Advertencia inicial: es largo.
Dios hizo la lluvia. Pero el hombre se supo poner bajo techo cuando no quería mojarse. Tenemos la posibilidad (prevista por Dios) de contraer alguna enfermedad, pero también la oportunidad de descubrir y usar cosas que nos curan. Esa "lógica" es correcta. Hay algo que es lo que Dios quiso, y es bueno. Y está la intervención del hombre con su razón para regular sobre dicho evento, que también es buena.
Pero hay que tener cuidado con esta lógica. Alguno ha dicho: “sí, está bien, Dios nos hizo tales que cuando nos unimos sexualmente, procreamos. Pero el hombre puede y es justo que lo haga, modificar su comportamiento de manera tal que a una unión no se suceda la procreación”. ¡Hmm! No es tan así. Hay que agregar otras consideraciones. Hay algo de verdad en la expresión, pero no toda. No alcanza, para analizar esta realidad de la procreación, con la lógica que antes conocíamos. (Así como las leyes de Newton explican los sucesos físicos en un contexto, pero no son absolutas ya que pueden no explicárnoslo en determinadas condiciones, cosa que Einstein vino a descubrir). Veamos.
El hombre conoció cada vez más. Y con el tiempo conoció mucho. Y sabe mucho más acerca de los sabios mecanismos biológicos que dan origen a una nueva vida. Claro, llega a saber esto en un momento en que la ciencia ya se ha alejado de la filosofía, de la metafísica, de la religión. Y con un razonamiento como el que vimos al principio no le alcanza para entender estas nuevas cosas que “conoce”.
Es justo que el hombre regule los nacimientos si ello fuera necesario por validas razones (¿ya empiezo a citar la Humanae Vitae?). Pero hay algo que agregar, algo más que poner en juego. La vida no es propiedad del hombre. El hombre no puede jugar tanto con la vida por venir. ¿Por qué? Porque no es de él. ¿Qué es lo que (quién es el que) hace que un niño de determinada edad no sea propiedad de sus padres si no el mismo hecho de que nunca lo fue?
Las vidas que traemos al mundo no son nuestras (aunque nos estén encargadas). Si no podemos traer personas al mundo, no lo hagamos. Pero no disociemos el significado de la unión sexual. Una cosa es hacer un techo para no mojarse, tomar un remedio para no enfermarse, pero otra muy distinta es poner trabas a la procreación en la unión sexual. Porque la unión con procreación es algo que Dios creo así. Y está tan unido al misterio de una vida nueva, que modificarlo es meterse con cuestiones de la cuáles “nada” sabemos.
Poner trabas en la unión sexual es meterse con algo mucho más sagrado y menos nuestro que la búsqueda del confort o de la salud. Es meterse con el origen de la vida. Y de vidas que no son nuestras. Nosotros somos instrumentos para que Dios traiga al mundo más hombres, entonces, ¡alto! Nuevamente un misterio que debo aceptar, el cual me llama a frenar. Ajustar al propio antojo la unión sexual es meterse muy de cerca con la voluntad divina de creación de la vida.
Claro, recordemos también la necesaria intervención de la razón y voluntad humanas. Hay veces en que sería un total despropósito traer alguien al mundo y entonces no es bueno que haya procreación. Ahora sí, entonces, el camino a elegir está entre otras alternativas. Abstención es una idea clara. Ciclos naturales es otra. Muy distinta esta última de los métodos artificiales, como bien lo explica Pablo VI en "Humanae Vitae".
"La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los periodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo impiden el desarrollo de los procesos naturales. Es verdad que tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo en la voluntad positiva de evitar la prole por razones plausibles, buscando la seguridad de que no se seguirá; pero es igualmente verdad que solamente en el primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los periodos fecundos cuando por justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso después en los periodos agenésicos para manifestarse el afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así ellos dan prueba de amor verdadero e integralmente honesto."
