miércoles, 26 de febrero de 2020

Sobre apellidos “um”, duraznos varios, ingleses “brechteanos”, etcétera...

Al parecer hay varios apellidos que terminan en “um”. Cuando yo era chico, el papá de mi amigo Diego veía películas con Robert Mitchum. Yo me cruzo en YouTube cada tanto, aunque todavía no lo conozco, con Jamie Cullum. Y hace unos días el señalador del Chevy habita en “La novela de dos centavos” (así la traducción de mi edición argentina), de Bertolt Brecht, donde un personaje se llama Jonathan Jeremiah Peachum.

Un breve apartado para hablar del señalador mencionado. El Chevy pasó coleando por sobre otro libro. Sabía que no iba a quedar allí. Cada vez más se forja su destino de señalador viajero. Y no por ser, como fue mentado, un señalador difícil. En “Estambul” (Pamuk) y recién en “Las lanzas coloradas” (Uslar-Pietri) fue perfecto. Y ahora está, como dije, en la “Dreigroschenroman” de Brecht. (En inglés es novela de “three penny”, en español es muy visto “tres centavos”. Ya sabré por qué es de “dos centavos” en esta edición argentina). Sigamos.

El tal Peachum era a primera vista un nombre curioso. Revisando mi inglés, resultó que Google me tradujo “peachum” como durazno, lo que yo conocía como “peach”, y me tradujo “peach” como melocotón. No me intrigué mucho por las diferencias.

La hija de Peachum en la historia es Polly y la llaman “Durazno”, según mi edición. Eso me hizo acordar a las Georgia peachs, que es como llaman a la muchachas de Georgia, Estados Unidos (donde los duraznos, la fruta, son famosos). Eso lo aprendí escuchando a las Larkin Poe. Pero acá no esperen coincidencia. Polly Peachum no es de Georgia, sino londinense.

Y me gustó como Brecht hizo a los londinenses Peachum y otros. Al menos en lo poco que voy leyendo. No sé si están técnica, humana o literariamente bien hechos, pero tengo un indicio de que sí. Los primeros relatos me hicieron sentir que estaba de vuelta con unos personajes ingleses con los que me encariñé en el David Copperfield. Ninguno en particular. Y no sé si están a su altura. Ni tan profundamente descritos. Pero yo me sentí allá, en el David Copperfield. Y eso algo quiere decir. Brecht lo hizo bien de alguna forma.

Y Brecht es algo enredado. Es fácil, entretenido, llevadero. Estoy empezando a entender las ironías, antes me parecían contradicciones. Creo que es “por ahí”. Pero siempre queda alguna frase colgando. ¿Cosa del tradittore? No lo sé.

Esta entrada no habló de casi nada. Se habrán dado cuenta. No hay sorpresa final tampoco.

Posdata de dos párrafos (27/2): Quizás hubiera sido tan traído de los pelos como adecuado, en una entrada tan divagante, hacer algunas menciones a Jamie Cullum. Es un artista consagrado. Pero no lo conozco, siempre le paso de costado. Recuerdo que le entregó un ramo de flores a Sílvia Pérez Cruz en el cierre de su presentación en el “50 Heineken Jazzaldia” de 2015 (clic aquí). Canta con Luisa Sobral una hermosa canción (clic aquí). Y solo eso. Y Luisa Sobral es Portugal. Y Portugal es unas bellas palabras de Uslar-Pietri (si es por encontrar relaciones circulares entre personas nombradas en la entrada). Quizás no haya otra oportunidad de traer a cuento esas palabras, así que las dejo acá, solo para que las disfruten:

Es tierra hermosa, llena de paisajes hondos, donde todo está como suavizado y pulido por la mano amorosa del hombre. Se siente una compenetración equilibrada entre el hombre y la tierra. Que es lo que verdaderamente podemos llamar civilización. Porque civilización no es solamente la abundancia de riqueza material y de medios, las muchas máquinas, los muchos dineros o las muchas novedades. Civilización es, sobre todo, esto que han hecho durante siglos los portugueses: darse a su tierra con amor entrañable para embellecerla, perfeccionarla y crear el más hermoso equilibrio entre ellos y ella”.
(Un turista en el cercano oriente)

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