-Quiero trabajar con mis manos -declaró entonces Francisco-; quiero también que todos mis hermanos trabajen. No por el ambicioso deseo de ganar dinero, sino por el buen ejemplo y para huir del ocio. Nada más lamentable que una comunidad en donde no se trabaja; pero el trabajo no es todo, hermano León, no lo resuelve todo, puede ser incluso un obstáculo temible a la verdadera libertad del hombre; es así cada vez que el hombre se deja acaparar de su obra hasta el punto de olvidarse de adorar al Dios viviente y verdadero; por eso nos es preciso velar celosamente para no dejar apagar en nosotros el espíritu de oración. Eso es más importante que todo.
(El fragmento fue tomado de un libro del franciscano Eloi Leclerc llamado "Sabiduría de un Pobre". Si alguien lo sabe, y es tan amable, dígame porqué dice en el volumen de Ediciones Marova: Con censura eclesiástica. 13-VIII-64.)
(¡Ah! El número del título anuncia la septingentésima entrada. Es una vieja costumbre personal cada cien entradas...)
Lo que pasa es que nosotros estamos acostumbrados a usar "censura" como prohibición, cuando en realidad su significado es más parecido al de "control".
ResponderBorrarEl libro fue revisado por un censor, el cual, seguramente, aprobó su contenido. De lo contrario no lo dirían. Imaginate "Desaprobado por la censura eclesiástica". Aunque no sé, la verdad. Hay de todo.
También a veces decía: "Nihil obstat"; que quería decir que -oficialmente- el censor eclesiástico decía que nada obstaba para que se publicara.
ResponderBorrar¡Ah! Me olvidaba: Hay un segundo libro que se llama, si recuerdo bien, "Exilio y ternura", también muy lindo. ¿Lo conocés?
ResponderBorrarConozco el Nihil obstat, imprimatur y etc. Lo que no sabía era como es la censura. Si ya me llegaba el libro sin alguna parte que fue sacada o si sólo era observado. Gracias.
ResponderBorrar(Vi la tapa de ese otro libro pero nunca lo leí...)
Era muy común en autores nuevos, incluso laicos al hablar de cuestiones religiosas, que sometieran su libro a control de algún perito (censura). Pasado el control que indicaba que nada de lo allí escrito obstaba a la Fe (nihil obstat), luego se colocaba la leyenda en el mismo como una forma de aval. Así los fieles cristianos que no iban en busca de la novedad por la novedad misma, sino de algún libro que fuese de provecho para el alma sabían que el mismo contaba con una forma de aval eclesiástico. Para el autor funcionaba como una "condecoración" ("pasó los controles de peritos") que lucía con orgullo.
ResponderBorrarObviamente, como todo lo humano, estaba sujeto a excesos y defectos (no hay más que leer a Castellani para comprenderlo). Pero aún así permitía al fiel de a pie tener un mínimo de confianza antes de enfrentar la inversión de comprar un libro religioso... y no comerse la colección completa de libros de espiritualidad de un autor "X" para enterarse años después que ha sido estafado y que el autor que le vendieron durante años en una librería católica puede ser peligroso para la Fe como pasa ahora (pienso en un A. de Melo).
¡Felicitaciones por las 700 entradas! Envidiable tu perseverancia (no sólo en la cantidad sino en la calidad). Ese libro de Leclerc es un golazo, a mí me encanta su última página donde dice qué es evangelizar y también donde habla de "saber adorar".
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