El ayuno es un tema que nos acompaña desde el inicio mismo del blog. Y suele volver cada tanto, especialmente cuando se acerca un Viernes Santo o, como en la próxima semana, el Miércoles de Ceniza.
El ayuno parece ser un problema serio y hasta una “obsesión” para el creyente (me incluyo). No es que el creyente de hoy abuse del ayuno. No, al contrario. Pero le crea un conflicto bárbaro. Cada vez que se acerca el día de la prescripción, se dedican varios minutos de homilías para hablar del tema. La gente se la pasa pensando cómo es eso, y por qué, y por qué no, y con qué lo remplazo, pero y si entonces… Y así. Si el sexo es el tema que parece obsesionar a la sociedad, el ayuno es el que tiene así a los creyentes.
Y por casa, ¿cómo andamos? La verdad es que no soy muy bueno ayunando. Pero no me gusta andar divagando con excusas o pensando cómo puedo remplazarlo. Prefiero más bien intentar cumplir aquello de una sola comida principal y no abundante y buscar otras pequeñas renuncias como dejar unas papas fritas, o dejar algún postre.
Mi párroco siempre insiste con lo mismo. Le encanta recalcar siempre que lo importante es la conversión y que “de qué me sirve el ayuno si no cambio” y etc. Habla como si se dirigiera a una grey que se excede en el precepto y ayuna hasta el exceso. Yo más bien creo que hoy en día las personas estamos más cerca del exceso en la comida que del exceso en el ayuno. Pero bueno, él confiesa seguido y conocerá a su rebaño.
Yo creo que en vez de andar haciendo tantos elucubramientos, de pensar qué obras buenas hacer que remplacen al ayuno y todo eso, es más fácil hacerse un ayunito y listo. Y el mismo gesto, que produce una molestia, ¿no es, como toda otra contrariedad o molestia, una buena ocasión para reflexionar, orar y convertirse? ¡No sé para qué la complican tanto!
Tu párroco tiene razón en parte, JI, pero sólo en parte.
ResponderBorrarTiene razón en que es preciso un verdadero dolor de los pecados, un síncero espanto por las ofensas que hacemos a Dios. Esto es difícil porque cada vez tenemos menos sentido moral y -en consecuencia- menos sentido de culpa. Sin este dolor, la penitencia cuaresmal puede caer en cierto voluntarismo, como el que dice "voy a estudiar todos los días dos horas de alemán".
Pero no tiene razón del todo: hace falta disciplina, hace falta voluntad, hace falta ejercer la penitencia, la caridad, la oración, aunque uno no lo sienta, porque si estamos esperando a sentirlo puede que no nos llegue nunca.
Conforme 100% con el final: son mejores una o dos pequeñas renuncias al día (las papas fritas) que andar amargado con continuas privaciones.
¿Todo en orden, JI?
ResponderBorrar(lo digo por el tren estrellado en BA).
Espero que sí.
Cuídate.
Yo ya no tengo obligación de ayunar y lo he ejercido, te diré, porque me cuesta horrores el ayuno y creo que nunca he cumplido a cabalidad. POr otro lado las indicaciones y ejemplos que vemos son tan contradictorias que uno no entiende muy bien los límites - en nuestros tiempos preocupan los límites por exceso- pero yo lo he tratado de hacer y lo entiendo como tú lo has planteado, y SIEMPRE que me ha tocado hacerlo he esperado con ansias las doce de la medianoche girando alrededor del refrigerador.....
ResponderBorrarDe cambiarlo por otra cosa, podría ser ayuno de internet o de consultar el móvil. Imposible que sea ayuno estricto en eso, pero limitar el consumo de esta droga es una buena opvción.
Un abrazo
Esperar las doce simplemente "no vale".
ResponderBorrarTodo en orden, Fernando.
Cuando, de niños, hacíamos alguna cosa muy difícil y muy tonta, mi abuela solía decirnos: "si os lo ponen como penitencia no lo hacéis". Y es verdad: somos capaces de hacer cosas dificilísimas cuando nos lo proponemos pero lo de obedecer, aunque sea en algo menudo, nos cuesta horrores.
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