Sucede un hecho curioso. La ciencia fue encontrando explicaciones (explicaciones científicas, por supuesto) para cosas que antes la gente solía llamar milagro. Pero el hombre sencillo, al ver que el hombre explica y domina el mundo con la ciencia, cree por momentos que dicha ciencia (o inclusive él mismo) tiene todo explicado. Como eso no es así, cuando algo se escapa a las explicaciones conocidas, esa gente dice: ¡Milagro! La cuestión es que, gracias a la pretensión de la ciencia, que va matando milagros, surgen nuevos milagros.
Quizás sea porque los sucesos de esta vida (y hasta los más ordinarios, como decía Chesterton) siguen siendo milagros. O misterios. Y frente a eso las explicaciones científicas no son más que peticiones de principio (son la descripción de una causa anterior, que nunca es la primera, y por eso no completa una explicación).
Si vamos al caso particular del bebé prematuro que había muerto médicamente y recuperó los signos vitales (ver aquí), el punto es otro.
Lo llamativo del caso no es que la ciencia no sepa o no haya previsto que eso podía hacerse. Lo que cuesta es entender por qué nos empeñamos en resolver ciertas cuestiones sólo con la ciencia, con lo trabajoso que es. La madre sabía que había que abrazar al bebé, aunque no lo decía en ningún manual. Otro de los tantos casos en que el hombre ya sabía hace mucho tiempo lo que la ciencia hoy confirma. ¡Tonto mundo en qué vivimos, en que hay que esperar a la ciencia para aprobar o regular nuestros actos!
Y encima se observa, entre líneas, lo cerrado o estructurado que puede ser el pensamiento si se queda en lo analítico de la ciencia. Se habla del contacto de la piel, y hasta se lo empieza a recomendar. Y está bien. ¡Pero qué piel ni piel! Se trata del contacto personal, de persona a persona, persona que es una unidad. Piel, latido de corazón, palabras de amor, amor. El amor es el que salva. ¿Cuándo va a catalogar la ciencia eso para que podamos empezar a usarlo?
(Parece que algo de esperanza puede haber. Milagrosamente, unas horas después de escribir este texto, encuentro este otro artículo).
Quizás sea porque los sucesos de esta vida (y hasta los más ordinarios, como decía Chesterton) siguen siendo milagros. O misterios. Y frente a eso las explicaciones científicas no son más que peticiones de principio (son la descripción de una causa anterior, que nunca es la primera, y por eso no completa una explicación).
Si vamos al caso particular del bebé prematuro que había muerto médicamente y recuperó los signos vitales (ver aquí), el punto es otro.
Lo llamativo del caso no es que la ciencia no sepa o no haya previsto que eso podía hacerse. Lo que cuesta es entender por qué nos empeñamos en resolver ciertas cuestiones sólo con la ciencia, con lo trabajoso que es. La madre sabía que había que abrazar al bebé, aunque no lo decía en ningún manual. Otro de los tantos casos en que el hombre ya sabía hace mucho tiempo lo que la ciencia hoy confirma. ¡Tonto mundo en qué vivimos, en que hay que esperar a la ciencia para aprobar o regular nuestros actos!
Y encima se observa, entre líneas, lo cerrado o estructurado que puede ser el pensamiento si se queda en lo analítico de la ciencia. Se habla del contacto de la piel, y hasta se lo empieza a recomendar. Y está bien. ¡Pero qué piel ni piel! Se trata del contacto personal, de persona a persona, persona que es una unidad. Piel, latido de corazón, palabras de amor, amor. El amor es el que salva. ¿Cuándo va a catalogar la ciencia eso para que podamos empezar a usarlo?
(Parece que algo de esperanza puede haber. Milagrosamente, unas horas después de escribir este texto, encuentro este otro artículo).
Qué interesante.
ResponderBorrarPodríamos decir que antes, cuando la ciencia era escasa y el desconocimiento mucho, todo se atribuía al milagro, y que con el avance de la ciencia se ha pasado al extremo contrario, como explicás, todo tiene explicación científica incluso lo que aún no la tiene, según avance la ciencia se podrá explicar lo que por ahora es un milagro.
Esta visión positivista tiene su ventaja: ¡hay cosas que realmente son milagro!, no tienen explicación científica ni nunca la tendrán, lo que deja un margen (excepcional) para la intervención directa de Dios. Si no me equivoco, esto es precisamente lo que la Santa Sede exige en las causas de los santos, curaciones imposibles, como las dos que citás en el post.
Muy interesante, de verdad.
Se ha despreciado tantas cosas en aras del ídolo CIENCIA que será una revolucion cuando caigamos totalmente en cuenta que el conocimiento instintivo y las creencias religiosas son algo más que supersticiones.
ResponderBorrar¿Ejemplos? éste es uno muy claro y decidor, pero se sabe de cosas que los "sabios y prudentes" -y yo agregaría y oportunistas- entontecidos por su soberbia no pueden explicar.
Saludos
Fernando, si "según avance la ciencia se podrá explicar lo que por ahora es un milagro", ¿qué pasará con los milagros que se incorporán en las causas de los santos? Me avergüenzo un poco pero no sé cómo es eso.
ResponderBorrarAlemamá, ¡qué buena revolución! ¡Quien pudiera verla!