(…) Descubrí también un libro de Manuel J. Castilla, dedicado por el mismo Castilla a mis abuelos, fechado el 1º de agosto de 1964 en Salta.
Sí, el de Castilla-Leguizamón, uno de los grandes dúos compositores del folklore argentino. El libro se llama “De solo estar” y les dejo un fragmento, de recuerdos de la niñez:
El tiempo, de existir, era lento como una miel dorada.
Se lo notaba a ratos en esa casa añosa, sobre la siesta, cuando en la huerta del fondo, en medio del gran silencio, entre el leve crepitar de los insectos de los yuyarales y el zumbido insistido de los huancoiros junto a las viejas vigas del techo, caía con un ruido sordo, como un golpe de barro, algún durazno maduro.
La niñez..... ese paraiso atemporal, sí.
ResponderBorrarTu post me ha recordado aquella vieja poesía de Juan Ramón Jimenez que decía:
"Cuando yo era niñodiós,
era Moguer, este pueblo,
una blanca maravilla;
la luz con el tiempo dentro.
Cada casa era palacio
y catedral cada templo;
estaba todo en su sitio,
lo de la tierra y el cielo..."
s¡Genial!
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