tallar”. Si creemos en Jesús (y en los que creyeron en él), y hacemos lo que él dice, tenemos una mayor felicidad.
Y el mismo Jesús creo a la Iglesia. Podríamos seguir adelante con la línea de reflexión que dio origen a estas últimas entradas, pensando en la racionalidad o razonabilidad de la Iglesia misma. Y de sus enseñanzas. (Por supuesto que lo mejor es que, si el tema les interesa, lean cosas buenas, no este blog).

miércoles, 13 de julio de 2005

El sentido religioso (II)

Sí, el libro estaba. "El sentido religioso", de Luigi Giussani. Algo de la introducción como para dar más fundamento a las afirmaciones de la entrada anterior:

"La mentalidad moderna reduce la razón a un conjunto de cate­gorías en las que se fuerza a entrar a la realidad: lo que no entra en estas categorías recibe el apelativo de irracional; y, en cambio, la razón es como una mirada abierta de par en par a la realidad, que bebe ávidamente de la realidad, que capta los nexos y las implicaciones, que discurre, corre dentro de la realidad, de una cosa a otra, conservándolas todas en la memoria, y tiende a abra­zar todo. El hombre afronta la realidad con la razón. La razón es lo que nos define como hombres. Por eso debemos tener la pasión de la razonabilidad (...)"

Estas aclaraciones sobre la naturaleza de la razón nos ayudan a entender más la racionalidad del sentido religioso. Yo pensaba hace unos días (
ver entrada):

"
El que nada tenga sentido es una creencia en principio tan válida como creer que sí hay un sentido religioso. Pensar que no hay sentido no es escapar de nada, no hay pruebas de que nada tiene sentido.
Nadie nos asegura que no haya sentido. En el peor de los casos, nada se nos dice.
"


Pero esas son libertades que me tomo. Mejor está en
los apuntes de la UCALP, que después de hablar de las exigencias del corazón, de la percepción de la realidad como don, como cosmos, y otras cosas, dice:

"(...) esa «cosa» única, excepcional, que yo soy me obliga, obliga mi razón a plantearse seriamente la «hipótesis», aunque sea, de Dios.

"Por supuesto, una hipótesis no es una certeza todavía. Pero esto de ninguna manera me autoriza a abandonarla. Más bien, me exige e impulsa a que la asuma y averigüe atentamente.

"Negar o eliminar la hipótesis de Dios, es ir en contra de la razón, obligarla a renegar de sí misma y a callar su exigencia de explicación total del hombre y el mundo.

"También, es ir en contra del corazón, obligarlo a callar sus inmensas exigencias de verdad, de amor, de justicia, de belleza, de felicidad. Y yo tendré que conformarme con verdades, amores, justicias, bellezas, felicidades parciales, o «lights», como quien dice. Es decir, tendré que obligar mi corazón a vivir en una insatisfacción y una frustración permanente.

"Finalmente, negar o eliminar la hipótesis de Dios como fuente última de lo humano, es ir en contra de la libertad, renunciar a ser personas libres. Si no reconozco mi dependencia de Dios, y si reniego de ella, o si no la quiero vivir, estoy abriendo de par en par mi vida al arbitrio de quien tiene el poder (...)"

martes, 12 de julio de 2005

El sentido religioso (I)

Leer a Luigi Giussani nuevamente me tienta. Bastó para ello que me llegara el e-mail de Ediciones Encuentro con un nuevo libro: "El sentido de Dios y el hombre moderno" (unión de "El sentido religioso" y "La conciencia religiosa en el hombre moderno").

