Cuando Benedicto XVI dice: “La liturgia no nos pertenece a nosotros: es el tesoro de la Iglesia”, está incluyéndose a él mismo. A él, que sería uno de los más indicados, por su jerarquía, para decidir sobre reformas litúrgicas en la celebración eucarística. Pero no. Como se trata de algo de origen divino, se trata de un misterio que no podemos comprender en su totalidad. Y eso nos obliga a ser prudentes en su tratamiento. (Si no me equivoco, este mismo criterio de prudencia guía la posición de la jerarquía eclesiástica frente a otras realidades como el celibato en el orden sagrado, el rol de la mujer en la Iglesia, etc.)
Bien, pero no todo es alerta “pasiva” en el mensaje de Benedicto. Benedicto XVI también propone la acción. Hay que estudiar el misterio eucarístico y la liturgia. Y para eso exhorta a profundizar en el texto de la constitución Sacrosantum Concilium del Concilio Vaticano II sobre la sagrada liturgia.
Me la leí, que no es lo mismo que estudiarla ni profundizarla. Así que les dejo casi como una curiosidad una de las propuestas que se hacen allí en la constitución. En el punto 40, a raíz de la necesidad de la adaptación de la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos:
2) Para que la adaptación se realice con la necesaria cautela, la Sede Apostólica concederá, si es preciso, a la misma autoridad eclesiástica territorial, la facultad de permitir y dirigir las experiencias previas necesarias en algunos grupos preparados para ello y por un tiempo determinado.
Benedicto XVI no quiere ir “para atrás” a la época preconciliar, como dice y cree la comunicación masiva (perdón la obviedad). Benedicto refiere siempre al Concilio Vaticano II. Por supuesto, tiene una idea formada sobre lo que pasó, pasa, puede pasar y sería mejor que pase. Para cerrar recordemos lo que escribió como Joseph Ratzinger en el prefacio de “Introducción al espíritu de la liturgia”:
Puede decirse que la liturgia, tal como era vivida por aquellos años -hablamos de 1918- se asemejaba a un fresco conservado indemne, pero que yacía casi oculto por el estuco. En el misal, del que se valía el sacerdote para celebrar la Eucaristía, se hallaba del todo presente el desarrollo de las formas litúrgicas a partir de los orígenes. Sin embargo, para los fieles estaba como escondida detrás de formas devocionales privadas. Gracias al movimiento litúrgico y, sobre todo, y de manera definitiva, al Vaticano II, el fresco quedó a la vista de todos, dejándonos repentinamente fascinados por sus formas y colores.
Pero después, este fresco ha sufrido daños de gran consideración, hasta amenazar ruina, por falta de las necesarias acciones de restauración y reconstrucción y por la propia respiración de las masas que lo contemplan. Todo esto puede llegar a ser grave, si no se arbitran inmediatamente los medios necesarios para evitar tan perniciosos efectos. Naturalmente que no se puede volver a cubrir el fresco con estuco. Sin embargo, hace falta volver al profundo respeto que exige la liturgia. Se impone una nueva percepción de sus mensajes y de sus realidades, a fin de que el redescubrimiento de la liturgia no se convierta en el primer paso hacia su destrucción definitiva.
Muy buena la cita. Ese libro de Ratzinger es bien interesante.
ResponderBorrarBueno, gracias por el enlace, el libro es muy tentador, pero el presupuesto y la pila en mi mesita de luz no admiten comentarios
ResponderBorrarHolas a cada uno. Gracias por comentar...
ResponderBorrarPD: quizás ande on-line el libro...
Muy bueno.
ResponderBorrarSiguiendo el ejemplo del Papa, podríamos quizás decir que varios quisieron pintar el fresco por encima. Algunos experimentaron con el arte moderno abstracto, otros con el naive, otros hicieron collage, unos pocos negaron la misma posibilidad del arte; poquísimos se detuvieron a admirar el fresco original.