Desde mediados del siglo XV, los pueblos Nguni migran desde Africa Central y empiezan a colonizar Africa del Sur. Tiempo más tarde, una de las tribus, los Swazis, luchan contra los Zulúes (y su líder Shaka) y deben huir hacia el noreste, donde están establecidos hasta hoy y mantienen sus costumbres en el Reino de Swazilandia (una de las 196 naciones independientes presentadas en el Almanaque Mundial 2008).
Habiendo sido dominio de los Bóers y luego Inglés, Swazilandia es actualmente una monarquía absoluta, forma de gobierno que sólo otras tres naciones comparten: Omán, Brunei y Arabia Saudí. Un personaje central en el desarrollo histórico de este reino fue el rey Sobhuza II, quién recuperó fuertemente las tradiciones del pueblo Swazi, desmantelando el sistema político británico y consiguiendo finalmente la independencia en 1968.
Enclavado entre Sudáfrica y Mozambique, Swazilandia es un reino mediterráneo con un territorio muy pequeño (17.363 km2; tamaño similar al de Kuwait; más chica que la provincia argentina de Tucumán), con variedad de climas, con una fauna sorprendente, con riquezas naturales minerales, con la desgracia de ser el país con la tasa de infección de HIV más alta del planeta y a raíz de eso con una esperanza de vida bajísima (32 años para varones, 33 para mujeres).
Las costumbres swazis que aún hoy día se conservan son por ejemplo el Festival Umhlanga del matrimonio, que incluye la selección de concubinas para el rey (para un rey swazi seguir las tradiciones implica no bajar del centenar de concubinas), o el Incwala, festival de las primeras frutas, donde se reúne el pueblo para ganar la bendición de los ancestros, santificar el reinado y dar comienzo a la temporada de la cosecha.
Así les dejo una breve reseña de Swazilandia, que podrán ampliar por los enlaces. Verán que es todo un desafío para los desparramadores de la ideología de la tolerancia. Y todo un desafío para la evangelización de las culturas. Hoy en día podrás encontrarte al rey Mswati III vestido de traje en un encuentro internacional y al día siguiente verlo ataviado con las prendas tradicionales para la selección de las esposas. Conocer acerca de Swazilandia te hace dar cuenta al menos que aún te faltan unas cuantas vueltas al mundo.
¡Gracias por instruirnos!
ResponderBorrarNuestra fundadora decía: ¡Cuántos hijos tiene Dios!
Querido JI:
ResponderBorrarMe ha parecido curiosa la expresión "reino mediterráneo" para un país del centro de África. Supongo que, en este contexto, no significa que tenga acceso al Mar Mediterráneo (como España), sino que está en medio de la tierra, es decir, sin costa marítima.
"Incluye la selección de concubinas para el rey"; "es todo un desafío para los desparramadores de la ideología de la tolerancia". Me han parecido curiosas estas dos expresiones, pues me han recordado una graciosa anécdota ocurrida estos días en la política española. ¿La puedo contar?
Resulta que la vicepresidenta del gobierno, que es una ultra-feminista y una ultra-partidaria de la igualdad de todas la civilizaciones, se hizo un viajecito por países del África negra para repartir los millones que nos sobran en España. En uno de ellos le presentaron a un simpático negro en paños menores, que vende productos a empresarios españoles. Quería hacerse una foto con la gran estadista, a lo que la buena señora accedió. Alrededor de ellos aparecieron varias señoras y varias adolescentes, que les rodearon y posaron así. Cuando ya estaba todo hecho, la foto repartida a varias agencias y publicada en internet, se descubrió que todas las damas eran... ¡las esposas del empresario!, incluidas las niñas.
La vicepresidenta se ha declarado horrorizada, y enemiga de la poligamia. No sé si se puede entender que eso sea respetuoso con las culturas no europeas, ¿no será un cierto eurocentrismo de origen imperialista?
F.
Mediterráneo se debe entender cómo vos lo dijiste, no por el mar mediterráneo sino por el significado original (hasta mi modesto entender) de la palabra, que es la que hace que el mar lleve ese nombre.
