Tomando el comentario de Ecazes sobre la entrada de la estadística de fecundidad, dejo algunas reflexiones personales (digo personales porque quiero decir que no sé si van en la dirección que tomaron los pensamientos de Ecazes).
Es cierto que mayor fecundidad no es índice de buenas condiciones de vida. Quién sabe las penurias que tengan que pasar los 7,6 hijos por mujer de Níger. Y es posible pensar que los casi hijos únicos de Ucrania tienen un buen pasar.
Pero también es cierto que la felicidad, aunque puede ser afectada por ellas, no depende finalmente de las condiciones materiales de vida. Y que se puede ser feliz en medio de las carencias. Esto rompe con las estadísticas y permite establecer una nueva relación. Mayor o menor fecundidad no son directamente relacionables con condiciones de vida, pero sí podrían relacionarse con felicidad.
Y si solo tengo en mi conocimiento un índice, el de fecundidad; si no conozco de costumbres, ni de guerras, ni de enfermedades, ni de carencias materiales, etc., me inclino a pensar que un pueblo puede ser más feliz si tiene muchos hijos que si tiene pocos. No que lo vaya a ser, pero sí que puede ser. No que Níger sea más feliz que Ucrania, pero sí que tiene algo más para serlo.
Es por eso que aunque Brasil sea ponderado por su floreciente economía, lo visite el presidente norteamericano, organice olimpiadas y tenga más copas mundiales de futbol que nosotros, yo manifesté entusiasmo por tener nosotros más hijos que ellos.
Y por supuesto que no es una competencia el tener más hijos. Porque no se trata en la vida de “tener más” hijos, sino sólo de “estar disponibles” a que vengan.
Una vez más, estoy de acuerdo contigo.
ResponderBorrarTengo varios casos de hijos únicos que unánimemente me han dicho que ha sido una cosa en contra de ellos.
Un sólo ejemplo: cuidar hijos y padres a la vez. Es una tremenda carga intransferible y no compartible.
No es abogar por más hijos porque sí, sino estar abierto a la vida y acogerla como un don.
¡Sí!
ResponderBorrarNo creo que haya relación directa entre fecundidad y felicidad, Juan Ignacio. Eso sólo vale si uno, teniendo los medios para limitar su número de hijos, opta por ser generoso y tener los que Dios quiera. Si tiene 7 porque no sabe lo que es un método anticonceptivo y además todos pasan hambre no creo que eso les dé ninguna felicidad.
ResponderBorrarQuizá la gente, en sociedades muy avanzadas, vaya volviendo a descubrir lo que decís en tu post y vaya animándose de nuevo a tener hijos: así se ve en tu tabla, en que los países ricos de Europa tienen más hijos que los países pobres como España: allí funcionan buenas políticas de fomento de la natalidad, porque el Estado es el primer interesado en que aumente.
Fernando,
ResponderBorrarYa creo que no es una relación directa Fernando.
Aunque es importante destacar que cualesquiera hayan sido las razones que llevaron a su concepción, los hijos son oportunidad única para crecer en el amor y así ser felices (padres e hijos).
Gracias por el entusiasmo, Mora Fandos. Y seguimos de acuerdo, Alemamá.
¡Que no nos falte!
ResponderBorrarAsí es, Juan Ignacio: como todo en la vida (la enfermedad, las dificultades, los tropiezos), los hijos son una ocasión para acercarse a Dios y ser felices. Pero esto no ocurre si uno no lo afronta con el espíritu correcto, como ocurre hoy en tantos matrimonios católicos.
ResponderBorrar¡Eh, se borraron comments! Este blogger es un falluto. Si no aparece en un rato les vuelvo a responder.
ResponderBorrarA mí también me pasó. Por mí no te preocupes, Juan Ignacio.
ResponderBorrarQué miedo.
ResponderBorrarYo había estado de acuerdo con Alemamá, había agradecido el entusiasmo de Mora Fandos y había dicho a Fernando que la relación fecundidad-felicidad no es algo que se da de hecho sino que es algo posible.
ResponderBorrarA lo que Mora Fandos había dicho queue no perdamos el entusiasmo y Fernando dicho que hay familias muy católicas que tienen hijos sin responsabilidad (ni felicidad), si no me equivoco.
Juan Ignacio, nadie puede discutir que leíste los posts con gran atención. Gracias por la parte que me toca.
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