En días como éste suelo levantarme temprano, “emponcharme” y salir camino de la florería de la esquina. Hoy también lo hice, pero el puesto, que no es fijo sino improvisado sobre la vereda, estaba vacío. No habían llegado, ni flores ni florista. ¡Irresponsable! ¿No sabe acaso que hoy es el cumpleaños de mi esposa?
Fue así que, en espera de una hora más propicia, me dirigí al jardín de casa y corte una linda rosa veteada, que le entregué al punto.
Tomá esta rosa encarnada
y abrilá que está en capullo.
Y verás mi corazón
abrazado con el tuyo.
(Nota: A diferencia de cómo sigue el popular canto, estos corazones, por gracia de Dios, seguirán unidos hasta la muerte).
Qué grande!
ResponderBorrar¡Mis felicitaciones atrasadas para ella!
ResponderBorrarY ¡gracias! a vos por la entrada.