¿Por qué todos los años las homilías de Cristo Rey empiezan con una aclaración de la “imagen del rey”?
Ya Eduardo desenmascaraba algunas falacias, hace un tiempo en la Revista Ens. Pero sin llegar al discurso moderno intelectual sobre reyes, monarquías, repúblicas y democracia en que se pierden algunos celebrantes, es de notarse que hay una urgencia por aclarar algo, y eso sería por la razón de que, sigo deduciendo, la gente parece tener un mal concepto de la palabra rey, o de lo que es un rey.
Hoy el cura comenzó más o menos así: “Vamos primero a aclarar un poco esta imagen del rey…” Y siguió: “No hay que pensar en ese rey que está sentado en un trono, lleno de oro, buscando la comodidad…”
En fin... Que estas cosas no ahoguen nuestro fervor religioso. Les dejo esta oración de reciente descubrimiento.
Por ser Hijo de Dios, Verbo encarnado,
porque en la cruz fue tuya la victoria,
y porque el Padre te vistió de gloria
con la luz del primer resucitado.
Por eso eres, Jesús, Rey coronado,
señor y Pantocrator de la Historia,
libertador de noble ejecutoria,
triunfador de la muerte y del pecado.
Ya sé que no es tu Reino de este mundo,
que es sólo dimensión de algo interior,
-lo más cordial del hombre y más profundo-
donde te haces presente y seductor;
allí donde tu encuentro es más fecundo,
allí donde tu Reino se hace Amor.
Poema de José Luis Martínez González
Él nos dijo: Mi reino no es de este mundo.
ResponderBorrar¡Muy lindo el soneto!
El cura de mi parroquia dijo exactamente lo mismo. No sé por que me sorprendo, en realidad.
ResponderBorrarMuy bueno el post, me quedo dándole vueltas al tema... pero me animaría a hacerle una corrección no al post sino al poema: que el reino de Jesús no es de este mundo es cierto, pero eso no quiere decir que se limite sólo a los corazones (esa fue la interpretación del liberalismo del texto bíblico, interpretación que relega la fe al ámbito de lo privado). Si el Reino no se plasma a nivel social, económico, político (lo cual no quiere decir que se identifique con una forma determinada de gobierno o un partido)... ¿hasta qué punto es Reino?
ResponderBorrarEs que el cambio se plasma en esos campos que decís, pero a través del cambio del corazón de las personas, que luego se vuelcan a esas actividades. Y no a través de las estrategias de renovación del mundo mediante su operación técnica.
ResponderBorrarUn poema debería poder decirlo todo, pero no es tarea fácil. Está bien que lo notes, a mí también me quedaron algunas dudas cuando enfatiza eso de "es sólo dimensión de algo interior".
Salud, Eduardo.
En eso totalmente de acuerdo. Como dice Gaudium et Spes, cuando afirma que los desajustes del mundo tienen su raíz en el desajuste del corazón humano (bueno, lo dice la Biblia antes, jejeje). Pero creo que es necesario explicitar las dos cosas. Y es cierto también que mejores estructuras y condiciones de vida "al estilo del Reino" favorecen un corazón donde Cristo pueda reinar, ¿no?
ResponderBorrar(...) ¿que ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Que ha traído?
ResponderBorrarLa respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios. Aquel Dios cuyo rostro se había ido revelando primeramente poco a poco, desde Abraham hasta la literatura sapiencial, pasando por Moisés y los Profetas; el Dios que solo había mostrado su rostro en Israel y que, si bien entre muchas sombras, había sido honrado en el mundo de los pueblos; ese Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios verdadero, El lo ha traído a los pueblos de la tierra.
Ha traído a Dios: ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo. Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo. Jesús ha traído a Dios y, con El, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino; la Fe, la esperanza y el amor. Solo nuestra dureza de corazón nos hace pensar que esto es poco. Si, el poder de Dios en el mundo es un poder silencioso, pero constituye el poder verdadero, duradero. La causa de Dios parece estar siempre como en agonía. Sin embargo, se demuestra siempre como lo que verdaderamente permanece y salva. Los reinos de la tierra, que satanás puso en su momento ante el Señor, se han ido derrumbando todos. Su gloria, su doxa, ha resultado ser apariencia. Pero la gloria de Cristo, la gloria humilde y dispuesta a sufrir, la gloria de su amor, no ha desaparecido ni desaparecerá.
Benedicto XVI, Jesus de Nazaret, cap. 2., Las tentaciones de Jesús.