Sin recordar si mi esposa tenía o no el libro, y buscando a ver si había algo de "El sentido religioso" en Internet, encontré
algo sencillo de la Universidad Católica de La Plata (ir también por aquí que hay otros documentos). Dice al principio:

"No es el cristianismo, en efecto, el que inventa e introduce en el mundo la idea de Dios, o del Misterio. Tampoco lo son las otras religiones, o la religión en general. Toda religión surge, más bien, como respuesta a un problema que es anterior a ella, un problema que el hombre se plantea por sí mismo al reflexionar sobre sí y sobre la realidad que lo rodea.
"Por consiguiente, es muy superficial la teoría según la cual la religiosidad del hombre sería típica y exclusiva de la etapa primitiva de la humanidad, o de la edad infantil del individuo; y según la cual nos encontraríamos entonces ante un fenómeno «pre-racional», o, directamente, «ir-racional».
"Ciertamente, en la etapa primitiva de la humanidad y en la edad infantil del individuo, la idea de Dios surge y se formula de manera ingenua, hasta mágica. Pero es, justamente, porque en ese momento la razón no se ha desarrollado todavía. Al crecer el hombre, y al enfrentarse con el misterio del mundo y de su propia existencia, es precisamente ella, la razón, la que plantea la hipótesis de Algo o Alguien que guarde en sí la explicación exhaustiva de ese misterio.
"Esto significa dos cosas. Primero que existe en el ser humano una tendencia y un impulso constante a plantear por sí mismo, desde sí mismo, desde su condición existencial, el problema de Dios, o de aquello que entendemos con la palabra «Dios».
"En segundo lugar, que esa tendencia y ese impulso -al que llamamos «sentido religioso»- es un asunto de la razón. Una razón, por supuesto, que se haya adecuadamente desarrollado. No es difícil, en efecto, observar que el sentido religioso decae o se corrompe precisamente cuando la razón es débil, o cuando no se la usa correctamente."

Que el sentido religioso es algo muy razonable es una idea muy importante de comentar hoy en día, que se separa fe de razón como opuestos e irreconciliables. En próximas entradas sufrirán quizás mis razonamientos al respecto, los cuales prometo poner junto a grandes pensamientos ajenos.

domingo, 10 de julio de 2005

Regalo de viaje

Así que mis tíos anduvieron por Köln (Colonia), en Alemania, y me trajeron esta postal con la imagen del relicario de los Reyes Magos que está en la catedral.

Una historia en este link.

sábado, 9 de julio de 2005

Unidad de los católicos

Este post es muy parecido a aquel otro.

He de procurar el desarrollo de algunas actitudes de unidad "intracatólica". Bien sabido es que adentro de la Iglesia hay que luchar para que las diferencias no generen división. Es el caso de las "disputas" entre distintas congregaciones (yo soy Agustino, yo soy Dominico, yo soy Franciscano, etc.), ya lo decía san Pablo antes de que esas congregaciones existieran -y ya dijeron muchas veces lo que decía san Pablo en 1 Corintios 1, 10-13. Es también el caso de distinciones más de hoy en día (digo yo), que a diferencia de las anteriores, no se plantean como una afirmación de lo propio si no una negación de lo ajeno: "es de la derecha católica", "es medio tercermundista", etc.

A veces nos enojan ciertas actitudes de grupos de la Iglesia. Y vemos eso como un pecado más grande que aquel que comete el de afuera de la Iglesia, que critica desde la honestidad de su verdad (en los casos en que así fuera). Y puede ser. Pero hay que estar atento a no caer en dos deformaciones.

Una, que la crítica al miembro de la Iglesia no genere la división (por eso hay quién, cuándo y cómo para criticar). Dos, que el amor por el que no es de la Iglesia no se transforme en una reivindicación del pecado, en un sentimentalismo morboso. Esto último lo desarrolla L. Castellani en "Las Parábolas de Jesucristo", 104-Los hijos diferentes:
"De verdad os digo que los publicanos y meretrices os preceden hacia el Reino de Dios; pues vino a vosotros Juan en el camino de la justicia, y no lo creísteis; mas los publícanos y las meretrices creyeron; y vosotros, ni siquiera después de verlos, os convertisteis a creer...
"Cristo no nombró justamente a las prostitutas y publicanos por sentimentalismo morboso; por el romanticismo, resentimiento y demagogia de hoy en día. No existía entonces, ni era propia de Cristo, la tendencia enfermiza actual, creada a mi parecer por los románticos franceses del XIX, a preferir la "traviata" a la mujer honrada (como Humas, Verdi; y también Tolstoy... y Dostoiewsky) o el ladrón y asesino al juez (como Víctor Hugo, Galsworthy y también más inocentemente O. Henry y Steinveck); es decir, a romper los cuadros sociales y los dictámenes de la moral común..."

jueves, 7 de julio de 2005

Pensamientos como van saliendo...

