Los “Cuentos completos” de Wilde pasaron como si nada. Ni entrada tuvieron, pobres. Los únicos que me gustaron fueron “El fantasma de Canterville, “El joven rey” y “El pescador y su alma”. Hoy me dice G. que le están haciendo leer “El crimen de lord Arthur Savile”. Ni me lo acordaba. Lo busqué y me di cuenta que le había hecho una marca en esta imagen:
“Cuando despertó lord Arthur estaba ya muy avanzada la mañana, y el sol de mediodía se filtraba a través de las cortinas de seda marfileña de su dormitorio. Se levantó y fue a mirar por el ventanal. Una vaga neblina de calor flotaba sobre la gran ciudad, y los tejados de las casas parecían de plata oxidada. Por el césped tembloroso de la plaza de abajo se perseguían unos niños como mariposas blancas, y las calles estaban llenas de gente que se dirigía a Hyde Park...”.
No sé si la ven como yo. Como cuando desde una ventana relativamente alta se ve la calle y sus movimientos pero sin que lleguen los ruidos, desde el silencio del interior (“sin sonido”, como diría un chico ahora influenciado por la vida tecnológica). Vistas así, las personas son como más leves. Como hormigas si marchan ordenados. Cómo mariposas los juegos de niños.
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