(Hagamos esperar un poquito al hang). No sé si siguen Uds. los boletines de Notivida. A pesar de ser un tratamiento de los temas muy relacionado con lo legal (por la especialidad de sus autores, sin duda), los suelo leer para estar al tanto de lo que sucede. Me son muy útiles (si es que cabe esta definición).
La fecundación artificial es el tema que está ahora en el tapete. Al igual que en el tema del aborto, mi interés no nace de una vocación pro-vida. Yo soy católico, alcanza y sobra con eso. Lo que me provoca, cuando se habla de estos temas, es la cantidad de falacias argumentativas que se emplean (voluntariamente o involuntariamente). O, en el fondo, que nadie hable “de verdad” sobre el tema (o que piensen que la única verdad es la que se obtiene de mostrar, porque estaba oculto, lo que de hecho sucede, sin importar si eso es bueno o malo, si hay que cambiarlo o no, porque este último es para ellos un debate obsoleto y sólo moralismo).
Las técnicas de reproducción humana artificial implican el manipuleo (congelación, selección, eliminación, etc.) de gametos, embriones, etc. Distintos nombres para las distintas etapas de vida de quien no podemos negar de ninguna forma (ni siquiera científica) que se trate de un ser humano. Dado esto, debe ser muy claro para una recta razón el hecho de que la fecundación artificial no respeta la dignidad de la persona o, pónganlo en términos legales, el derecho a la vida desde la concepción (sea esta en el cuerpo o en un laboratorio).
Pero hay un punto más, que dudo haya tiempo para sacar a relucir. Y esto lo tienen que saber los católicos. Aunque la fecundación artificial, en un hipotético caso, sólo utilizara una célula de cada uno, padre y madre, sin terceros (homóloga), aunque la madre fuera la que lo lleve luego en el útero y luego sean los mismos padres los que lo críen, no sería adecuada a la moral católica.
Claro, habiendo tanta liberalidad para manipular embriones, ¿quien se va a dedicar a lograr una técnica que no descarte embriones? Pero sirve el caso teórico para iluminar la realidad.
La instrucción Dignitas personae dice, al final del inciso 12, citando a la Donum vitae: “La inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede admitir, salvo en el caso en que el medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una ayuda para que aquél alcance su finalidad natural”. Y dice en el punto 13: “Ninguna de estas técnicas [hablando de las técnicas “terapéuticas” admitidas que se aplican sobre los esposos] reemplaza el acto conyugal, que es el único digno de una procreación realmente responsable”.
El otro ser, el niño, es un ser “dado”. Puedo disponerme o no a su venida, buscar el momento adecuado, etc. (todo eso es paternidad responsable, cosa de humanos y no de animales). Pero no tengo yo libertad para disponer sobre su vida. Y no puedo fabricar una vida en un laboratorio. La vida la da Dios, yo sólo pongo a disposición el cuerpo. ¡Hay un punto tan sutil pero tan enorme detrás de esto!
Se me ocurren sólo algunas derivaciones. Veamos.
No tengo nada por lo cual tener remordimiento por haber traído alguien al mundo, si lo hice responsablemente. Menos aún si luego amo y cuido a quien, en el fondo, no fui yo quien permitió su existencia (¿quién puede asegurar la vida de otra persona o la propia misma?).
Nunca nadie me puede decir: “¿Cómo vas a traer un niño a este mundo lleno del maldad? Sos un inconsciente”. Y eso porque la vida es la voluntad de alguien superior, Alguien que da la vida al niño que nosotros concebimos en lo físico.
Pero si lo hacemos en laboratorio, ese concepto se diluye. No es raro que alguien se pueda sentir más responsable por ese hijo. Y eso es precisamente porque dichos padres tomaron “toda la responsabilidad”, buscaron (queriendo o no) poner todo en sus propias manos, olvidando lo “dado” de la vida.
La vida debe seguir siendo “dada” (y “quitada”, por cierto). El hombre no tiene derecho a manejarlas a piacere. Eso se deduce racionalmente de la evidencia de lo que la vida es. Algo dado.
La doctrina que la Iglesia defiende con fundamentos racionales, se puede proponer a la sociedad sin problemas. Y no es moralismo. La moral no la impone la Iglesia, se impone sola con tal que uno enfrente y acepte la verdad.
Otro tema (no menos importante, pero que viene después) es la dificultad para vivir de acuerdo a esto. Porque nos estamos metiendo con la vocación del hombre a la paternidad (y maternidad, por si pide aclaración alguna feminista). Y el drama de la dificultad de vivir de acuerdo a la doctrina católica creo que sólo lo conocen los que llevan el dolor de no poder concebir. Quienes espero que, si están leyendo, sepan disculpar la aparente frialdad de estas palabras.
¡Extraordinario post!
ResponderBorrarQuisiera hacer unas observaciones:
1- Sí, es importante tener ideas claras en estas materias, si no es fácil llegar a conclusiones monstruosas. Por ejemplo, la falta de ideas claras entre mucha gente (incluidos católicos practicantes) sobre el inicio de la vida lleva a comprender cosas como la selección de embriones para curar hermanos enfermos o a la investigación médica con los embriones sobrantes.
