Ningún luchador es tan divino como aquél que puede aprestarse a vencer mediante la derrota. En el momento en que recibe la herida mortal, su adversario cae definitivamente herido a tierra. Pues él ataca al amor y resulta afectado por el amor. Y mientras el amor se deja atacar, demuestra lo que había que demostrar: que precisamente es el amor.
"El corazón del mundo", El reino, I. Hans Urs von Balthasar.
Lindísima paradoja.
ResponderBorrarHay que agregarla a las que recoge Finitud, de Castellani.
Saludos.
Premisa que desemboca en el amor, el móvil principal de esa derrota temporal, del sacrificio.
ResponderBorrarSaludos Juan