¡Alerta con eso que dije de “hay veces en que sería un total despropósito traer alguien al mundo”! Estamos hablando del estadio previo a la unión sexual, estamos parados antes de la decisión de tener una relación. No confundir con el tema tal como la sociedad moderna lo plantea. No es irresponsable traer al mundo a un chico deficiente en salud ya concebido. Sí puede ser irresponsable buscar una unión evitando la concepción.
Posdata: entiendo que no hay un "listado" de "motivos justos" que hacen que el hombre esté justificado para intervenir en el acto sexual (intervenir “no haciendo” más que “truncando”) y regular los nacimientos. Son infinitas las cuestiones involucradas y en base a la intención que tenemos que perseguir (acerca de lo cual nos enseña el magisterio) nosotros podemos actuar libremente.
Larga posdata bis: resulta difícil entender porqué el hombre no debe intervenir tanto en la unión-procreación. Resulta difícil comprender porqué es malo (con las excepciones previstas) separar la unión de la procreación. Pero se puede profundizar y tener más evidencias.
Se me ocurre que cuando la unión física se separa de la procreación se corre el riesgo de hacer a la relación más egoísta. Se arriesga uno a hacer del encuentro una mera búsqueda del placer. Creo que Dios es sabio y nos dio lo gozoso de la unión física para que procreemos, no nos dio el placer de la unión como algo aparte, utilizable por sí solo. Veo que cuando nos dedicamos a la unión sexual sólo por lo gozoso de la misma es más probable que el acto sea menos amoroso y más egoísta. Pero nuevamente cuidado con esto que dije. Es sólo una posibilidad.
No olvidemos la unión (no ya física, sino espiritual) y la manifestación del afecto. Una unión sin procreación no es necesariamente algo egoísta. Si hay una búsqueda principal de la satisfacción del otro, por ejemplo, hay amor. Si el placer no se obtiene dado por el otro sino que se busca para uno mismo, pues ahí puede haber más egoísmo que amor.
¿Qué tal si entonces, manteniéndonos en esta práctica de “buscar el placer del otro”, evitáramos la procreación en las uniones? ¿Sería moralmente viable? Volvemos al principio. Si no hay justas razones para ello, estamos alterando el plan de Dios. Dios lo diseñó así, hizo que cuando nos unamos surja una nueva vida. Como tantas otras cosas que planeó así. Pero repito, no es lo mismo evitar la enfermedad que evitar la procreación, como veremos luego con la explicación basada en las consecuencias.
Hay que profundizar espiritualmente mucho este tema, con oración. Creo que es tan fuerte la concepción del hombre como dueño y árbitro de todo el obrar, que suena difícil entender porqué no podemos intervenir tanto.
Para ir terminando, y como una nueva explicación de porqué no separar unión de procreación, están las consecuencias malas de haberlo ya hecho. O sea, “miren que pasa si no lo hacen bien”.
Esta es la prueba más fuerte de la vanidad de la pretensión de la autosuficiencia humana. La anticoncepción, como obra humana, no es perfecta. Por lo tanto, puede fallar. Y si no estamos listos para traer una vida al mundo, para ser instrumentos amorosos de Dios, ¿por qué buscar la unión y evitar la concepción? ¿No vemos que podemos fallar? ¿No vemos que puede haber un error (un instrumento fallado, un producto que no cumple su función)?
Por más leve que estadísticamente sea la posibilidad de fallo, un fallo es (o puede ser) una vida no deseada. Y una vida no deseada que viene al mundo es tal suceso que requerirá luego mucho trabajo para remediarse, mucho amor, mucha dedicación. Sin duda que este amor y esta dedicación remediarán nuestro “error” anterior, pero no busquemos el error porque sí.
Una persona tiene un valor incalculable, en este punto las estadísticas no hacen mella. No se puede decir que algo es efectivo porque tiene un 0,1% de fallos, ni un 0,01%, ni un uno por millón. Ese uno en un millón es una persona. Persona a la cual se dio vida y tiene un valor inigualable. El obrar humano es susceptible de error y el error en esta materia tan grave debe ser incentivo suficiente (por sano temor) para que seamos en extremo cuidadosos.