ResponderBorrarConocía esa anécdota que mencionas, la leí cuando "investigaba" acerca de Swazilandia. Se puede precisamente aplicar a la frase que yo puse. Porque mi frase se presta a distintas interpretaciones. Yo entiendo que es buena la tolerancia pero que hoy está mal entendida y de esa tolerancia mal entendida se hace la prédica.
Para el rey de Swazilandia yo sería un irrespetuoso en la frase de las concubinas. Y hasta estoy errado. Puesto que ellos las llaman esposas.
La verdad es que quise reflejar de una forma propia la mayoría de lo que se muestra en la red de Swazilandia, que sólo se concentra en una crítica de las costumbres y de la vida fastuiosa del rey en contra de las miserias del pueblo.
Si bien las críticas del mundo occidental moderno son "correctas", no lo son del todo en la forma de apreciar la realidad o querer transformarla.
De lo que dices acerca de la anécdota: "No sé si se puede entender que eso sea respetuoso con las culturas no europeas", mi situación es similar. hay varias cosas. Sabemos que objetivamente hay valores más cercanos a la verdad que otros. Esto hoy se confunde con intoleranncia. Pero no me averguenzo en decir que hay culturas más desarroladas que otras y más cercanas a la verdad (cosa que hoy se consideraría intolerancia). Es difícil juntar esto con el respeto a las culturas, pero ese es el desafío y no la tolerancia simplificadora de hoy en día que dice que todo vale igual.
Uh, fui largo.
Seré breve, que me tengo que ir, ya me extenderé más.
ResponderBorrar¿La anécdota te llegó por otro lado? Admirable: creí que éramos un país de mediocres gobernado por mediocres con anécdotas mediocres, pero si la historia de la foto ha trascendido, puede significar que volvemos a ser un gran país, con grandes gobernantes, con grandes anécdotas.
Luego o mañana te comento tu comentario.
F.
La anecdota parece si buscas [Swazilandia] o [Swazilandia + costumbres] en Google y avanzas unos cuantos resultados...
ResponderBorrarEste tema es bien interesante. A ver si me explico breve.
ResponderBorrarEn España, la progresía vive en una grave contradicción. Por un lado, se quiere ser respetuoso con los pueblos ajenos a los valores europeos (la “Alianza de Civilizaciones”), se les quiere tratar como iguales, se considera horrible intentar imponerles nuestra forma de vida (esto se ve, por ejemplo, en el odio a Estados Unidos por haber invadido Afganistán e Irak). Por otro, se da por supuesto que han de compartir el respeto a los derechos fundamentales, a la democracia, a la igualdad, al Estado de Derecho: olvidan los progres que esto no es una seta que haya crecido en el campo, sino ideas desarrolladas en Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos, en los países de cultura derivada de la Europa cristiana. Así, cuando se espera cándidamente que los países musulmanes avancen hacia estos principios, los progres caen en contradicción con su supuesto respeto hacia esas culturas, que por su evolución natural tardarían siglos en llegar aquí o, incluso, quizá no llegaran nunca. El caso de los países islámicos es, aquí en Europa, el más claro, pero igual se podría decir de los países del África negra o de Asia.
“Sabemos que objetivamente hay valores más cercanos a la verdad que otros. Esto hoy se confunde con intolerancia. Pero no me avergüenzo en decir que hay culturas más desarrolladas que otras y más cercanas a la verdad (cosa que hoy se consideraría intolerancia)”. Tu frase refleja la realidad de las cosas, pues para nosotros, los católicos, la cosa es clara: no todo es igual de bueno o de verdadero, sino sólo en la medida en que se acerque a la Verdad. El problema de los progres (y acabo ya) es que por un lado van de relativistas, de libres de mente, pero por otro creen en una Verdad suya, laica, inventada, y el que no la comparta debe ser excomulgado. Y así, lo que a nosotros nos puede parecer reprobable del rey de Swazilandia o del empresario polígamo por ir contra la Verdad (contra el Derecho Natural, diríamos), a ellos se lo parece por ir contra su Verdad, que no deja de ser un invento francés, europeo, americano, ...
Exacto. Muy buena explicación. Es la dictadura del laicismo.
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