jueves, 1 de diciembre de 2011

¿A dónde iremos a parar? (III)

El fervor de la causa es lo que sorprende. Me esfuerzo por comprender cómo puede persistir tanto fervor por una causa que al menor análisis se derrumba como un castillo de naipes. La clave, creo, está en que nadie parece estar interesado en hacer el análisis. Ya nadie se fija en bien o mal, en orden o desorden.

Y si el fervor de la causa no se entiende por lo fundamentado de su pensamiento, solo lo puedo entender, por ahora, si me imagino a un niño gritando: “Déjenme hacer lo que que se me da la gana”. Claro que hay que ponerle nombres “inteligentes”: libertades individuales, conquistas sociales, derecho a decidir, y cosas así.

Y no es que no haya verdaderos derechos, verdaderas conquistas y verdaderas libertades. Pero precisamente por eso molesta aún más el uso de esas palabras. Creo que cada vez entiendo más a aquél que llamó a esto “cultura de la muerte”. (¿Hace falta recordar quién fue?)

5 comentarios:

  1. Lo malo, Juan Ignacio, es que no tiene parada, por lo que, quien entre por ahí, descubre que no se va "a ningún sitio", porque es un caer sin fin. Eso es el infierno, que comienza aquí. O cultura de la muerte, tan bien nombrado.

    Un saludo cordial

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  2. Inteligencia de la izquierda: lo de ellos son "derechos", lo de la derecha (libertad de escuela, por ejemplo) son "privilegios". ¿Quién puede oponerse a ampliar los "derechos"? ¿Quién puede oponerse a recortar los "privilegios"?

    En todo caso, no creo que sea tan infantil el planteamiento del (maldito) liberalismo: hay un edifico mental profundo que se basa en el ansia ilimitada de libertad que todos tenemos.

    No sabía que la frase fuera de JPII.

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  3. Gracias, estimados, por comentar. Si quieren algo mejor y bien dicho se leen esta entrada: clic, con la cual de paso aviso, a los que no se avivaron, que Eduardo volvió a las andadas y ya tiene su trilogía: poesía, música y blog-como-el-de-antes.
    Arrivederci.

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  4. Te dejé anotado apra un juego en mi blog, por si quieres hacerlo. No me enojo si no, te entiendo.

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  5. Por eso es tan importante no permitir que se mal usen los términos, mejor dicho, que se tergiversen

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