viernes, 29 de agosto de 2008

Cuarto aniversario

Volando pasan los años,
o yo estoy quieto. ¡Velay! No sé.
Así duda Abel Mónico Saravia en su zamba “¡Velay! No sé” (que la han podido escuchar de famosos interpretes como Los Chalchaleros o recientemente desempolvada por el Dúo Coplanacu).
En el día del cuarto aniversario de “Aquí estamos, pero de aquí no somos” se presenta más que nunca apropiada esa sentencia. Porque estoy convencido de que la existencia de este blog está muy relacionada en sus causas con la existencia de una pregunta que no dejamos de hacernos nunca: “¿Qué haré con mi vida?” Y a su vez la pregunta de qué hacemos con nuestras vidas está muy relacionada con el paso del tiempo.
Al margen de este aniversario, la frase me ha llamado la atención. ¿Qué quiere decir? ¿Si los años pasan rápido es que yo estoy quieto? ¿Quieto en qué sentido?
Muchas veces sentimos que el tiempo pasa rápido. Muchas veces decimos que eso sucede cuando hacemos algo con ganas. Al contrario, cuando un siente tedio por lo que hace lo único que espera es terminar y así muchas veces siente que el tiempo pasa lento. Entonces... si el tiempo pasa rápido es porque estamos haciendo cosas y con ganas. Pero eso no sería estar quieto.
Sin embargo, la frase es entendible desde el punto de vista de la ciencia física. Se trata de las velocidades relativas de dos cuerpos en movimiento. La velocidad de uno respecto a otro es la diferencia de las velocidades de cada uno tomadas respecto al mismo punto de referencia (dice más o menos algún manual o apunte). En este caso estamos los años y yo. Si yo no avanzo, los años pueden pasar rápido para mí. Si yo avanzo, no tan rápido.
Quizás la clave de todo pase por el lado del sentimiento de que la vida se nos va. Y quizás me falten algunos años para poder entenderlo mejor. Sería algo como que cuando uno está quieto, cuando no hace nada, un día se da cuenta de que la vida se fue.
Esto me hace volver al blog. Y el cuarto aniversario mete miedo. No sea que hubiera podido aprovechar el tiempo (y los bites) para otra cosa. En fin... el único consuelo es haber conocido a tanta gente por la que tengo un afecto especial. Con algunos nos vimos varias veces, con otros sólo una, con otros ninguna.
Pero no me pondré más sentimental que hasta ahí. ¡Me deseo un muy feliz aniversario!
(En el día del martirio de san Juan Bautista)

jueves, 21 de agosto de 2008

Alter Mundi - VIII. Isla de la Pasión


Si de Acapulco nos vamos Pacífico adentro en dirección sudoeste, al cabo de 1280 kilómetros divisaremos una isla deshabitada, un atolón coralino sobre el que descansan trece palmeras de forestación artificial como única vegetación. Este perdido lugar en medio del pacífico no nos dice nada a simple vista, pero tiene una historia que, si es según la relata Wikipedia, es digna de una película. Estamos hablando de la Isla de la Pasión (también llamada Isla Clipperton), actualmente posesión francesa.

Esta isla fue disputada por Francia, Estados Unidos y México. Si bien el primero que la avistó (sin desembarcar) fue Magallanes y por tal suceso pasó a ser parte de los dominios españoles, en 1711 los franceses la redescubren, llamándola Île de la Passion y reclamando la soberanía. El nombre de Clipperton, en cambio, le viene por el pirata inglés John Clipperton, que la descubre en 1705 y según cuenta una leyenda la usaba de refugio y hasta habría escondido allí un tesoro.