Mal dicen: “aborto no, por eso: anticonceptivos”. ¡No! Mejor digamos: “anticonceptivos no, porque anticonceptivo significa no estar listo para traer una vida al mundo”. Y la vida puede siempre venir, al menos por lo defectuoso de esta “habilidad” humana de detenerla.
Se me ocurre una distinción más. Yo dije “estar listos para traer una vida al mundo”. Y... ¿quién está listo plenamente para dar vida, para ser instrumento de Dios? Quizás alguien que utiliza un método anticonceptivo que le falla está más listo luego para amar a un hijo que alguien que obró “naturalmente”. Pero es cierto que quien se une sin evitar la procreación se está preparando al respecto. Se está educando en algo más. Una de las condiciones para ser un padre amoroso es saber que la vida del hijo no es nuestra.
Casi seguro que podré amar a mi hijo, aunque no lo haya “planeado” sino que tuve un error de anticoncepción. Pero, si puedo hacer las cosas del todo bien, ¿para qué confiar en la posibilidad de remediarlas luego? Una cosa es que ya estén mal, y entonces remediarlas. Y otra es hacerlas mal porque no quiero hacerlas bien y luego buscar el remedio.
Dios hizo la lluvia. Pero el hombre se supo poner bajo techo cuando no quería mojarse. Tenemos la posibilidad (prevista por Dios) de contraer alguna enfermedad, pero también la oportunidad de descubrir y usar cosas que nos curan. Esa "lógica" es correcta. Hay algo que es lo que Dios quiso, y es bueno. Y está la intervención del hombre con su razón para regular sobre dicho evento, que también es buena.
Pero hay que tener cuidado con esta lógica. Alguno ha dicho: “sí, está bien, Dios nos hizo tales que cuando nos unimos sexualmente, procreamos. Pero el hombre puede y es justo que lo haga, modificar su comportamiento de manera tal que a una unión no se suceda la procreación”. ¡Hmm! No es tan así. Hay que agregar otras consideraciones. Hay algo de verdad en la expresión, pero no toda. No alcanza, para analizar esta realidad de la procreación, con la lógica que antes conocíamos. (Así como las leyes de Newton explican los sucesos físicos en un contexto, pero no son absolutas ya que pueden no explicárnoslo en determinadas condiciones, cosa que Einstein vino a descubrir). Veamos.
El hombre conoció cada vez más. Y con el tiempo conoció mucho. Y sabe mucho más acerca de los sabios mecanismos biológicos que dan origen a una nueva vida. Claro, llega a saber esto en un momento en que la ciencia ya se ha alejado de la filosofía, de la metafísica, de la religión. Y con un razonamiento como el que vimos al principio no le alcanza para entender estas nuevas cosas que “conoce”.
Es justo que el hombre regule los nacimientos si ello fuera necesario por validas razones (¿ya empiezo a citar la Humanae Vitae?). Pero hay algo que agregar, algo más que poner en juego. La vida no es propiedad del hombre. El hombre no puede jugar tanto con la vida por venir. ¿Por qué? Porque no es de él. ¿Qué es lo que (quién es el que) hace que un niño de determinada edad no sea propiedad de sus padres si no el mismo hecho de que nunca lo fue?
Las vidas que traemos al mundo no son nuestras (aunque nos estén encargadas). Si no podemos traer personas al mundo, no lo hagamos. Pero no disociemos el significado de la unión sexual. Una cosa es hacer un techo para no mojarse, tomar un remedio para no enfermarse, pero otra muy distinta es poner trabas a la procreación en la unión sexual. Porque la unión con procreación es algo que Dios creo así. Y está tan unido al misterio de una vida nueva, que modificarlo es meterse con cuestiones de la cuáles “nada” sabemos.
