lunes, 9 de mayo de 2005

El cielo; sabiduría y sencillez

Hoy tempranito leí lo que puso Hernán de "Introducción al Cristianismo" de Ratzinger y la razón se deleitaba. ¡Qué magníficas explicaciones sobre el infierno y el cielo! La descripción de los mismos como “posibilidades del hombre” y aclaración de que “no hemos de considerarlo como un lugar eterno y supramundano, ni tampoco como una región eterna y metafísica” son cosas que a los de razón inquieta nos ayudan mucho. Y a pesar de todo eso, la imagen del cielo sigue “vigente”. El mismo Ratzinger, hoy Benedicto XVI, dirá tantas veces, al leer las escrituras o predicar, que Jesús subió al cielo. No modificará eso, ¡quién podría!

Y esa es la sencillez del verdadero sabio, no del sabio “de este mundo”. Un sabio que sigue diciendo que Dios subió al cielo, ¡qué cosa tan contradictoria para los “inteligentes” de hoy! “Si es tan sabio y tan conocedor, ¿cómo va a seguir diciendo que Jesús subió al cielo? Si acaba de postular que el cielo no es un lugar allá arriba...”

Así como se regocijó mi razón, mi espíritu se alegra cuando le dicen algo tan claro como que Jesús está en el cielo. ¡Qué bien le sienta la imagen del "cielo" al cielo! Una imagen que todos pueden entender. Una imagen que tiene mucha sabiduría, mucha “capacidad reveladora”.
Por eso yo siempre trato de volver a las palabras sencillas. De releer como un niño la palabra de Dios. Y a veces eso arroja una luz inesperada. Como los científicos que después de mucho calcular y calcular, cuando están descansando, en el momento menos esperado, tienen una inspiración, así, así a veces sucede que la palabra sencilla, la imagen más común, ilumina algo que permanecía en la oscuridad a pesar del estudio.

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