jueves, 11 de agosto de 2005

Estar conmigo mismo (300)

Tricentésima entrada que se hizo esperar. La usaré para los siguientes comentarios.
Estos días venía pensando en lo mucho que me distraigo con actividades variadas. No bien dispongo de un minuto libre (¡qué tema el del tiempo llamado "libre"!) ya tengo algo supuestamente importante que hacer. Me quejo de quien vive para los negocios y yo vivo mucho rellenando mis ratos de descanso con otro tipo de cosas "importantes": lo "necesario" de leer buenas obras, lo "útil" que es escribir algo en un blog, etc. Todo eso es importante, pero siento que últimamente es un arrojarme frenético hacia afuera y ser incapaz de estar solo conmigo mismo. Apenas si quizás logre estar bien para mi familia.
No os preocupéis, tengo quien me cuide. Aunque vuestras oraciones no estarán de más.
¡Salud lectores!
Posdata: a veces pienso (al decir de Santa Teresa de Ávila) que para llegar a la primera o segunda morada de nuestro castillo interior, ¡qué digo!, para apenas entrar en él, necesitaría que nos mudemos a la isla de Kerguelen (por allá, por allá). ¡Tan atrapante es la vida con sus obligaciones!

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