(...) En el siglo XXI la humanidad había vuelto a la creencia en dioses relacionados con las manifestaciones de la naturaleza. Aunque no los llamaba ya dioses (porque dicha palabra se utilizaba vulgarmente para referir a humanos destacados en alguna disciplina deportiva o dudosamente artística, y porque de Dios no se hablaba), los trataba como tales.
En una época, el más importante de los dioses era la diosa agua. Ella era el “origen de la vida”. De ella y solamente a través de una evolución biológica, se habían generado todos los seres vivientes. Se la adoraba de una manera especial cuando se visitaban los “templos” de los animales acuáticos, se buscaba con afán su rastro en los demás planetas del sistema solar que se exploraban, etc.
Estas creencias, que hoy nos parecen fábulas, eran cosa común entre la gente, incluso entre las personalidades consideradas las más avanzadas de la época. Hoy sabemos (lo que ya nuestros padres conocían), que el agua fue creada por Dios, el único y verdadero, y que en el tercer día ya estaba por Él reunida en los mares.
En cambio, los que serían los teólogos de aquel entonces, se entretenían con una especie de juegos de causas y efectos, de principios de principios, sin indagar en el fondo de las cuestiones. No hay que menospreciar, sin embargo, el legado que ellos nos han dejado en sus investigaciones y teorías, ya que las que se han comprobado ciertas han aumentado mucho en nosotros la admiración y amor por el Creador (valga decir, como ejemplo, que en un principio puede parecer inútil conocer tantos detalles acerca del origen físico del universo conocido y ubicar en una escala de millones de años el rango en que han surgido elementos como el agua; sin embargo, basta conocer algunos de esos estudios para quedar asombrado por la compleja riqueza de la creación, la maravillosa obra de nuestro Creador y su inmensa sabiduría). (...)
Juan Ignacio, da vértigo pensar en alguien de (por ejemplo) el siglo XXII hablando en pasado del siglo XXI; y da esperanza la posibilidad de que ese señor viviera en un ambiente nuevamente cristiano, que viera el siglo XXI (y sus antecedentes ateos, desde el XVIII ilustrado al XX) como una excepción extraña en la evolución de la Historia.
ResponderBorrarEstá muy bien reflejado cómo la gente ha dejado de creer en Dios para deificar ciertos fenómenos naturales. El amor al medio ambiente es algo muy importante y muy bueno, pero si es un fin en si mismo, se vuelve algo absurdo, panteista, como refleja tu post. En España tenemos el caso del cambio climático, no sé si en Argentina se le dará importancia o no. En España, por parte de los socialistas y sus amigos, se le da tanta importancia que incluso alguno ha propuesto considerar delito la negación del cambio climático, como pasa con el Holocausto nazi. Es, sí, esa conversión de la naturaleza en Dios. Del tema del agua, al que aludes, mejor ni hablar, pues aquí, un país seco, provoca graves disputas entre regiones húmedas y regiones secas.
Y luego, lo que tú explicas bien: todo esto será lamentable, pero el afán cientifista ha llevado a un conocimiento asombroso de la naturaleza, que debería redundar en admiración y agradecimiento a Dios, no en alimentar de nuevo ese panteismo. La investigación genética, por ejemplo, debería habernos llevado a una mayor admiración por Dios y por cada persona humana, no en encontrar trucos para manipularla.
¿¿¿Por qué pones el texto entre comillas??? ¿Es tuyo o es copia de algún libro de los que lees?
Gracias por el comentario. Conocía el enojo de Arp por lo del cambio climático pero no conocía lo de esa posible ley (me parece deprimente y etiendo más a Arp).
ResponderBorrarNo puse entre comillas sino entre puntos suspensivos. Entre comillas puse unas palabras; esto es un recurso muy abusado y a veces se acude a él cuando en realidad uno no sabe qué palabra o expresión utilizar (por ahí había un post de Esperando Nacer que hablaba de eso pero ahora no lo encuentro).
Gracias por tu aclaración sobre los (...) y los "...". Me interesa el tema, buscaré el post de Esperando nacer, porque el único uso que yo conocía de (...) es cuando estás copiando un texto y hay partes que no te interesan copiar: "Blablabla (...) blablabla" (más fino que "Blablabla" y "blablabla"). No tenía ni idea de que se pudiera usar separadamente, como haces tú en tu post, así que buscaré el comentario del otro señor que citas.
ResponderBorrar¡Muy interesante! Y de acuerdo con vos en lo de que los descubrimientos científicos agrandan nuestra admiración por el Creador.
ResponderBorrarEfectivamente los (...) es lo que vos decís, para eso los uso, para lo mismo que vos (como acá juego a que es un fragmento, pongo esos puntos suspensivos antes y después).
ResponderBorrarLo que decía del abuso es de las comillas.
Gracias, Josefina.
Dice San Agustín "creo para entender y entiendo para creer".
ResponderBorrarMe parece la mejor relación entre la ciencia y la Fe.
Respetos.
Natalio
Muy buena frase, gracias y saludos Natalio.
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