2- ¡Muy buena la matización de que vas a hablar de una fecundación en que se usa sólo un embrión, creado a partir del padre y de la madre gestante. Eso separa la discusión del otro tema, el de la destrucción de los embriones sobrantes.
3- Como católico tengo clara la falta de dignidad de la fecundación in vitro, pero no me parece que esto sea algo evidente para quien no sea creyente. Alguien de buena fe que no sea católico puede ver que ese procedimiento es un gran avance de la ciencia, similar a la construccion e implantación de un corazón artificial. Es, como dices, un asunto "sutil". Yo veo claro lo contrario, por fe, pero no estoy seguro de que sea algo evidente.
4- Por lo dicho en el párrafo anterior, sólo un matrimonio esteril (al que te refieres en tu último párrafo) con mucha fe puede renunciar a no usar la fecundación in vitro para tener hijos; si no está muy unido a la Iglesia es como pedirle a alguien con cáncer de médula que no se someta a un transplante.
5- Me hizo pensar la posibilidad de que alguien que se meta en una fecundación artificial sea más responsable con su hijo que otro que deja embarazada a su señora en un descuido: ha habido casos de gente que se ha metido en eso y luego han abortado al embrión porque no salía con el sexo que le dijo el médico.
6- Conforme contigo: la vida es esencialmente buena y digna de ser vivida, pese a tantos problemas y tantas penas. Traer un hijo al mundo no es hacerle una faena, es un gran favor.
Fernando,
ResponderBorrarCon respecto al punto 3, yo no digo que sea evidente. Pero creo que si se rescata la conciencia de la vida como algo "dado", el camino se abre a esa verdad.
Que la vida es algo "dado" es evidente. Sin llegar a decir "Dios Padre nos dio la vida", es evidente que nadie elige vivir y que la vida nos llega sin que querramos.
A partir de ese "don" que es la vida nace todo una actitud de respeto hacia la misma, que puede hacer que seamos "más prudentes" a la hora de traer una al mundo.
Por esto, y ahora respecto al punto 4, no es una locura pedirle a alguien, sea o no creyente, que no haga fecundación in vitro. Al contrario.
Punto 5. Yo no creo "que alguien que se meta en una fecundación artificial sea más responsable con su hijo que otro que deja embarazada a su señora en un descuido". Yo no lo comparé contra un caso de descuido. Además no puedo juzgar quien es más responsable que quien. Y por cierto, casi es una comparación sin sentido.
Totalmente de acuerdo. Cada vez es más necesaria la información porque se trata de temas que exigen un posicionamiento radical. Aquí no hablamos de ideologías, de política, de opinión. Hablamos de la vida y de la muerte, de la dignidad del ser humano y de su necesidad de respeto.
ResponderBorrarUn saludo!
Reforzando lo de la vida como algo dado, hoy se ve al hijo como un derecho, más que don, y esta es otra de las causas que hacen que después se "cansen" de "sus" hijos.
ResponderBorrarTambién estoy de acuerdo en que alguien no catolico pero de buena voluntad puede entender, que generar embriones y eliminarlos para poder lograr "su" hijo no es bueno.
Y si encima hay chicos que esperan ser adoptados, es una picardia.
Saludos,
Fer
Juan Ignacio, es claro que la vida es un don para todos, seamos creyentes o no, nos encontramos existiendo sin haberlo pedido o merecido. Pero para mucha gente que ha perdido la referencia de Dios, tener un hijo no es un don de Dios, sometido a las reglas que Él quiera poner, sino un derecho, como tienes derecho a que te trasplanten un corazón artificial si estás malo.
ResponderBorrarPor lo que veo, no entendí bien (más bien entendí al revés) el párrafo del post que empezaba por "Pero si lo hacemos en un laboratorio"; gracias por la aclaración, pues.
Eligelavida, pasé por tu blog y veo que estábamos con los mismos temas.
ResponderBorrarFer, buen punto, cuando alguien se canse en la educación de los hijos sabe que no importa, que es un mal momento, pero tiene una decisión para seguir adelante porque lo ve como una tarea encomendada. En cambio quien lo tuvo como un derecho puede tener una desazón terrible cuando se encuentra que se cansa.
Fernando, entiendo, pero a aquel que lo ve como un derecho se le podría hacer ver que no lo es. Porque será derecho suyo la existencia de otro. Si cuando es adulto no será más de su propiedad, porque ahora lo tratan como si fuera.
Estimado Juan:
ResponderBorrarExcelente lo tuyo! Muchísimas gracias por la explicación que me deja pensando.
Te confieso que, aunque abogado y católico, nunca me terminé de "meter" en estos temas. Veo (muy de cerca por desgracia) las angustias de padres y los documentos (que nunca me pongo a leer) y suelo hacer silencio (incluso mental).
Pero hay varias lineas en tu argumentación que, aunque conocidas por separado, me hacen pensar en su hilado.
REspetos vitales.
Natalio
Y olvidé felicitarte por el nuevo (ya no tanto) look del blog, muy bueno.
ResponderBorrarRespetos diseñados.
Natalio
Good post, thank you.
ResponderBorrar¿Cómo se me pasó esta maravilla de post? Excelente, Juan Ignacio, excelente.
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