o yo estoy quieto. ¡Velay! No sé.
viernes, 29 de agosto de 2008
Cuarto aniversario
o yo estoy quieto. ¡Velay! No sé.
jueves, 21 de agosto de 2008
Alter Mundi - VIII. Isla de la Pasión
Esta isla fue disputada por Francia, Estados Unidos y México. Si bien el primero que la avistó (sin desembarcar) fue Magallanes y por tal suceso pasó a ser parte de los dominios españoles, en 1711 los franceses la redescubren, llamándola Île de la Passion y reclamando la soberanía. El nombre de Clipperton, en cambio, le viene por el pirata inglés John Clipperton, que la descubre en 1705 y según cuenta una leyenda la usaba de refugio y hasta habría escondido allí un tesoro.
En 1821 México se independiza de España y se considera heredero de los derechos sobre la isla, incluyéndola explícitamente en la constitución como territorio nacional. En 1956, la Compañía Minera Americana del Guano reclamó la isla para los Estados Unidos de América. Luego en 1858, bajo el gobierno de Napoleón III, Francia se anexiona la isla como parte de Tahití. México la reclama nuevamente en 1897 y Estados Unidos toma posesión en 1898 (Guerra Hispano-Estadunidense). Finalmente en 1906, la Compañía Británica de las Islas del Pacífico adquiere los derechos de explotación de los depósitos de guano de la isla y, en conjunto con el gobierno mexicano, construye un asentamiento minero. Pero esto recién empezaba.
México construye un faro y guarnición militar al comando de un capitán llamado Ramón Arnaud. En 1914 cerca de cien personas vivían en la isla. Cada dos meses un barco con provisiones llegaba desde donde nosotros comenzamos el relato, Acapulco. Pero el estallido de la Revolución Mexicana hizo que se suspenda el servicio y los habitantes quedaron librados a su suerte. Para 1915 la mayoría de los habitantes habían muerto de escorbuto, pero por decisión del gobierno de la isla se decidió permanecer, rechazando incluso la posibilidad de irse ese mismo año en el USS Lexington de la marina estadounidense.
Ya en 1917 el capitán Arnaud había muerto en un intento fallido de navegar a tierra firme y conseguir ayuda. El guardián del faro, Victoriano Álvarez, resultó ser el único hombre que quedaba en la isla, junto con quince mujeres y niños. Pronto Álvarez se autoproclamó rey y comenzó una escalada de violaciones y asesinatos, antes de ser él mismo asesinado por una de sus víctimas. En julio de 1917, cinco mujeres y cuatro niños, los últimos sobrevivientes, fueron rescatados por el USS Yorktown.
En adelante la posesión se siguió disputando entre México y Francia. Vía Vaticano y su delegación al rey de Italia, Víctor Manuel III, en 1930 se falló en favor de Francia. Los franceses reconstruyeron el faro y establecieron un puesto militar en la isla, el cual duró sólo siete años. La isla estuvo también en la mira de Franklin Delano Roosevelt, quien en 1944 ordenó la ocupación de la isla por parte de la marina, en lo que fue una de las operaciones más secretas de la Segunda Guerra Mundial. Francia por su parte la evaluó como posible campo para pruebas nucleares, como centro turístico y de comercio (adaptación e infraestructura mediante), puerto pesquero y hasta basurero nuclear, pero ninguno de los planes fueron llevados a cabo.
La isla ha estado abandonada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y sólo ha sido visitada por pescadores deportivos, patrullas de la marina francesa, pescadores mexicanos de atún y tiburón y exploradores como Jacques Cousteau, Lance Milbrand (National Geographic) o Jean-Louis Étienne.
Y película no sé si se ha hecho, pero sí un libro de edición mexicana, cuya autora es la colombiana Laura Restrepo y se llama “La Isla de la Pasión”.
(Recuerden que mañana es Santa María Virgen, Reina)
viernes, 15 de agosto de 2008
Folklores (un análisis nuevo)
Se trata de una clasificación de tipos musicales que, a pesar de referirse solamente al folklore argentino, sienta un precedente al buscar romper la limitación del análisis basado en derechas e izquierdas.
Este análisis presenta conclusiones discutibles. Yo mismo tengo algunas divergencias en la ubicación de algunos de los autores o intérpretes en la imagen que precede la entrada. A pesar de eso, el análisis sigue siendo válido y anima a proseguir a partir de él.
