(La advertencia ya la hice al final de la última entrada. Dios me libre de incoherencias).
Se me ocurren caminos racionales para explicarme muchas cosas. Y aunque nunca serán las explicaciones más completas, sirven para descubrir lo adecuadas a la razón que son muchas de las cuestiones doctrinarias de mi religión.
La religión no es sólo doctrina, y no es sólo razón. Además de lo que yo escriba, debemos saber que hay un aspecto más del tema (en los sacramentos, por ejemplo, está la gracia de Dios). Pero hoy me concentro en lo racional.
Si pensamos en el amor, necesitamos considerarlo como el don libre de uno mismo a otro, para su felicidad (y así la felicidad propia). Jesús propuso el amor y en su expresión más plena. Y eso es algo que cualquier persona podría aceptar sin negar su razón.
Si yo amo, hago don de mi mismo. Cuanto más entrega hay, más pleno es. Es por eso que "me doy a vos" es más amor que "te doy ciertas cosas". Y más pleno que "me doy por un tiempo a vos" es: "me entrego para siempre a vos".
Esta idea de amor, perfectamente entendible y racional, da mucho sustento a la concepción del matrimonio como algo irrevocable (para referirme a aquella cuestión surgida en la entrada en que hacía hablar a Julián Marías).
La conyugalidad se establece en el orden del ser --uno «es» esposo, como «es» padre, madre o hija-- pero al hacer de sí mismo un don en toda la dimensión masculina o femenina, se está comprometiendo el futuro: es decir, se hace entrega no sólo del instante, sino de toda la apertura de la biografía personal.
Lo último fue tomado de entrevista "¿Quién ha inventado el matrimonio?", a Juan Ignacio Bañares Parera (Barcelona, 1952), sacerdote y doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra y licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona.
Lo último fue tomado de entrevista "¿Quién ha inventado el matrimonio?", a Juan Ignacio Bañares Parera (Barcelona, 1952), sacerdote y doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra y licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona.
Haré un cierre con una pequeña reflexión directa (y sin intención de ofender a nadie). Nada me asegura que en algunos de los que vemos desde afuera como matrimonios estables no haya más costumbre o apariencia social que amor. Quizás dos que no logren seguir amándose lo hayan hecho aún más que aquellos primeros (quizás). Todo eso podría llegar a ser así, pero el matrimonio, con su irrevocabilidad, si la respetamos, es de una ayuda inmensa para seguir con el amor, para lograr felicidad, amor más pleno.
(Ojo que esto no pretende ser un juicio de nadie).
Un post para imprimir y llevar a la mesa de luz, Muy Bueno.
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