sábado, 27 de enero de 2007
Status: viator
miércoles, 24 de enero de 2007
Especial escena sanmartiniana
domingo, 21 de enero de 2007
Alarma
jueves, 18 de enero de 2007
De ella, en la noche
lunes, 15 de enero de 2007
Guitarras (toscana y neuquina)
Amantes de la guitarra, apúntense este otro dato. Damian Cazeneuve, guitarrista argentino, neuquino, fue el que interpretó esa pieza. Mi próxima misión en las disquerías: encontrar la grabación que Amadeus puso en el aire.
domingo, 14 de enero de 2007
Faites tout ce qu’il vous dira
Faites tout ce qu’il vous dira.
miércoles, 10 de enero de 2007
Más política y yo
(...) los católicos, aún no estando en el poder, aún siendo especialistas en perderlo como parecen serlo, han tenido y siguen teniendo una fuerza de supervivencia, que es, de alguna manera, una fuerza de orden político. Un vigor que, si no pertenece al orden del poder político, sí al orden de la resistencia política, lo cual es, de alguna manera, una cierta forma de poder.
(...) Se trata pues de una debilidad de la carne en la que brilla la fuerza del espíritu. Nuestro combate y nuestras armas son, como lo decía San Pablo, espirituales. Si llegamos a comprender esto nos desembarazamos de un falso sentimiento de debilidad, pero a la vez nos hacemos capaces de comprender cuál sería nuestra debilidad verdadera: nuestra falta de fe.
lunes, 8 de enero de 2007
Política y yo
Yo no hago política, porque estoy seguro de muy pocas cosas. Sin embargo, en mi opinión, esas pocas cosas son las cosas importantes. Son aquellas cosas de las que se puede estar seguro. El resto es política.
Yo no soy bueno para hacer política. Porque en política la duda es debilidad. Y como dice esta frase que encontré hace unos días en boca de un personaje de La bahía de silencio:
En materia de política y de ideas, no hay derecho a ser débil. Con la debilidad elevada al rango de virtud se gana el Reino de los Cielos, pero no se conquista el poder.
Por ellos mis oraciones. (Y las de ustedes por mí. Muchas gracias).
jueves, 4 de enero de 2007
Pena de muerte
La preservación del bien común de la sociedad exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítima autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte. Por motivos análogos quienes poseen la autoridad tienen el derecho de rechazar por medio de las armas a los agresores de la sociedad que tienen a su cargo. (2266)
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 1 enero 2007 (ZENIT.org).- La Iglesia católica es contraria a la pena de muerte, aún cuando el condenado sea culpable de graves delitos.
Así se ha encargado de recordarlo a la prensa, el sábado pasado, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, S.J.
(...)
“La postura de la Iglesia católica –contraria a la pena de muerte- ha sido subrayada varias veces. Matar al culpable no es el camino para reconstruir la justicia y reconciliar a la sociedad. Incluso existe el riesgo de que, al contrario, se alimente el espíritu de venganza y se siembre nueva violencia”, añade.
(...)
martes, 2 de enero de 2007
Juventud en "blog"
Juventud es voz que está por decirse; temprano tumulto agolpado ante demasiado estrecha puerta; voz que no tiene voz. De ahí que lo que está más cerca de la juventud sea el pronunciarse, que lo que la juventud reclama más vivamente es pronunciarse. Las juventudes que por una causa u otra no pueden decir su palabra, pronunciarse de un modo u otro, se frustran más tarde, y no en la realidad exterior, sino por dentro.
lunes, 1 de enero de 2007
El hombre común
La tesis es ésta: que la emancipación moderna en realidad ha sido una nueva persecución del Hombre Común. Si ha emancipado a alguien, de manera especial y por estrechos caminos, ha sido al Hombre Excepcional. Ha brindado una especie de libertad excéntrica a ciertos hobbies de los hombres de fortuna o, en ocasiones, a algunas de las locuras más humanas de la gente culta. Lo único que ha prohibido es el sentido común, como lo hubiera entendido la gente común. De esta manera, si comenzamos por los siglos XVII y XVIII, descubrimos que el hombre en realidad ha obtenido mayor libertad para fundar una secta. Pero el Hombre Común de ninguna manera quiere fundar una secta. Es mucho más probable que quiera, por ejemplo, fundar una familia. Y es exactamente allí donde es muy posible que los emancipadores modernos comiencen a frustrarlo: en nombre del progreso, en nombre del Infanticidio.