jueves, 22 de junio de 2006

Status viatoris XVIII

Mientras las entradas “estudiosas” de esta serie esperan (Santo Tomás, porqué no Gabriel Marcel, etc.), de una página de montañismo tomo prestado el siguiente relato y poema (fragmento).

Ahí, en el fondo, estaba el río. Veinticinco metros de ancho y había que buscar el vado para cruzar, pero eso lo dejaríamos para después. Había que instalar la tienda, lavar ropa, preparar la comida y dormir. El vado lo buscaría por la mañana. Dentro de la tienda, me puse a escribir la bitácora y después a leer algunos apuntes que yo llevaba. Ahí estaba un poema de Atahualpa Yupanqui.

Caminos y bagualas

Nunca se sabe dónde terminan los caminos
y dónde comienzan las bagualas
porque son caminos también
esos rumbos del canto montañés
que el hombre busca o halla
y sigue por ellos noche adentro
y sueño arriba

La marcha de la mula
—heroica bestia del Ande—
tiene un ritmo que anda
como buscando un canto
entonces el hombre madura sus silencios
para parir la copla
y la copla sale, se hamaca en el viento,
se orienta y se larga cuesta arriba
buscando no sé qué estrella
para hacerle comprender
la viejas angustias del pueblo
y el desesperado anhelo del hombre

(...)

Y después viene aquel señor Bueno a hacerme creer que el status viatoris no apunta hacia una realización más allá de este mundo sino que se agota en unos viajes por caminos de esta tierra, hasta la muerte.
¡Por favor! Miré usted, señor Bueno, si le gustan los caminos de este mundo, que hay gente que los hace cantando. El camino terrenal lo hacen cantando un canto que va “sueño arriba”, un canto que se larga cuesta arriba buscando calmar las angustias y saciar los anhelos del hombre. Y hasta son caminos las bagualas, dice Yupanqui. Hacia arriba buscando a Dios, aunque no lo nuembren. Hacia el status comprehensoris (si me permite don Pieper).

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