Aquello de acercarse a la naturaleza por el arte puede tener sus complicaciones, como le pasó a don Goethe en Italia:
"El 28 de noviembre volvimos a la Capilla Sixtina y pedimos que nos abriesen la galería más próxima del techo. En verdad, adelantábamos difícilmente, porque aquello es estrecho y en apariencia peligrosas las barras de hierro, por cuyo motivo los propensos al vértigo no siguieron. Bien compensa las dificultades la vista de la obra maestra. Tanto me absorbe, en el momento, Miguel Ángel que ni gusto de la naturaleza después de él, porque no puedo verla con ojos tan grandes como él la ve".
Yo di en llamarlo como un vicio en la mirada. Pero está claro que para él no es así. Su elevado concepto del arte queda claro unas páginas más adelante cuando dice:
“Fuera de los objetos de la Naturaleza, en todas sus partes verdadera y consecuente, nada habla tan alto como la huella de un hombre bueno e inteligente, y el arte noble, tan consecuente como aquélla”.
Es interesante también esto:
"Las pocas líneas que trazo en el papel apresuradamente [dibujos de paisajes], raras veces correctas, aclaran mis ideas de las cosas sensibles, pues uno se eleva a sintetizar cuando ve los objetos claros y precisos".
Y digan si acá no dice propiamente que la naturaleza imita al arte:
"El tiempo está increíble e indeciblemente bello (...). Busca uno el aire libre, y si hasta aquí se ha entretenido en dioses y héroes, ahora el paisaje reclama sus derechos y se identifica a cuanto me rodea y vivifica el espléndido día".
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