Si bien mi abuela hacía crucigramas (palabras cruzadas, las cruzadas), tengo un recuerdo de gran sabor ("Yo recuerdo una edad prometida del gozo; / ha dejado en mi lengua un entrañable / sabor de paraíso") de una época en que fuimos con mi amigo D. a Mar del Plata. Él me inició en las revisitas de juegos, donde no solo había crucigramas, sino todo tipo de acertijos. Hace unos días me surgió de golpe la necesidad de hacer alguno que otro y mi hija me prestó una revista que tenía desde hace unos veranos. Y ahí me enganché con un "autodefinido", que es como un crucigrama pero con las definiciones embutidas en los mismos cuadraditos (en los negros, los que no llevan letras). Y de golpe me vinieron ganas de hacer de esos. Terminé los de esa revista, compré una finita y ahora una gruesa como seis revistas juntas. Hasta ahora el asunto era lograr hacer alguno de punta a punta sin fallar y, obvio, sin consultar al diccionario (léase: buscar en Google). Pero en esta última revista la cosa se puso más difícil. Solo uno pude hacerlo de pe a pa. Y creo que es momento de, en vez de acertar, buscar. Exprimir un poco el balero pero al final, cuando ya se sabe imposible, buscar. Así durará más la actividad y tendré librito para años. Y no voy a decir: "y así se aprenden palabras" porque las palabras se aprenden usándolas y porque los crucigramas no tienen una finalidad útil, se hacen por el placer de hacerse. Las utilidades se las busca el que está intranquilo pensando que pierde el tiempo, el que debe justificarse, y así. Cuando los hacíamos con mí amigo D., él estudiaba para Analista de Sistemas y se decía que los crucigramas eran un pasatiempo muy común entre esa laya de gente (de la cual él después resultó no ser, aunque se haya recibido).
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