miércoles, 16 de febrero de 2005

Más pensamientos sobre fe y razón

Hay dos formas de entender eso de que la fe tropieza con la razón (que no es así).
Porque una cosa es que la razón parta para su trabajo de verdades de fe. Y otra que esas verdades no sean razonables (que no es así).
La fe no se opone a la razón. Unamuno en "Del sentimiento trágico..." no decía fe, pero si mi memoria no me falla hablaba de vida. Y me da la sensación de que él buscaba que la razón lo haga todo, incluso determinar el punto de partida de su propio ejercicio. Y si no lo hacía, pues fallaba. Como las verdades de las que partían grandes pensadores eran, digamos, "reveladas", entonces no eran de razón.
Pero no es así. Esas "premisas" no eran "creaciones" de la razón, pero no eran opuestas a ella, eran perfectamente entendibles. Y aceptables. Es posible que pueda oponerse la razón al sentimiento (no estoy pensando en eso), pero el hecho de que la razón no pueda fijarse su propio punto de partida (cosa cierta) no define que fe y razón sean incompatibles. Todo lo contrario.
La fe nos da un punto de partida. Creo en los testigos de Jesús que me transmitieron su Palabra. Y cuando me pongo a razonar (a partir de ello) encuentro todo eso y más como cosas perfectamente razonables, aunque a veces no pueda verlo de entrada (y ahí juega otra vez la fe para probar y ver, ir y ver, y así comprobar).
O sea, no hay verdades de fe que se opongan a la razón, verdades de fe que la razón encuentre "antirracionales". Es cuestión de aceptarlas. Lo que sí hay es una fe que le da el punto de partida (y luego un salto) a la razón, esas cosas que esta última no puede hacer.

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