domingo, 24 de octubre de 2010

Romanticismo con experiencia

Le hice notar a ella que faltaban sólo unos pocos días para nuestro octavo aniversario de casados. La felicité por el aguante. “No es así”, me dijo (o algo parecido, como para dispensarme). Y algunos segundos después agregó: “Vos tenés tus mañas y yo las mías, y son compatibles”. A una pareja de novios podrá no parecerle algo muy lindo. En cambio a mí me pareció de lo más romántico.

viernes, 22 de octubre de 2010

Milagro, ciencia y el bebé que se salvó por amor

Sucede un hecho curioso. La ciencia fue encontrando explicaciones (explicaciones científicas, por supuesto) para cosas que antes la gente solía llamar milagro. Pero el hombre sencillo, al ver que el hombre explica y domina el mundo con la ciencia, cree por momentos que dicha ciencia (o inclusive él mismo) tiene todo explicado. Como eso no es así, cuando algo se escapa a las explicaciones conocidas, esa gente dice: ¡Milagro! La cuestión es que, gracias a la pretensión de la ciencia, que va matando milagros, surgen nuevos milagros.

Quizás sea porque los sucesos de esta vida (y hasta los más ordinarios, como decía Chesterton) siguen siendo milagros. O misterios. Y frente a eso las explicaciones científicas no son más que peticiones de principio (son la descripción de una causa anterior, que nunca es la primera, y por eso no completa una explicación).

Si vamos al caso particular del bebé prematuro que había muerto médicamente y recuperó los signos vitales (ver aquí), el punto es otro.

Lo llamativo del caso no es que la ciencia no sepa o no haya previsto que eso podía hacerse. Lo que cuesta es entender por qué nos empeñamos en resolver ciertas cuestiones sólo con la ciencia, con lo trabajoso que es. La madre sabía que había que abrazar al bebé, aunque no lo decía en ningún manual. Otro de los tantos casos en que el hombre ya sabía hace mucho tiempo lo que la ciencia hoy confirma. ¡Tonto mundo en qué vivimos, en que hay que esperar a la ciencia para aprobar o regular nuestros actos!

Y encima se observa, entre líneas, lo cerrado o estructurado que puede ser el pensamiento si se queda en lo analítico de la ciencia. Se habla del contacto de la piel, y hasta se lo empieza a recomendar. Y está bien. ¡Pero qué piel ni piel! Se trata del contacto personal, de persona a persona, persona que es una unidad. Piel, latido de corazón, palabras de amor, amor. El amor es el que salva. ¿Cuándo va a catalogar la ciencia eso para que podamos empezar a usarlo?

(Parece que algo de esperanza puede haber. Milagrosamente, unas horas después de escribir este texto, encuentro este otro artículo).

lunes, 18 de octubre de 2010

Aislamiento e "inseguridad original"

Por paradójico que parezca, en una ciudad como esta, en donde hay tanta gente (que va junta, que se choca y que se evita también), uno puede vivir más aislado que nunca.

Y ese aislamiento tiene consecuencias. Una de ellas es que, con el pasar del tiempo, la gente vive como si tuviera una especie de “derecho a que su vida no sea afectada por la vida de las demás”.

Eso se ve por ejemplo en los reclamos por “falta de seguridad”, ese extraño término con el que designamos las fallas en funcionamiento de los medios por los cuales tratamos de evitar que el mal que hace uno perjudique a otro (o a sí mismo, pero eso está casi en desuso).

En algunos reclamos por seguridad parece que se entendiera a dicha seguridad como un estado normal, natural, original, al cual hay que regresar. Se pierde de vista una realidad anterior: la condición del hombre no es la seguridad, sino la inseguridad (salvo que hagamos teología).

El hombre puede establecer y tratar de mantener un orden en el que se proteja a cada uno del mal que puede infringirle el otro, pero no puede evitar que ese mal exista. Es preciso tener en cuenta que la seguridad, que le decimos, es algo arduo. Y que se basa en el control de una realidad que es inevitable.

Lo frecuente (aunque malo) es que la gente haga el mal. Y también lo frecuente (pero no necesariamente malo) es que lo que hace una persona afecte a otra.