En 1821 México se independiza de España y se considera heredero de los derechos sobre la isla, incluyéndola explícitamente en la constitución como territorio nacional. En 1956, la Compañía Minera Americana del Guano reclamó la isla para los Estados Unidos de América. Luego en 1858, bajo el gobierno de Napoleón III, Francia se anexiona la isla como parte de Tahití. México la reclama nuevamente en 1897 y Estados Unidos toma posesión en 1898 (Guerra Hispano-Estadunidense). Finalmente en 1906, la Compañía Británica de las Islas del Pacífico adquiere los derechos de explotación de los depósitos de guano de la isla y, en conjunto con el gobierno mexicano, construye un asentamiento minero. Pero esto recién empezaba.

México construye un faro y guarnición militar al comando de un capitán llamado Ramón Arnaud. En 1914 cerca de cien personas vivían en la isla. Cada dos meses un barco con provisiones llegaba desde donde nosotros comenzamos el relato, Acapulco. Pero el estallido de la Revolución Mexicana hizo que se suspenda el servicio y los habitantes quedaron librados a su suerte. Para 1915 la mayoría de los habitantes habían muerto de escorbuto, pero por decisión del gobierno de la isla se decidió permanecer, rechazando incluso la posibilidad de irse ese mismo año en el USS Lexington de la marina estadounidense.

Ya en 1917 el capitán Arnaud había muerto en un intento fallido de navegar a tierra firme y conseguir ayuda. El guardián del faro, Victoriano Álvarez, resultó ser el único hombre que quedaba en la isla, junto con quince mujeres y niños. Pronto Álvarez se autoproclamó rey y comenzó una escalada de violaciones y asesinatos, antes de ser él mismo asesinado por una de sus víctimas. En julio de 1917, cinco mujeres y cuatro niños, los últimos sobrevivientes, fueron rescatados por el USS Yorktown.

En adelante la posesión se siguió disputando entre México y Francia. Vía Vaticano y su delegación al rey de Italia, Víctor Manuel III, en 1930 se falló en favor de Francia. Los franceses reconstruyeron el faro y establecieron un puesto militar en la isla, el cual duró sólo siete años. La isla estuvo también en la mira de Franklin Delano Roosevelt, quien en 1944 ordenó la ocupación de la isla por parte de la marina, en lo que fue una de las operaciones más secretas de la Segunda Guerra Mundial. Francia por su parte la evaluó como posible campo para pruebas nucleares, como centro turístico y de comercio (adaptación e infraestructura mediante), puerto pesquero y hasta basurero nuclear, pero ninguno de los planes fueron llevados a cabo.

La isla ha estado abandonada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y sólo ha sido visitada por pescadores deportivos, patrullas de la marina francesa, pescadores mexicanos de atún y tiburón y exploradores como Jacques Cousteau, Lance Milbrand (National Geographic) o Jean-Louis Étienne.

Y película no sé si se ha hecho, pero sí un libro de edición mexicana, cuya autora es la colombiana Laura Restrepo y se llama “La Isla de la Pasión”.

(Recuerden que mañana es Santa María Virgen, Reina)

viernes, 15 de agosto de 2008

Folklores (un análisis nuevo)


Decimos presente en este día de fiesta, día de la Asunción de la Virgen María. Y lo hacemos con un material cuyo autor, el estimado Sangre Azul, me ha hecho llegar y, accediendo a mi pedido, me ha autorizado a publicar.

Se trata de una clasificación de tipos musicales que, a pesar de referirse solamente al folklore argentino, sienta un precedente al buscar romper la limitación del análisis basado en derechas e izquierdas.

Este análisis presenta conclusiones discutibles. Yo mismo tengo algunas divergencias en la ubicación de algunos de los autores o intérpretes en la imagen que precede la entrada. A pesar de eso, el análisis sigue siendo válido y anima a proseguir a partir de él.

Abajo verán la tabla de definiciones de la que nace la muestra gráfica. Un lujo de trabajo. Agradecemos al eximio ex-bloguero Sangre Azul por el invalorable aporte.

domingo, 10 de agosto de 2008

Tanto insistió...

Solyenitsin por acá, Solyenitsin por allá, Solyenitsin por acullá... Me hicieron acordar que una vez compré en usados “Un día en la vida de Iván Denísovich”. Lo subí algunos peldaños en la lista de espera.