Poner trabas en la unión sexual es meterse con algo mucho más sagrado y menos nuestro que la búsqueda del confort o de la salud. Es meterse con el origen de la vida. Y de vidas que no son nuestras. Nosotros somos instrumentos para que Dios traiga al mundo más hombres, entonces, ¡alto! Nuevamente un misterio que debo aceptar, el cual me llama a frenar. Ajustar al propio antojo la unión sexual es meterse muy de cerca con la voluntad divina de creación de la vida.
Claro, recordemos también la necesaria intervención de la razón y voluntad humanas. Hay veces en que sería un total despropósito traer alguien al mundo y entonces no es bueno que haya procreación. Ahora sí, entonces, el camino a elegir está entre otras alternativas. Abstención es una idea clara. Ciclos naturales es otra. Muy distinta esta última de los métodos artificiales, como bien lo explica Pablo VI en "Humanae Vitae".
"La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los periodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo impiden el desarrollo de los procesos naturales. Es verdad que tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo en la voluntad positiva de evitar la prole por razones plausibles, buscando la seguridad de que no se seguirá; pero es igualmente verdad que solamente en el primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los periodos fecundos cuando por justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso después en los periodos agenésicos para manifestarse el afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así ellos dan prueba de amor verdadero e integralmente honesto."
¡Alerta con eso que dije de “hay veces en que sería un total despropósito traer alguien al mundo”! Estamos hablando del estadio previo a la unión sexual, estamos parados antes de la decisión de tener una relación. No confundir con el tema tal como la sociedad moderna lo plantea. No es irresponsable traer al mundo a un chico deficiente en salud ya concebido. Sí puede ser irresponsable buscar una unión evitando la concepción.
Posdata: entiendo que no hay un "listado" de "motivos justos" que hacen que el hombre esté justificado para intervenir en el acto sexual (intervenir “no haciendo” más que “truncando”) y regular los nacimientos. Son infinitas las cuestiones involucradas y en base a la intención que tenemos que perseguir (acerca de lo cual nos enseña el magisterio) nosotros podemos actuar libremente.
Larga posdata bis: resulta difícil entender porqué el hombre no debe intervenir tanto en la unión-procreación. Resulta difícil comprender porqué es malo (con las excepciones previstas) separar la unión de la procreación. Pero se puede profundizar y tener más evidencias.
Se me ocurre que cuando la unión física se separa de la procreación se corre el riesgo de hacer a la relación más egoísta. Se arriesga uno a hacer del encuentro una mera búsqueda del placer. Creo que Dios es sabio y nos dio lo gozoso de la unión física para que procreemos, no nos dio el placer de la unión como algo aparte, utilizable por sí solo. Veo que cuando nos dedicamos a la unión sexual sólo por lo gozoso de la misma es más probable que el acto sea menos amoroso y más egoísta. Pero nuevamente cuidado con esto que dije. Es sólo una posibilidad.
No olvidemos la unión (no ya física, sino espiritual) y la manifestación del afecto. Una unión sin procreación no es necesariamente algo egoísta. Si hay una búsqueda principal de la satisfacción del otro, por ejemplo, hay amor. Si el placer no se obtiene dado por el otro sino que se busca para uno mismo, pues ahí puede haber más egoísmo que amor.
¿Qué tal si entonces, manteniéndonos en esta práctica de “buscar el placer del otro”, evitáramos la procreación en las uniones? ¿Sería moralmente viable? Volvemos al principio. Si no hay justas razones para ello, estamos alterando el plan de Dios. Dios lo diseñó así, hizo que cuando nos unamos surja una nueva vida. Como tantas otras cosas que planeó así. Pero repito, no es lo mismo evitar la enfermedad que evitar la procreación, como veremos luego con la explicación basada en las consecuencias.
Hay que profundizar espiritualmente mucho este tema, con oración. Creo que es tan fuerte la concepción del hombre como dueño y árbitro de todo el obrar, que suena difícil entender porqué no podemos intervenir tanto.
Para ir terminando, y como una nueva explicación de porqué no separar unión de procreación, están las consecuencias malas de haberlo ya hecho. O sea, “miren que pasa si no lo hacen bien”.
