Santo Dios,
yo te alabo porque hiciste a la mujer
del sueño del varón, de lo que duerme
en tu propia substancia enamorada,
de lo que arde en tus noches de antiquísimo novio,
y envuelto en el perfume de tu primer amor,
de tu primer dolor, fue que hiciste la tierra
virgen y madre, imagen de tu sueño
y la belleza del transitorio mundo
que en toda aparición repite a la mujer,
y le diste sus grandes ojos verdes
donde se ve una flor que es anterior al tiempo
y animales moviéndose en lo oscuro
y un hijo que procede, que sube eternamente
y eres Tú, carne insomne, adormecida
en la misericordia de sus pechos;
la creaste también para nosotros
madre que lava el mundo en las mañanas,
esposa que lo enciende en tu espíritu santo,
hermana que por las tardes nos reconcilia
con la cara en tinieblas del universo,
mujer que oficia todos los matrimonios
de los sexos ocultos del día y de la noche,
y ahora que proyectas la salvación del mundo
rodeaste su cintura de siete sacramentos
y en su hermosa cabeza teologal
el resplandor que alumbra las noches varoniles
y en sus manos el cáliz de sí misma
con la ofrenda sin nombre, con el conocimiento
y cuando acabe, Dios, tu larga seducción
y cuando nos despiertes en tu paraíso
mujer, novia celeste será lo que encontremos
en tu abrazo, en tu beso, en tu misterio
de femenina eterna caridad.
Al principio creí que se refería a la mujer, sin más, y me pareció un tema un poco extraño para un sacerdote. Sólo al llegar a lo de los siete sacramentos me di cuenta de que era una metáfora de la Iglesia, ya lo comprendí mejor.
ResponderBorrar(Recuerdo que fue gracias a tu blog, JI, como salí de un error: yo pensaba que este hombre era un sacerdote español del Opus Dei, me sorprendió saber que era chileno)
Gracias, Fernando.
ResponderBorrar¿Pensás que refiere incluso a la Iglesia al final?
(Te cuento que Ibañez Langlois tiene algunos poemas que hablan de la mujer, los hay muy lindos y los hay muy fuertes, siempre en el buen sentido).
No lo sé, Juan Ignacio, si al final habla de la muerte y de la salvación quizá no se refiera ya a la Iglesia sino al alma de cada uno o a la intercesión de María en el momento del juicio. Quizá el sentido de ella no sea único, sino que vaya variando a lo largo del poema, es difícil saberlo, ¿no?
ResponderBorrarDon José Miguel Ibáñez es sacerdote del Opus dei, y ha sido un notable crítico literario bajo el seudónimo de Ignacio Valente.
ResponderBorrarYo tengo de él el Libro de la Pasión,que me encanta. Siempre sin puntuación, sin respiros. Se los recomiendo.
Siempre son poemas en que Dios está en todas las expresiones del hombre, de la humanidad, como entiendo que es acá, incluyendo el sexo, por supuesto, que es algo de lo que no podemos prescindir por haber sido creados hombres o mujeres.
Saludos
Sí, ya lo creo, Fernando. Alemamá, gracias por la recomendación.
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