No digo nada nuevo si lo digo, pero a veces pareciera que no nos vendría mejor recibir un pequeño mal de parte de un tercero, que vivir como si el otro no existiera. No por el mal en sí, vamos, pero sí para practicar cosas más loables como el amor. Sufrir un poco de inseguridad, para curarnos del aislamiento.

martes, 12 de octubre de 2010

12 de octubre

Tres días sin ver monitor. Eso fue realmente muy lindo. Y hasta parece nuevo el teclado... qwertyuiop.

Iba a meterme con lo del feriado de hoy (¿o ayer?), pero no tengo muchas ganas. Pensé, eso sí, que quieren llamarlo con un nuevo nombre, para recordarlo mejor y reflexionar. Pero que a la vez corren la fecha, para hacer un fin de semana “largo” y fomentar el turismo. Cosa que, por el contrario, no creo que fomente mucho la reflexión. ¿No piensan que en cambio un lunes hábil y un martes feriado serían más “molestos” para cualquier afán desmedido, tanto de trabajo como de descanso, de manera que habría un aliciente más efectivo para la reflexión?

Pero esto no es un blog de actualidad. Más me gustaría que fuera de eternidad. Así que mejor recordar que hoy es la fiesta de Nuestra Señora del Pilar. Y pensar que Nuestra Señora es la que puede unir en Dios a todos los hombres. Porque a nuestra Virgen no la trajo aquí gente que vino de afuera, sino que más verdadero sería decir que fue ella la que vino a conocer a los que aquí estaban, para unirlos con los que de allá venían.

viernes, 1 de octubre de 2010

Una especie de moderno politeísmo

Tenemos los mapas, donde está dibujado todo el mundo. Podemos ir de aquí para allá cada vez más rápido. Y la tecnología hace que las noticias den la vuelta al mundo en segundos. Todo esto nos hace actuar como si el mundo fuera pequeño. Y entonces pensamos que podríamos llenar el planeta de nuestra basura, o que nuestras ciudades pueden calentar el planeta de un día para el otro, o que el aumento de población no dispone de lugar o alimento suficiente.

Me da la impresión de que todo eso es una gran falsedad, o por lo menos una gran exageración. Es como si hubiéramos creado nuevos dioses. Nos empezamos a olvidar del por qué la existencia, del para qué, del origen, del sentido, y empezamos con una mitología moderna, que oculta verdades casi insoportables (pero las que valen) tras un cúmulo de amenas historias pseudo fantásticas. Con ellas podemos organizar nuestra vida, pagar tributo a ciertos dioses, y seguir felices y contentos. Es más, con estos dioses no hay conflictos religiosos, a todos les caen bien.

Si no cambias el cuerito, el dios del agua te castigará, por perder miles de litros por año. Si no escribes de los dos lados del papel, la diosa de los bosques tropicales te lo reclamará al fin de tus días. Etcétera. (¿Quién dice que ahora “somos más libres” ya que prescindimos de la religión para nuestros asuntos diarios?)

La desazón es más grande cuando uno piensa que nosotros mismos nos metimos en esto. Hoy en día tenemos que cuidar el agua, porque cuesta mucho potabilizarla. ¿Y se supone que hemos progresado como civilización cuando ya no bebemos de los ríos ni nos bañamos en ellos? ¿No era más fácil antes? Pensamos si la producción de alimentos alcanzará y no recordamos que nadie nos obligó a “producir alimentos”, ya que se encuentran en la naturaleza sin necesidad a veces ni de buscarlos. Y tengo que hacer ejercicio, porque llevo una vida muy sedentaria. ¿Y se supone que hemos progresado cuando no hacemos más trabajos físicos? (Porque los que hacemos pueden ser mentales, pero poco espirituales). ¿No era más fácil “trabajar y descansar” que “trabajar, hacer ejercicio y descansar”?

Pero no se puede volver atrás, lo admito. Y por supuesto que cuidaré los “recursos” (como le dicen ahora). Sólo estaba reflexionando acerca del lugar que eso ocupa en nuestras vidas…