jueves, 5 de junio de 2008

Italianos inteligentes

El siguiente es un diálogo de dos personajes del cuento “El paraíso de los ladrones”, el segundo del libro “La sabiduría del Padre Brown”, de Chesterton.

-Esto -respondió Ezza con gravedad- no es un disfraz de inglés, sino la ropa del italiano del futuro.
-En ese caso -remarcó Muscari-, confieso que prefiero al italiano del pasado.
-Ése es tu viejo error, Muscari -dijo el hombre de los bombachos, sacudiendo su cabeza-, y también el error de Italia. En el siglo XVI, nosotros, los toscanos, dictábamos la moda; teníamos el mejor acero, las mejores técnicas de esculpir, la química más avanzada. ¿Por qué no deberíamos tener ahora las mejores factorías, los motores más nuevos, las mejores finanzas y las ropas más modernas?
-Porque no merece la pena tener todo eso -respondió Muscari-. No puedes hacer de los italianos gente realmente progresista: son demasiado inteligentes. Hombres acostumbrados a descubrir el camino más corto para vivir bien, jamás irán por esos nuevos caminos tan elaborados.

Y que cada uno piense cuán acertado andaba Chesterton. Más allá de eso, la idea es genial. Yo confieso mi admiración por el pueblo que tenga esas características, sea cual sea.

2 comentarios:

  1. Querido Juan Ignacio:

    No sé si en Argentina conoceís la tremenda frase que dijo el filósofo español Unamuno, en los años 20 del siglo pasado: "Qué inventen ellos". Se refería a los norteamericanos, a los europeos, a los rusos, a los argentinos. Tendría cierta relación con la frase que citas del siempre brillante Chesterton, con un matiz importante. La frase que el inglés pone en boca del italiano es simpática, alegre, llena del gusto por la vida tradicional. La frase que decía Unamuno, que además de español era vasco, estaba llena de amargura. Frente a todos los grandes regeneracionistas de la vida española, que querían hacer de España un país moderno, europeo, similar a Francia o Inglaterra (Ortega y Gasset, sobre todo), él conocía bien España, un país vago, vago para pensar, vago para trabajar, vago para inventar. No era un problema de derechas o de izquierdas, sino del ser nacional, que no tenía arreglo. España prefería ser un país encerrado sobre si mismo, con sus pequeños problemas y sus pequeñas soluciones, fuera de la corriente europea.

    Lo triste de esto es que, casi un siglo después, si Unanumo viviera podría volver a decirlo: el español quiere que sean otros los que inventen, y él quedarse en sus pequeñas seguridades, en sus pequeñas manías, en sus pequeños problemas.

    Como ves, siempre la misma amargura nacional, nada que ver con el alegre tono del italiano de Chesterton.

    Cuídate.

    F.

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  2. Fernando, buen apunte, hay que estar atentos para saber distinguir.

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