miércoles, 7 de diciembre de 2005

Antígona y cristianismo

Siguiendo la propuesta de la entrada del lunes y la letra del prólogo de Pemán (que es interesantísimo)...
Es esa anticipación de valores humanísticos, de temas de nuestra civilización, lo que da a la Antígona de Sófocles su perennidad y su atractivo. No hay que recurrir al plan­teamiento un tanto extremoso de Papini, que cree que, así como el pueblo judío fue elegido por la Providencia, median­te "la promesa" bíblica trasmitida por los "profetas" y las "figuras" de la Redención, así el mundo grecorromano elegido providencialmente para encarnar la síntesis cristia­na, fue objeto de otra "promesa" o anticipación a cargo de las sibilas, la égloga IV de Virgilio, la moral de Sócrates y la metafísica de Platón. Es esta atmósfera "precristiana" la que ha dado permanencia, través de los siglos, a esta tragedia y a la proclamación jusnaturalista que nos trasmite sin des­mayo: la certeza, cantada en el famoso "estásino segundo" de Edipo rey, de que el mundo está presidido por "altísimas leyes, engendradas en las etéreas regiones de los cielos", porque en ellas "habita un dios que no envejece".
Lo que no entiendo bien es porqué, cuestionando la idea de Papini, destaca que es la atomósfera "precristiana" la que ha dado permanencia a esta tragedia. La antigüedad del evento puede dar importancia, pero no el hecho de ser previo a Cristo de por sí. (Casi diría que todo lo contrario. Puesto que Cristo "es para todos y para siempre". Pero bien, no estoy a la altura de estas discusiones).

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