La alegría es enorme. Siempre quise que seamos más que cuatro y, si Dios quiere, no llegará un nuevo año sin que lo seamos.
Estrictamente hablando ya lo somos, porque el nuevo niño va en la panza ya. Y no está de más declararlo en estos tiempos.
En estas materias no se trata sólo de planes que el hombre debe hacer, sino que hay que estar abierto a la voluntad de Dios. Pero siempre quise que seamos más. Y en momentos en que esto estaba lejos y no sabía si alguna vez sería realidad, me entristecía de pensar que podía no suceder. Le daba un valor muy importante a esto de tener más hijos. Fue entonces que pensé si acaso este deseo no era algo muy egoísta, un deseo muy mundano, algo vanidoso. Pero hoy, que se está haciendo realidad, sé que no es así. Hoy sé que ser más es una vocación.
“Uds., ¿por qué tuvieron hijos?”, preguntaba hace un tiempo un compañero de trabajo, sin hijos, que estaba pensando en qué hacer al respecto. Y nadie supo darle una respuesta. No porque seamos unos inconscientes, sino porque no hay una respuesta del tipo de la que buscábamos. Si están dadas las condiciones materiales y espirituales, ¿por qué tener o no tener? ¿Qué razón puede haber para una cosa o la otra? Yo siempre dije: hay que tener porque Dios lo pide, es su voluntad. Y es verdad que, sin Dios, es muy fácil creer que es una locura tener hijos.
Pero a mi compañero, a quien nombrarle a Dios en ese momento no hubiera ayudado (o quién sabe), podría haberle dicho otra cosa que descubrí días después. Tener hijos es una vocación. No busques razones como el mundo las entiende. Sólo tenelos.
Porque, en definitiva, ¿qué es la vocación? Quizás la clave esté en esas palabras de Benedicto XVI que providencialmente encontré en estos días. En Caritas in veritate habla del progreso y se refiere a él como una vocación. Una vocación porque, dice, nace de una llamada trascendente y es incapaz de darse su significado último por sí mismo.
En este tiempo en que decidimos ser más, siento una felicidad incomparable porque sé que estoy haciendo la voluntad de Dios, y compruebo que es a la vez mi felicidad. El agradecimiento a Dios es inmenso. Y también a M., con quien vamos creciendo en el amor que Dios nos da.
Estrictamente hablando ya lo somos, porque el nuevo niño va en la panza ya. Y no está de más declararlo en estos tiempos.
En estas materias no se trata sólo de planes que el hombre debe hacer, sino que hay que estar abierto a la voluntad de Dios. Pero siempre quise que seamos más. Y en momentos en que esto estaba lejos y no sabía si alguna vez sería realidad, me entristecía de pensar que podía no suceder. Le daba un valor muy importante a esto de tener más hijos. Fue entonces que pensé si acaso este deseo no era algo muy egoísta, un deseo muy mundano, algo vanidoso. Pero hoy, que se está haciendo realidad, sé que no es así. Hoy sé que ser más es una vocación.
“Uds., ¿por qué tuvieron hijos?”, preguntaba hace un tiempo un compañero de trabajo, sin hijos, que estaba pensando en qué hacer al respecto. Y nadie supo darle una respuesta. No porque seamos unos inconscientes, sino porque no hay una respuesta del tipo de la que buscábamos. Si están dadas las condiciones materiales y espirituales, ¿por qué tener o no tener? ¿Qué razón puede haber para una cosa o la otra? Yo siempre dije: hay que tener porque Dios lo pide, es su voluntad. Y es verdad que, sin Dios, es muy fácil creer que es una locura tener hijos.
Pero a mi compañero, a quien nombrarle a Dios en ese momento no hubiera ayudado (o quién sabe), podría haberle dicho otra cosa que descubrí días después. Tener hijos es una vocación. No busques razones como el mundo las entiende. Sólo tenelos.