Esta es la prueba más fuerte de la vanidad de la pretensión de la autosuficiencia humana. La anticoncepción, como obra humana, no es perfecta. Por lo tanto, puede fallar. Y si no estamos listos para traer una vida al mundo, para ser instrumentos amorosos de Dios, ¿por qué buscar la unión y evitar la concepción? ¿No vemos que podemos fallar? ¿No vemos que puede haber un error (un instrumento fallado, un producto que no cumple su función)?
Por más leve que estadísticamente sea la posibilidad de fallo, un fallo es (o puede ser) una vida no deseada. Y una vida no deseada que viene al mundo es tal suceso que requerirá luego mucho trabajo para remediarse, mucho amor, mucha dedicación. Sin duda que este amor y esta dedicación remediarán nuestro “error” anterior, pero no busquemos el error porque sí.
Una persona tiene un valor incalculable, en este punto las estadísticas no hacen mella. No se puede decir que algo es efectivo porque tiene un 0,1% de fallos, ni un 0,01%, ni un uno por millón. Ese uno en un millón es una persona. Persona a la cual se dio vida y tiene un valor inigualable. El obrar humano es susceptible de error y el error en esta materia tan grave debe ser incentivo suficiente (por sano temor) para que seamos en extremo cuidadosos.
Mal dicen: “aborto no, por eso: anticonceptivos”. ¡No! Mejor digamos: “anticonceptivos no, porque anticonceptivo significa no estar listo para traer una vida al mundo”. Y la vida puede siempre venir, al menos por lo defectuoso de esta “habilidad” humana de detenerla.
Se me ocurre una distinción más. Yo dije “estar listos para traer una vida al mundo”. Y... ¿quién está listo plenamente para dar vida, para ser instrumento de Dios? Quizás alguien que utiliza un método anticonceptivo que le falla está más listo luego para amar a un hijo que alguien que obró “naturalmente”. Pero es cierto que quien se une sin evitar la procreación se está preparando al respecto. Se está educando en algo más. Una de las condiciones para ser un padre amoroso es saber que la vida del hijo no es nuestra.
Casi seguro que podré amar a mi hijo, aunque no lo haya “planeado” sino que tuve un error de anticoncepción. Pero, si puedo hacer las cosas del todo bien, ¿para qué confiar en la posibilidad de remediarlas luego? Una cosa es que ya estén mal, y entonces remediarlas. Y otra es hacerlas mal porque no quiero hacerlas bien y luego buscar el remedio.
Todo lo antedicho vaya con todo respeto a los miles de casos personales, que no juzgo. Mi intención, como siempre aquí, es brindar un pensamiento que pueda servir.
¡No puedo creer que no haya habido ni UN comentario a tan sabias palabras y en la la línea del Magisterio de la Iglesia de antes de la Humane Vitae, ahora y siempre, justo por las razones que aduces!
ResponderBorrarNo tengo idea si este post fue muy al comienzo de tu andanza blogera, pero quizás, por su relevancia, podrías quitarle la advertencia de la extensión y hacer dos partes, y ponerle fecha nueva para que el que no se enteró lo haga ahora que eres "famoso"
No es agradable este tema por las tremendas presiones anticonceptivas, aún dentro de la Iglesia; y fuera de ella, ¡para qué vamos a decir! ¿No acaban de tener una marcha por los "derechos de la mujer" entre los que piden el aborto en Argentina? Se lo he leído a Franca.
Juan Ignacio: hay que ser valiente para siquiera mentar la Humane Vitae. Te confieso que a mí hay algunos que casi me han comido, imagínate el pobre papa Paulo VI que se santificó sufriendo incomprensiones por montones de temas, incluyendo éste.
No fue en el blog de Franca: fue en Finitud. ¿Con tantos argentinos me mareé!
ResponderBorrarSaludos
¡No tenía idea! pero me parece espléndido. Ahora entiendo muchas cosas. Saludos.
ResponderBorrar