Llega despacio, medio rengo, zapatillas rotas, algo de olor. Deja su bolsas, una a una sobre el banco; son todas sus cosas. Mira atentamente al cura, se emociona cuando le dan la paz.

Así podría ser el espíritu de un cristiano al participar de la celebración, pero yo estaba hablando de un mendigo que estaba en misa el otro día.

Lo que ya vi dos veces en mendigos en misa es lo felices que se ponen cuando alguien los saluda en el momento de la paz. Es muy emocionante.

*

A veces pienso en eso que se dice de que a los pobres no hay que darles el pescado sino enseñarles a pescar y digo: le falta algo a esa idea. ¿De qué sirve enseñarle a pescar sino voy con él, sino le digo primero: "te enseño porque me preocupo por vos"? No es cuestión de pescados o cañas, es cuestión de que se den (pescados o quizás mejor cañas) pero con amor.

Mucha gente desvaloriza la caridad (de la Iglesia o de otras personas u organizaciones) porque dice que libera al estado de su responsabilidad de dar trabajo. ¡No es así! Con el pan que doy, estoy dando más que nada amor, eso el estado no lo puede dar; no es lo mismo mi mano extendida que una caja que llega en camión.

Es cuestión de dar el pescado, con amor, para que el otro se sienta querido. Sólo quien se siente querido podrá luego, si tiene la capacidad, aprender a pescar.

Es lo mismo que la cuestión de la igualdad de oportunidades. Esa meta (común a liberales o progresistas, dijo alguien) no es lo ideal. Lo mejor es el amor al otro, que supera a toda "justicia" humana. Luchar por la igualdad de oportunidades (conociendo la imposibilidad de lograrse totalmente) es bueno, pero nos puede hacer descuidar en nuestro llamado a ayudar directamente al que está mal. Porque claro, habiendo igualdad de oportunidades, el que está mal "es porque se lo buscó", se dice. Y chau, con esa idea ya no soy más responsable de mi prójimo.

¿No creemos que hay otras debilidades que igual tendrá el hombre aunque tuviera "igualdad de oportunidades" y que son debilidades que merecen compasión?

"Macho, ya tenés la caña y pique hay, ponete a pescar, si te morís de hambre es por tu culpa". ¡No! Hay una actitud mejor que esa. "¿Qué pasa? ¿Por qué no podés pescar. Ah, se te murió un hijo y estás mal, la pucha... ah, no me tenés confianza, no crees que hay pescados... bueno, no te calentés, che, tomá otro pescado".

"Sí, muy lindo, pero eso no se puede hacer en un país. Es el fomento de la vagancia". Y... es fácil hacerlo a un nivel interpersonal, en una pequeña comunidad tal vez. En una ciudad y a nivel organizacional puede deformarse en un "fomento de la vagancia". Pero ojo con despreciar la asistencia social, porque la igualdad de oportunidades total no existe (y es algo imposible decía Castellani en "Las Parábolas de Jesucristo", 104-Los hijos diferentes). La asistencia tendría la misión de dar sostén a una persona en las cosas básicas que necesita para luego poder poner a prueba su voluntad.

