“Reino del revés”, dirán, cuando nos estudien en el futuro. “Calculaban el tamaño del universo, pero desde sus ciudades casi ni se veían las estrellas”.
“(...) El cuerpo era cuidado como la posesión más valiosa (alimentado con bajas calorías, entrenado con sofisticados aparatos), pero lo entregaban sin ningún reparo al primero que lo pedía (¡vaya generosidad!), que lo usaba y lo dejaba como si fuese un objeto más.
"(...) Llamaban "calidad de vida" a pasar todo el día dentro de institutos médicos en donde estudiaban el cuerpo, sus componentes, sus fluidos. De esta manera, decían, conservaban la salud.
"(...) Había médicos especializados en cada parte del cuerpo, pero trabajaban por separado. La cura que recetaba uno interfería con la cura que daba el otro, así que siempre estaba uno tratando de poner en equilibrio lo que otro desequilibraba.
"(...) En algunos casos se descubría que el problema era otro. Y que, por ejemplo, una obsesión desmedida por aumentar las riquezas, o un problema en la relación conyugal, era el disparador de todos los problemas físicos. Claro que ese descubrimiento no terminaba con el problema. En muchos casos, malos psicólogos ayudaban a seguir con el modo de vida que cada uno tuviera, pero aprendiendo a "no ponerse mal" por ello. Era una verdadera ruptura en el interior de la persona, cada vez más difícil de remediar. (...)"
Desde Madrid desde luego que no, en mi próximo post explico la causa.
ResponderBorrarAsí no más es. Lástima, son bellas y nos elevan a otros planos.
ResponderBorrarSaludos
Exacto, Alemamá, mucho nos perdemos de descubrir por tanto saber. Si bien un científico puede tener una capacidad contemplativa y caer de rodillas en alabanza a Dios al conocer el tamaño del universo, el alejamiento de la contemplación y el sumergimiento en tanto número no deben favorecer al conocimiento de lo escencial.
ResponderBorrarA ver, Fernando, como es eso entonces...
Entre la boina de polución que tiene Madrid y las luces que en lugar de iluminar hacia abajo, iluminan hacia arriba, aquí no nos enteramos de nada
ResponderBorrarCuriosa figura la del post que crece.
ResponderBorrarLa ampliación me gustó mucho, y especialmente el párrafo final, donde se describe bien una realidad tremenda. Antes había un sentimiento normal de culpa que aparecía cuando uno había hecho algo mal (por ejemplo, abortar). Ahora, como todos podemos hacer lo que queramos y todo está bien, si surge una extraña pena en el corazón no significa que haya que cambiar de comportamiento, sino de psicólogo, encontrar uno mejor con mejores pastillas que nos ayuden a volver a estar de buen humor.
Todo sea por que el cuerpo esté contento.