Conozco muchas cosas que me hacen decir: “Dios existe”. Y otras que me hacen preguntar, con esa forma de protesta que mencionábamos ayer: “¿Por qué, Dios, permites el mal?” Ese soy yo, creyente.
Encuentro que la realidad (por admiración de la belleza, por razonamiento sobre origen y fin del mundo, etc.) es ayuda y hasta evidencia para un creyente de la existencia y el amor de Dios. Pero encuentro también que un ateo puede tener argumentos racionales, basados en hechos o situaciones de la misma realidad, que él postula para justificar su duda acerca de la existencia de Dios.
Dije duda. “Probar la inexistencia de Dios” no podría hacerlo nadie. Hablando exclusivamente de formas racionales (y racionales modernas) de conocer, la capacidad de un ateo para “demostrar” la inexistencia de Dios es nula, como también lo es la capacidad de los creyentes para “asegurar” (de acuerdo a esa misma forma racional moderna) su existencia.
Encuentro que la realidad (por admiración de la belleza, por razonamiento sobre origen y fin del mundo, etc.) es ayuda y hasta evidencia para un creyente de la existencia y el amor de Dios. Pero encuentro también que un ateo puede tener argumentos racionales, basados en hechos o situaciones de la misma realidad, que él postula para justificar su duda acerca de la existencia de Dios.
Dije duda. “Probar la inexistencia de Dios” no podría hacerlo nadie. Hablando exclusivamente de formas racionales (y racionales modernas) de conocer, la capacidad de un ateo para “demostrar” la inexistencia de Dios es nula, como también lo es la capacidad de los creyentes para “asegurar” (de acuerdo a esa misma forma racional moderna) su existencia.
Arriesgo algo más. Por lo anterior, o por más u otras causas, el creyente no puede “convencer” al ateo, sólo con razonamientos, de la existencia de Dios. (Aunque el ateo no pueda “convencer” al creyente, con razonamientos, que Dios no existe). El creyente puede darle al ateo miles de razones para que elabore al menos una hipótesis racional de Dios. El ateo no puede darle razones al creyente para que descarte esa hipótesis racional de la existencia de Dios.
En ambos casos algo no está siendo considerado. Y eso es la fe.
El ateo podría preguntarse y comprobar si la fe es algo bueno. Y el creyente, que recibió la fe, debería amar. Y amar al ateo, porque la única forma de mostrarle al ateo que Dios existe es mostrándole a Dios mismo. Y Dios es amor.
En ambos casos algo no está siendo considerado. Y eso es la fe.
El ateo podría preguntarse y comprobar si la fe es algo bueno. Y el creyente, que recibió la fe, debería amar. Y amar al ateo, porque la única forma de mostrarle al ateo que Dios existe es mostrándole a Dios mismo. Y Dios es amor.
Nota: el creyente le puede mostrar al ateo cuán “razonable” es Dios, si se puede decir así. Es más, debe hacerlo. Lo que quise decir es que de nada sirve hacer sólo eso si no amamos al otro. No quiero, con mi ignorancia y la desprolijidad de mi lenguaje, confundir a nadie. Tomar estos escritos “con pinzas”. O como una confesión íntima de un ignorante a alguien que quiera leer. Me inspiré en el último comentario y link propuesto aquí por Caracas y Dios.
Gran post.
ResponderBorrarCompletamente de acuerdo.
Sobre todo esa frase: "la única forma de mostrarle al ateo que Dios existe es mostrándole a Dios mismo. Y Dios es amor.
Soberbio. Lo enlazo en mi blog.
¿Has leído “El Problema del dolor” de CS Lewis?
ResponderBorrarAhí se habla de esto, en el primer capítulo. (Con varios aciertos, a mi entender)
Y el creyente, que recibió la fe, debería amar. Y amar al ateo, porque la única forma de mostrarle al ateo que Dios existe es mostrándole a Dios mismo. Y Dios es amor.
ResponderBorrarDe acuerdo 100%. Creo que yo también voy a escribir de ello en mi blog.
compartamos ideas
ResponderBorrarvisita mi blog
http://cesarcerda.blogspot.com/