A veces, cuando no se quieren discusiones muy acaloradas, se pide (o se acuerda) no hablar de política ni de religión. Con el tiempo he aprendido que habría que agregar un nuevo tema a esos “chispeantes”. El trío sería: política, religión y educación de los hijos.
He visto cómo, aún dentro de grupos de afinidad importante, hay formas muy distintas de pensar y obrar y cómo las discusiones pueden ser realmente fuertes. Será por lo importante del tema, será por las seguridades que se enfrentan, será por tantas cosas (después de todo, yo creo que es precisamente por esas cuestiones por las que vale la pena discutir de religión, de política -de la verdadera- y de la educación de los hijos).
Y cómo será de importante el tema de la educación de los hijos que es precisamente la forma en cómo nos han educado y en cómo queremos educar a nuestros hijos lo que determina, en forma asombrosamente grande, nuestra forma de pensar en política y en religión.
Aventuro, para cerrar, una hipótesis que dice que la mayoría de los desencuentros o malentendidos en las discusiones de política o de religión se podrían salvar si las partes hablaran primero de la forma en que piensan la educación (actual o futura) de sus hijos, o entendieran como fue la propia. Claro que entonces habría que ver si alguna vez llegan a hablar de aquellos otros temas.
Tomo nota...
ResponderBorrarTito, gracias por tu comentario.
ResponderBorrarCómo va el viaje? cuídate mucho por la carretera. Imagínate el tema si fuera política de educación religiosa!! qué temita! bueno en esa parece que estamos en el mundo, en Argentina y por acá en la patria de "el último rey de Escocia", digo Venezuela.
ResponderBorrarun abrazo
Ni hablar, "Mendigo". Por cierto, ya volví en el post anterior.
ResponderBorrarSaludos.