No contento con eso, Solyenitsin (así está escrito por aquí, ¿por qué las castellanizaciones de los nombres rusos tienen tantas variantes?) siguió insistiendo. Ayer, mientras hacía un breve paseo de espera por el viejo barrio, no pude evitar sucumbir a la tentación de la librería de usados. Allí estaba el ruso, ofreciéndose en una edición argentina llamada “Cuentos en miniatura”. Que sí, que no, que sí, que no... que sí.

Valió la pena. Colgué por unos días el libro “programado” y estoy leyendo estos geniales cuentos. Sin duda que hay muchos y quizás mejores, pero al que tenga un minuto le dejo éste (que de paso tiene un aire de los episodios de Elías en la primera lectura de hoy, 1 Rey 19, 9.11-13, y además me trae recuerdos de pensamientos de hace tiempo).

TORMENTA EN LAS MONTAÑAS
Nos alcanzó en una noche tenebrosa antes del cruce de la montaña.
Habíamos salido arrastrándonos de nuestras carpas y esperábamos.
Venía hacia nosotros por encima de la cordillera.
Todo era oscuridad, no se podía discernir el cielo, la tierra, el horizonte. Pero resplandecía el relámpago desgarrador, que separaba las tinieblas de la luz. Salían las montañas gigantes Belolakai y Dyugutrurlichat y también los pinos negros de muchos metros, casi de la altura de las mismas montañas. Sólo por un momento podíamos ver que existía la tierra firme, y luego todo era de nuevo tinieblas y abismos.
Los fulgores de los relámpagos se aproximaban, alternaba el brillo con la oscuridad, el resplandor blanco, el resplandor rosado, el resplandor violeta y siempre en los mismos lugares aparecían las montañas y los pinos asombrándonos con su grandeza; cuando desaparecían era difícil creer que existían.
La voz del trueno llenó los desfiladeros y dejó de oírse el rugido constante de los ríos. Cual flechas de Jehová, caían los relámpagos en la cordillera y se rompían en serpentinas y chorritos como si se derramaran contra las rocas o bien derribaran y derramaran ahí algo vivo.
Y nosotros... nosotros nos olvidamos de temer al relámpago, al trueno, a la lluvia torrencial y nos tornamos semejantes a una gota del mar que no teme a la tormenta. Nos convertimos en una insignificante y agradecida partícula de este mundo.
De este mundo que hoy volvió a crearse ante nuestros ojos.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Instituiré una nueva costumbre

Todo comenzó hace tiempo cuando fui a la casa vacía de mi abuela y vi los regalos que le habíamos hecho en los últimos años. ¡Tanto valor que tenían entonces y hoy que ya no son nada!
Hoy pensé que voy a instituir una nueva costumbre. No requiere la abolición de las anteriores.

Quien cumple años, en ocasión de tan importante suceso, deberá regalar uno de sus bienes o posesiones. De esta manera se preparará verdaderamente para la vida y para la muerte.
...

Tienen razón los que piensan que sería muy duro para los niños. Quien empieza en esta vida necesita ayuda, apoyos, herramientas para avanzar. A veces son espirituales, a veces se simbolizan con regalos materiales. Bien, bien, estoy de acuerdo...
Digamos entonces que esta nueva costumbre y su rito correspondiente (aún sin definir) serán adoptados por las personas desde la mayoría de edad, que podrá ser la edad de 18 años. Para empezar puede ser algo sencillo y simbólico. Luego, a medida que pasen los años, esta entrega terminará siendo más importante que los regalos que el dueño del aniversario reciba.
En fin, hay que darle un poco más de vueltas, pero la idea ya está.
(En otro plano, hoy festejamos la Transfiguración de Jesucristo; un acontecimiento de oración, como lo llamó Benedicto XVI en el libro “Jesús de Nazaret”, donde se ve la íntima compenetración de Jesús, Luz de Luz, con el Padre. Se lee Mt 17, 1-9).

domingo, 3 de agosto de 2008

La liturgia, tesoro de la Iglesia

En el mensaje de Benedicto XVI a los participantes del 49º Congreso Eucarístico Internacional, realizado en Québec en junio de 2008, se destacó la frase: “La liturgia no nos pertenece”.
Me imagino que esas palabras no son solamente un llamado a la prudencia en el cuidado de las formas litúrgicas. Además de eso, que lo es, creo que esas palabras nos dicen que estamos, como pasa con otras cosas que son custodia de la Iglesia, ante un misterio que ni nosotros mismos conocemos plenamente.