Porque, en definitiva, ¿qué es la vocación? Quizás la clave esté en esas palabras de Benedicto XVI que providencialmente encontré en estos días. En Caritas in veritate habla del progreso y se refiere a él como una vocación. Una vocación porque, dice, nace de una llamada trascendente y es incapaz de darse su significado último por sí mismo.
En este tiempo en que decidimos ser más, siento una felicidad incomparable porque sé que estoy haciendo la voluntad de Dios, y compruebo que es a la vez mi felicidad. El agradecimiento a Dios es inmenso. Y también a M., con quien vamos creciendo en el amor que Dios nos da.
Felicitaciones! Saludos a finitud!
ResponderBorrar¡Muchas felicidades!
ResponderBorrarSaludos a M.(F.)
¡Felicidades, también a Mariana y a los (demás) niños, claro!
ResponderBorrarY es excelente lo que cuentas y cómo lo cuentas: ¡gracias!
"Hoy sé que ser más es una vocación". Olé, y muchísimas felicidades.
ResponderBorrarFelicitaciones!!!!
ResponderBorrarA mí me han preguntando también más de una vez por las prestaciones que se pueden adquirir al tener un hijo (tal cual, no exagero). Lo malo es contable, lo bueno es incontable, excede todo tipo de listas.
Nuevavida, nuevavida, vidanueva!
Hola, Juan Ignacio. ¡¡Muchas felicidades!!
ResponderBorrarSí, tener hijos y tener muchos hijos (por ejemplo, 3) es una vocación, en el sentido humano de la palabra (como en "tener vocación de médico"). Incluso si no se quiere citar a Dios, hay un algo espontaneo, un "¡porque sí!", similar a tu cita de Benedicto. Si tu compañero no sentía esa vocación es difícil que pudiérais darle ninguna razón humana válida. ¿Los tuvo, al final?
Si metes a Dios en medio, tener hijos, muchos hijos (por ejemplo, 3) entra dentro de la vocación de los casados, de una forma similar a la vocación que tenemos los solteros a no vivir para nosotros mismos, a abrirnos a los demás. En este sentido divino de vocación, uno sólo puede ser feliz si sale de su cascarón, si se vuelve pobre de espíritu y cumple el plan de Dios, como habeis hecho M. y tú. No me extraña que estés contento, pues.
Felicidades, rezaré nucho por vosotros.
Y ¡¡feliz Bicentenario!!, claro.
¡Muchísimas felicidades, también a M.! Tener hijos es una vocación: qué bueno para meditar. Abrazos desde Pamplona.
ResponderBorrarGracias, H, serán mandados, saludos hacia el norte.
ResponderBorrarD., muchas gracias (creo que entiendo eso de F.).
Ángel, que bueno que saludes desde Albión.
Enrique, gracias también.
Mae (¿se puede decir el nombre en la red?), muchas gracias también por el "canto".
Fernando, gracias por las felicitaciones, reflexión y saludo del bicentenario.
Javier, gracias y saludos de vuelta hacia Pamplona.
Tenía archivada tu entrada hace días para leerla con tiempo ya que no pude en el título descifrar lo enorme de la Noticia.
ResponderBorrar¡Felicitaciones!
¿Porque tener hijos? Preguntale a un padre que es lo mejor que hizo en su vida :-).
Felicitaciones de nuevo.
Un abrazo enorme para ambos, y mis más sinceras felicitaciones!!
ResponderBorrarGracias, XavMP, buena respuesta.
ResponderBorrarGracias, Milko, vi la hermosa entrada pero no comenté porque mientras lo escribía me parecía medio cursi lo que me salía. La verdad es que no hay nada más triste que hermanos peleados. Dios no lo permita.
!!Enhorabuena¡¡
ResponderBorrarYo tengo nueve y es lo mejor que he hecho en la vida.
Nueve, qué felicidad.
ResponderBorrarGracias por el testimonio María Jesús.
¡Qué maravilla!
ResponderBorrar¡Felicitaciones a toda la familia!
No entiendo cómo tardé tanto en ver esta noticia...
Me uno a tu alegría y también a tu agradecimiento.
Un abrazo a todos.
Gracias, Josefina.
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