De todos modos, el rol lo tienen las personas, los particulares. El amor se transmite de persona a persona. Es ahí donde se regala el pescado, por amor y el amor se siente. Así el pobre estará, digamos, "emocionalmente" preparado para enfrentar las exigencias de una sociedad que, aunque cada tanto un pescado le dé, le exige saber pescar.

martes, 5 de julio de 2005

Creer (III)

Y con esto los dejo de molestar con el tema. Si es largo, disculpen, pero no tiene desperdicio.
"Cada uno, al creer, confía en los conocimientos adquiridos por otras personas. En ello se puede percibir una tensión significativa: por una parte el conocimiento a través de una creencia parece una forma imperfecta de conocimiento, que debe perfeccionarse progresivamente mediante la evidencia lograda personalmente; por otra, la creencia con frecuencia resulta más rica desde el punto de vista humano que la simple evidencia, porque incluye una relación interpersonal y pone en juego no sólo las posibilidades cognoscitivas, sino también la capacidad más radical de confiar en otras personas, entrando así en una relación más estable e íntima con ellas.
"Se ha de destacar que las verdades buscadas en esta relación interpersonal no pertenecen primariamente al orden fáctico o filosófico. Lo que se pretende, más que nada, es la verdad misma de la persona: lo que ella es y lo que manifiesta de su propio interior. En efecto, la perfección del hombre no está en la mera adquisición del conocimiento abstracto de la verdad, sino que consiste también en una relación viva de entrega y fidelidad hacia el otro. En esta fidelidad que sabe darse, el hombre encuentra plena certeza y seguridad. Al mismo tiempo, el conocimiento por creencia, que se funda sobre la confianza interpersonal, está en relación con la verdad: el hombre, creyendo, confía en la verdad que el otro le manifiesta.
Si os ha entusiasmado y andan con un minuto más:
"¡Cuántos ejemplos se podrían poner para ilustrar este dato! Pienso ante todo en el testimonio de los mártires. El mártir, en efecto, es el testigo más auténtico de la verdad sobre la existencia. Él sabe que ha hallado en el encuentro con Jesucristo la verdad sobre su vida y nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esta certeza. Ni el sufrimiento ni la muerte violenta lo harán apartar de la adhesión a la verdad que ha descubierto en su encuentro con Cristo. Por eso el testimonio de los mártires atrae, es aceptado, escuchado y seguido hasta en nuestros días. Ésta es la razón por la cual nos fiamos de su palabra: se percibe en ellos la evidencia de un amor que no tiene necesidad de largas argumentaciones para convencer, desde el momento en que habla a cada uno de lo que él ya percibe en su interior como verdadero y buscado desde tanto tiempo. En definitiva, el mártir suscita en nosotros una gran confianza, porque dice lo que nosotros ya sentimos y hace evidente lo que también quisiéramos tener la fuerza de expresar."
Encíclica "Fides et ratio", 32. Juan Pablo II.
No fui claro (y es que yo tampoco veía con claridad) en el post Creer (I). Tengo una especie de recuerdo levísimo de haber conocido algo de Newman (no de Paul, de Juan Enrique) acerca de costumbres, comportamientos o aspectos de nuestra naturaleza que, originarios de nuestra vida paradisíaca, podrían permanecer (aunque opacados) en el hombre. Y sucede con cosas que hoy son mandamientos al hombre. Y si son mandamientos es porque muchas veces no los cumplimos naturalmente sino que debemos “esforzarnos” por ello. Por ejemplo: como si les dijera que hay un ¿instinto natural? en el hombre a formar un matrimonio monogámico y fiel hasta la muerte. Eso que hoy es una enseñanza para nuestra felicidad, puede haber sido en algún momento algo tan natural que no presentaba inconvenientes (por supuesto, ese momento es antes del pecado original). Y es posible que hoy haya cierta presencia de ese "instinto".

lunes, 4 de julio de 2005

Creer (II)

Así que para lo del instinto de credulidad contraté a un experto: Juan Pablo II. Me tiró "un par de datos":