Cuando Benedicto XVI dice: “La liturgia no nos pertenece a nosotros: es el tesoro de la Iglesia”, está incluyéndose a él mismo. A él, que sería uno de los más indicados, por su jerarquía, para decidir sobre reformas litúrgicas en la celebración eucarística. Pero no. Como se trata de algo de origen divino, se trata de un misterio que no podemos comprender en su totalidad. Y eso nos obliga a ser prudentes en su tratamiento. (Si no me equivoco, este mismo criterio de prudencia guía la posición de la jerarquía eclesiástica frente a otras realidades como el celibato en el orden sagrado, el rol de la mujer en la Iglesia, etc.)

Bien, pero no todo es alerta “pasiva” en el mensaje de Benedicto. Benedicto XVI también propone la acción. Hay que estudiar el misterio eucarístico y la liturgia. Y para eso exhorta a profundizar en el texto de la constitución Sacrosantum Concilium del Concilio Vaticano II sobre la sagrada liturgia.

Me la leí, que no es lo mismo que estudiarla ni profundizarla. Así que les dejo casi como una curiosidad una de las propuestas que se hacen allí en la constitución. En el punto 40, a raíz de la necesidad de la adaptación de la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos:

2) Para que la adaptación se realice con la necesaria cautela, la Sede Apostólica concederá, si es preciso, a la misma autoridad eclesiástica territorial, la facultad de permitir y dirigir las experiencias previas necesarias en algunos grupos preparados para ello y por un tiempo determinado.

(Je, para los que dicen que la Iglesia no es moderna. ¿No es este un verdadero estudio como el que hacen las empresas antes del lanzamiento de productos o películas cinematográficas?)

Benedicto XVI no quiere ir “para atrás” a la época preconciliar, como dice y cree la comunicación masiva (perdón la obviedad). Benedicto refiere siempre al Concilio Vaticano II. Por supuesto, tiene una idea formada sobre lo que pasó, pasa, puede pasar y sería mejor que pase. Para cerrar recordemos lo que escribió como Joseph Ratzinger en el prefacio de “Introducción al espíritu de la liturgia”:

Puede decirse que la liturgia, tal como era vivida por aquellos años -hablamos de 1918- se asemejaba a un fresco conservado indemne, pero que yacía casi oculto por el estuco. En el misal, del que se valía el sacerdote para celebrar la Eucaristía, se hallaba del todo presente el desarrollo de las formas litúrgicas a partir de los orígenes. Sin embargo, para los fieles estaba como escondida detrás de formas devocionales privadas. Gracias al movimiento litúrgico y, sobre todo, y de manera definitiva, al Vaticano II, el fresco quedó a la vista de todos, dejándonos repentinamente fascinados por sus formas y colores.
Pero después, este fresco ha sufrido daños de gran consideración, hasta amenazar ruina, por falta de las necesarias acciones de restauración y reconstrucción y por la propia respiración de las masas que lo contemplan. Todo esto puede llegar a ser grave, si no se arbitran inmediatamente los medios necesarios para evitar tan perniciosos efectos. Naturalmente que no se puede volver a cubrir el fresco con estuco. Sin embargo, hace falta volver al profundo respeto que exige la liturgia. Se impone una nueva percepción de sus mensajes y de sus realidades, a fin de que el redescubrimiento de la liturgia no se convierta en el primer paso hacia su destrucción definitiva.