lunes, 3 de abril de 2006

¿La caridad fomenta la violación de la ley?

Baste para este análisis el primer párrafo de la noticia, que se llama "Obispos de México y Estados Unidos proponen desobediencia civil ante la «Ley Sensebrenner»":

MÉXICO, miércoles, 29 marzo 2006 (ZENIT.org-El Observador).- La Iglesia católica de México ha cerrado filas con la Iglesia católica de los Estados Unidos y ha calificado de contraria a los derechos humanos la llamada «Ley Sensebrenner» que intentaba criminalizar la presencia de los indocumentados en Estados Unidos, y dar pena de hasta cinco años de prisión a las organizaciones o personas que asistieran, caritativamente, a los trabajadores ilegales, la mayoría de ellos hispanos y de origen mexicano.

El objetivo es reflexionar sobre algunas cosas y no hablar específicamente de este tema.
Supongo que la conocida argumentación a favor de esa ley sería que con la caridad se “fomenta” la inmigración ilegal. Pero con esa misma argumentación se debería anular toda la obra caritativa de la Iglesia (y de otras organizaciones no gubernamentales), empezando, por ejemplo, por los comedores parroquiales, porque fomentarían la vagancia de la gente.

Mi madre trabajó en un comedor parroquial. No todo es tan lindo. Hay gente que va y reclama su comida, hay gente que no dice gracias y más aún, se queja de algunas comidas recibidas. La primera reacción del voluntario es indignación. Hasta que se da cuenta que el asistido es una persona que está muy deteriorada. Que de ningún modo le puede exigir, como a una persona medianamente “normal” (es decir, querida desde chico, crecida en una familia sana, etc.), que trabaje para ganarse su pan. Asistirlo no es darle el pescado en vez de la caña, como decimos a veces (y a veces se aplica muy bien). Porque, en este caso, si le diéramos la caña no sabría como utilizarla. Esa persona no es apta para valerse por si misma y tener una alta responsabilidad. En definitiva, no es fomento de la vagancia lo que se hace, sino amor a quien poco puede hacer.

El conmoverse ante el que sufre y ayudarlo es más importante que la justicia. Y no es contrario a la justicia. Si a una persona muy deteriorada no le puedo decir: “vaya a trabajar si quiere comer”, es probable que en el caso de la inmigración ilegal haya también algo anterior al cumplimiento de la ley, algo anterior al posible “fomento a la inmigración ilegal” que se haría al atender a los inmigrantes.

Atención. El trabajo caritativo con el inmigrante debe también apuntar a la justicia. A la legalización, o al regreso al lugar de origen, al fomento del buen comportamiento, lo que corresponda (está claro que reflexiono sin conocer la problemática de la inmigración ilegal). Si no hay un trabajo que apunte a la “justicia”, se estaría ante el encubrimiento de alguien que esta fuera de la ley. Porque una ley de inmigración legal es algo en principio justo y necesario para la convivencia de las personas.

Digamos algo más (o lo mismo). El estado debe hacer cumplir la ley. Más aún, le hace el bien a la persona si la obliga cumplir una ley justa. Pero el estado no puede dar amor y ese es el lugar para la acción personal.

Benedicto hace, en Deus caritas est, punto 26 y siguientes, una detallada explicación y refutación de la teoría que dice: “las obras caritativas no deberían existir ya que lo eximen al estado de su responsabilidad de dar justicia”. Termina así:
La afirmación según la cual las estructuras justas harían superfluas las obras de caridad, esconde una concepción materialista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive « sólo de pan » (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3), una concepción que humilla al hombre e ignora precisamente lo que es más específicamente humano.
Podríamos inspirarnos en esas palabras, quizás, y aplicarlas aquí también, aunque la situación sea aparentemente inversa (la caridad, como dijimos al principio, no estaría eximiendo al estado sino yendo en contra de él). Digamos entonces que el amor, que se manifiesta en una preocupación por el hombre más allá de su condición de inmigrante ilegal o lo que sea, es lo más importante. No se puede suprimir este aspecto en nombre de la justicia. No se debe atacar a la justicia, como ya dijimos, pero tampoco hacerla una virtud superior al amor.

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