sábado, 28 de octubre de 2006

Un desertor entre las huestes...

Me levanto todas las mañanas a tiempo, sin falta. Me afeito y visto rigurosa corbata. Luego me verás cruzar la avenida a paso ligero. (En el viaje se formó una oración que, aunque nunca la escribí, diría algo como lo siguiente: “Padre, envíame tu Espíritu para que por su gracia pueda hacer de este un día agradable para ti”). Lucho, en el mismo lugar donde luchan otros tantos. Y una conquista espero. Con eso y todo...

___Desatado de guerras,
___oigo cantar mi viento.
Yo recogí mi corazón perdido
sobre la muchedumbre de las aguas.
Yo soy un desertor entre las huestes
___que asaltaron el día.


Bellos como las armas relucen mis amigos;
desde los pechos al talón se visten
con el metal de la violencia.
Ellos imponen su color al mundo,
le arrojan la pedrada del boyero
y atizan el ardor de sus caballos,
___para que no se duerma.

Como la espada cortan mis amigos:
___bajo su peso tiemblan
___las rodillas del día.

(...)

Algo hay en mí que pesa de maduro,
grita su madurez, pide su muerte:
se derrumba, total, como la sombra
___que nace del verdor.
Mi viento desaté sobre mi tierra,
___volvióse contra mí toda mi llama:
podado con mi hierro, nutrido de cenizas
creció mi corazón hasta su otoño.
___¡Ay, grosura de otoño
___quiere ser mi congoja,
y dispersión de mar enriquecido!

(...)

Una ciudad a mi costado nace:
su infancia es paralela de la mía y retoza
___más allá de mi muerte.

Herreros musicales inventan la ciudad,
afirman su riñon, calzan su pie:
¡baila desnuda al son de sus martillos
___la edad de los herreros!

Y el corazón de la ciudad se forja
con el puro metal de las mujeres,
y sobre los metales castigados
es bella y sin piedad esta mañana.

Pero los niños ríen de espaldas a la tierra
___o en la margen del gozo:
conspiran bajo el sol de los herreros
para que tenga un alma la ciudad.

(Los versos son de Leopoldo Marechal. Odas para el hombre y la mujer, VII. De la soledad).

1 comentario:

  1. Perdonen que los deje
    Me voy al margen, con los niños, a conspirar un rato.
    Que los martillos se aguanten un momento...

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