Llega despacio, medio rengo, zapatillas rotas, algo de olor. Deja su bolsas, una a una sobre el banco; son todas sus cosas. Mira atentamente al cura, se emociona cuando le dan la paz.
Así podría ser el espíritu de un cristiano al participar de la celebración, pero yo estaba hablando de un mendigo que estaba en misa el otro día.
Lo que ya vi dos veces en mendigos en misa es lo felices que se ponen cuando alguien los saluda en el momento de la paz. Es muy emocionante.
*
A veces pienso en eso que se dice de que a los pobres no hay que darles el pescado sino enseñarles a pescar y digo: le falta algo a esa idea. ¿De qué sirve enseñarle a pescar sino voy con él, sino le digo primero: "te enseño porque me preocupo por vos"? No es cuestión de pescados o cañas, es cuestión de que se den (pescados o quizás mejor cañas) pero con amor.
Mucha gente desvaloriza la caridad (de la Iglesia o de otras personas u organizaciones) porque dice que libera al estado de su responsabilidad de dar trabajo. ¡No es así! Con el pan que doy, estoy dando más que nada amor, eso el estado no lo puede dar; no es lo mismo mi mano extendida que una caja que llega en camión.
Es cuestión de dar el pescado, con amor, para que el otro se sienta querido. Sólo quien se siente querido podrá luego, si tiene la capacidad, aprender a pescar.
Es lo mismo que la cuestión de la igualdad de oportunidades. Esa meta (común a liberales o progresistas, dijo alguien) no es lo ideal. Lo mejor es el amor al otro, que supera a toda "justicia" humana. Luchar por la igualdad de oportunidades (conociendo la imposibilidad de lograrse totalmente) es bueno, pero nos puede hacer descuidar en nuestro llamado a ayudar directamente al que está mal. Porque claro, habiendo igualdad de oportunidades, el que está mal "es porque se lo buscó", se dice. Y chau, con esa idea ya no soy más responsable de mi prójimo.
¿No creemos que hay otras debilidades que igual tendrá el hombre aunque tuviera "igualdad de oportunidades" y que son debilidades que merecen compasión?
"Macho, ya tenés la caña y pique hay, ponete a pescar, si te morís de hambre es por tu culpa". ¡No! Hay una actitud mejor que esa. "¿Qué pasa? ¿Por qué no podés pescar. Ah, se te murió un hijo y estás mal, la pucha... ah, no me tenés confianza, no crees que hay pescados... bueno, no te calentés, che, tomá otro pescado".
"Sí, muy lindo, pero eso no se puede hacer en un país. Es el fomento de la vagancia". Y... es fácil hacerlo a un nivel interpersonal, en una pequeña comunidad tal vez. En una ciudad y a nivel organizacional puede deformarse en un "fomento de la vagancia". Pero ojo con despreciar la asistencia social, porque la igualdad de oportunidades total no existe (y es algo imposible decía Castellani en "Las Parábolas de Jesucristo", 104-Los hijos diferentes). La asistencia tendría la misión de dar sostén a una persona en las cosas básicas que necesita para luego poder poner a prueba su voluntad.
De todos modos, el rol lo tienen las personas, los particulares. El amor se transmite de persona a persona. Es ahí donde se regala el pescado, por amor y el amor se siente. Así el pobre estará, digamos, "emocionalmente" preparado para enfrentar las exigencias de una sociedad que, aunque cada tanto un pescado le dé, le exige saber pescar.
Así podría ser el espíritu de un cristiano al participar de la celebración, pero yo estaba hablando de un mendigo que estaba en misa el otro día.
Lo que ya vi dos veces en mendigos en misa es lo felices que se ponen cuando alguien los saluda en el momento de la paz. Es muy emocionante.
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A veces pienso en eso que se dice de que a los pobres no hay que darles el pescado sino enseñarles a pescar y digo: le falta algo a esa idea. ¿De qué sirve enseñarle a pescar sino voy con él, sino le digo primero: "te enseño porque me preocupo por vos"? No es cuestión de pescados o cañas, es cuestión de que se den (pescados o quizás mejor cañas) pero con amor.
Mucha gente desvaloriza la caridad (de la Iglesia o de otras personas u organizaciones) porque dice que libera al estado de su responsabilidad de dar trabajo. ¡No es así! Con el pan que doy, estoy dando más que nada amor, eso el estado no lo puede dar; no es lo mismo mi mano extendida que una caja que llega en camión.
Es cuestión de dar el pescado, con amor, para que el otro se sienta querido. Sólo quien se siente querido podrá luego, si tiene la capacidad, aprender a pescar.
Es lo mismo que la cuestión de la igualdad de oportunidades. Esa meta (común a liberales o progresistas, dijo alguien) no es lo ideal. Lo mejor es el amor al otro, que supera a toda "justicia" humana. Luchar por la igualdad de oportunidades (conociendo la imposibilidad de lograrse totalmente) es bueno, pero nos puede hacer descuidar en nuestro llamado a ayudar directamente al que está mal. Porque claro, habiendo igualdad de oportunidades, el que está mal "es porque se lo buscó", se dice. Y chau, con esa idea ya no soy más responsable de mi prójimo.
¿No creemos que hay otras debilidades que igual tendrá el hombre aunque tuviera "igualdad de oportunidades" y que son debilidades que merecen compasión?
"Macho, ya tenés la caña y pique hay, ponete a pescar, si te morís de hambre es por tu culpa". ¡No! Hay una actitud mejor que esa. "¿Qué pasa? ¿Por qué no podés pescar. Ah, se te murió un hijo y estás mal, la pucha... ah, no me tenés confianza, no crees que hay pescados... bueno, no te calentés, che, tomá otro pescado".
"Sí, muy lindo, pero eso no se puede hacer en un país. Es el fomento de la vagancia". Y... es fácil hacerlo a un nivel interpersonal, en una pequeña comunidad tal vez. En una ciudad y a nivel organizacional puede deformarse en un "fomento de la vagancia". Pero ojo con despreciar la asistencia social, porque la igualdad de oportunidades total no existe (y es algo imposible decía Castellani en "Las Parábolas de Jesucristo", 104-Los hijos diferentes). La asistencia tendría la misión de dar sostén a una persona en las cosas básicas que necesita para luego poder poner a prueba su voluntad.
De todos modos, el rol lo tienen las personas, los particulares. El amor se transmite de persona a persona. Es ahí donde se regala el pescado, por amor y el amor se siente. Así el pobre estará, digamos, "emocionalmente" preparado para enfrentar las exigencias de una sociedad que, aunque cada tanto un pescado le dé, le exige saber pescar.
Me gustó mucho este post. Gracias!
ResponderBorrarFelicidades por este blog... faltan más católicos así...
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