"El hombre no ha sido creado para vivir solo. Nace y crece en una familia para insertarse más tarde con su trabajo en la sociedad. Desde el nacimiento, pues, está inmerso en varias tradiciones, de las cuales recibe no sólo el lenguaje y la formación cultural, sino también muchas verdades en las que, casi instintivamente, cree. De todos modos el crecimiento y la maduración personal implican que estas mismas verdades puedan ser puestas en duda y discutidas por medio de la peculiar actividad crítica del pensamiento. Esto no quita que, tras este paso, las mismas verdades sean « recuperadas » sobre la base de la experiencia llevada que se ha tenido o en virtud de un razonamiento sucesivo. A pesar de ello, en la vida de un hombre las verdades simplemente creídas son mucho más numerosas que las adquiridas mediante la constatación personal. En efecto, ¿quién sería capaz de discutir críticamente los innumerables resultados de las ciencias sobre las que se basa la vida moderna? ¿quién podría controlar por su cuenta el flujo de informaciones que día a día se reciben de todas las partes del mundo y que se aceptan en línea de máxima como verdaderas? Finalmente, ¿quién podría reconstruir los procesos de experiencia y de pensamiento por los cuales se han acumulado los tesoros de la sabiduría y de religiosidad de la humanidad? El hombre, ser que busca la verdad, es pues también aquél que vive de creencias."

Encíclica "Fides et ratio", 31. Juan Pablo II.

domingo, 3 de julio de 2005

Creer (I)

"El inspector jefe Heat sacó de pronto un periódico color rosa que había comprado hacía menos de media hora. Se interesaba por las carreras. Obligado profesionalmente a una actitud de duda y de sospecha hacia sus conciudadanos, el inspector jefe Heat desahogaba el instinto de credulidad implantado en el corazón humano depositando una fe sin límite en los profetas deportivos de determinada publicación vespertina."
De Joseph Conrad en "El agente secreto", capítulo 9.
"Instinto de credulidad". Interesante forma de decirlo. Me hace acordar a un tema que tengo pendiente. ¿Cómo enunciarlo? A ver... perdimos la inocencia y la felicidad, tenemos tendencias al mal. Pero es posible que haya también en nosotros, junto con las malas inclinaciones, vestigios del inmaculado estado original.
Creo que J. H. Newman escribió algo de esto último. Y Juan Pablo II basa muchos de sus estudios teológicos en este estadio original del hombre, estado ideal. Pero lamentablemente este post termina aquí. Y el texto de Conrad se encadenará con otros, la cuestión tomará otro rumbo...

viernes, 1 de julio de 2005

Sección infantil

Según María Elena Walsh (y que me perdonen los ingleses), "los ingleses son personas muy serias pero muy aficio­nadas a decir disparates. En inglés se ha escrito una gran poesía, y al pie de ella, como los yuyos junto a los árboles, florecen unas curiosas historietas en verso que se llaman limericks (...)
"Nadie sabe bien quién inventó el limerick. (...) estos cuentitos que se componen (...) de dos versos largos, dos cortos y otro largo. En general cuentan soberanas tonterías, cosas requetesabidas o descomunales mentiras (...)
"Los chicos y la gente sencilla se divierten mucho con estos juguetes hechos de palabras, por eso se me ocurrió intentar hacer algunos limericks en castellano (...)"
Así arranca el libro Zoo Loco, compendio de ese tipo de poemitas medio en broma que, Walsh no aclara, tienen rima del tipo "aabba" (según dicen en "Loonylimericks"). Los de ella son de animales y a mí el que más me gusta de todos es este:
Una vez, por las calles de Caracas
aparecieron veinticinco Vacas.
Como era Carnaval,
nadie veía mal
que bailaran tocando las maracas.

Aunque no están mal este:
Si en el mar causa pésima impresión
encontrarse de pronto un Tiburón,
muchísimo más feo
es verlo de paseo
un día, por la plaza de Morón.
Ni este:
Un Gallo a una Gallina preguntó:
-¿Cocorocó? ¿Cocorocó cocó?
La Gallina, indecisa,
primero le dio risa,
pero después le contestó que no.