Hoy, Viernes Santo, me van a disculpar que toque temas tan triviales, que ya tenía escritos hace días.
Finalmente pude leer "Grandes Esperanzas" y fue muy agradable, como lo es siempre Dickens. Aunque en este caso no ha logrado ser entrañable para mí como la lectura, el mundo y los personajes de David Copperfield. También leí una novela de Robert Benson. “Señor del mundo”, con traducción de Castellani. Y “Taipi” de Herman Melville.
De fondo y de compañía están los Ensayos de Montaigne (uno cada muy tanto), “Misteriosa Buenos Aires”, de Mujica Láinez (¡escribía bien, eh!; nunca lo había leído). “La otra Buenos Aires”, de Delfin Leocadio Garasa (recién empiezo). Y esta cosilla especial que me encontré en un anaquel bajo:
Siempre quise leer algo de Hilaire Belloc y que no sea de cuestiones políticas de las que no entendería. Y si lo puedo leer en inglés, ¡qué mejor!
Se ve que lo usaban en el colegio Northlands y tiene notas de lápiz de algún dueño que tuvo. (Ver libros con etiquetas de librerías o bibliotecas o signos de uso de dueños anteriores, de ahora en adelante me hará acordar siempre del cuento “Memorias de Pablo y Virginia” de Mujica Láinez; por lo pronto ya me hacía acordar a Seiji Amasawa).
¡Ah, y trae una semblanza del autor hecha por Ronald Knox! ‘Toy chocho.
Este señalador no cumple ninguna regla de las que mandan cómo debe ser un señalador (por lo pronto es imposible abrir rápido en la página que señala) pero tiene un encanto que le viene de otro lado y aún no se cuál es.
Como cuando dicen que de acuerdo a las leyes de la física las abejas no podrían volar, pero sabemos que ellas vuelan y por lo tanto las leyes son las equivocadas, así también nosotros los estudiosos de los señaladores estamos prevenidos para estos resultados inesperados.
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