martes, 22 de julio de 2014

Felices...

Veía a unos chicos de barrios muy pobres utilizar por unos días las instalaciones de un colegio grande, con muchos recursos, y pensaba. El primer pensamiento era algo como “ojalá esos chicos pudieran tener también un colegio como ese”. Pero luego me di cuenta que cuánto más bueno, cuánto más sano y cuánto más feliz que aquel deseo (que no es nada despreciable) es que haya un solo colegio, pero que un día se haya podido compartir.
 
De vuelta a lo de la entrada anterior. Porque la felicidad no está tanto en la ausencia de dolor o de injusticia (una meta humanamente imposible), sino en el amor que ponemos en medio del dolor o la injusticia.
 
(O, visto de otra manera, es el amor el que hace que el dolor y la injusticia queden superados).

4 comentarios:

  1. Me quedo con la tristeza inicial, Juan Ignacio: es una pena no tener algo necesario; la pena es aún mayor cuando por un día puedes disfrutarlo.

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  2. No es "necesario" tener un colegio como ese. Con menos alcanza.

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  3. Me encantaron tus dos entradas Juan Ignacio. Y de la segunda las dos cosas, el deseo de compartir y la reflexión de fondo.
    Totalmente de acuerdo. Y lo he comprobado en la vida personal.
    ¡Muchas gracias!

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  4. Me alegro, Josefina. ¿Cómo le fue a la hermana con el Adán?

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