Abajo verán la tabla de definiciones de la que nace la muestra gráfica. Un lujo de trabajo. Agradecemos al eximio ex-bloguero Sangre Azul por el invalorable aporte.
domingo, 10 de agosto de 2008
Tanto insistió...
No contento con eso, Solyenitsin (así está escrito por aquí, ¿por qué las castellanizaciones de los nombres rusos tienen tantas variantes?) siguió insistiendo. Ayer, mientras hacía un breve paseo de espera por el viejo barrio, no pude evitar sucumbir a la tentación de la librería de usados. Allí estaba el ruso, ofreciéndose en una edición argentina llamada “Cuentos en miniatura”. Que sí, que no, que sí, que no... que sí.
Valió la pena. Colgué por unos días el libro “programado” y estoy leyendo estos geniales cuentos. Sin duda que hay muchos y quizás mejores, pero al que tenga un minuto le dejo éste (que de paso tiene un aire de los episodios de Elías en la primera lectura de hoy, 1 Rey 19, 9.11-13, y además me trae recuerdos de pensamientos de hace tiempo).
TORMENTA EN LAS MONTAÑAS
Nos alcanzó en una noche tenebrosa antes del cruce de la montaña.
Habíamos salido arrastrándonos de nuestras carpas y esperábamos.
Venía hacia nosotros por encima de la cordillera.
Todo era oscuridad, no se podía discernir el cielo, la tierra, el horizonte. Pero resplandecía el relámpago desgarrador, que separaba las tinieblas de la luz. Salían las montañas gigantes Belolakai y Dyugutrurlichat y también los pinos negros de muchos metros, casi de la altura de las mismas montañas. Sólo por un momento podíamos ver que existía la tierra firme, y luego todo era de nuevo tinieblas y abismos.
Los fulgores de los relámpagos se aproximaban, alternaba el brillo con la oscuridad, el resplandor blanco, el resplandor rosado, el resplandor violeta y siempre en los mismos lugares aparecían las montañas y los pinos asombrándonos con su grandeza; cuando desaparecían era difícil creer que existían.
La voz del trueno llenó los desfiladeros y dejó de oírse el rugido constante de los ríos. Cual flechas de Jehová, caían los relámpagos en la cordillera y se rompían en serpentinas y chorritos como si se derramaran contra las rocas o bien derribaran y derramaran ahí algo vivo.
Y nosotros... nosotros nos olvidamos de temer al relámpago, al trueno, a la lluvia torrencial y nos tornamos semejantes a una gota del mar que no teme a la tormenta. Nos convertimos en una insignificante y agradecida partícula de este mundo.
De este mundo que hoy volvió a crearse ante nuestros ojos.
miércoles, 6 de agosto de 2008
Instituiré una nueva costumbre
Quien cumple años, en ocasión de tan importante suceso, deberá regalar uno de sus bienes o posesiones. De esta manera se preparará verdaderamente para la vida y para la muerte.
Tienen razón los que piensan que sería muy duro para los niños. Quien empieza en esta vida necesita ayuda, apoyos, herramientas para avanzar. A veces son espirituales, a veces se simbolizan con regalos materiales. Bien, bien, estoy de acuerdo...
domingo, 3 de agosto de 2008
La liturgia, tesoro de la Iglesia
Cuando Benedicto XVI dice: “La liturgia no nos pertenece a nosotros: es el tesoro de la Iglesia”, está incluyéndose a él mismo. A él, que sería uno de los más indicados, por su jerarquía, para decidir sobre reformas litúrgicas en la celebración eucarística. Pero no. Como se trata de algo de origen divino, se trata de un misterio que no podemos comprender en su totalidad. Y eso nos obliga a ser prudentes en su tratamiento. (Si no me equivoco, este mismo criterio de prudencia guía la posición de la jerarquía eclesiástica frente a otras realidades como el celibato en el orden sagrado, el rol de la mujer en la Iglesia, etc.)
Bien, pero no todo es alerta “pasiva” en el mensaje de Benedicto. Benedicto XVI también propone la acción. Hay que estudiar el misterio eucarístico y la liturgia. Y para eso exhorta a profundizar en el texto de la constitución Sacrosantum Concilium del Concilio Vaticano II sobre la sagrada liturgia.
Me la leí, que no es lo mismo que estudiarla ni profundizarla. Así que les dejo casi como una curiosidad una de las propuestas que se hacen allí en la constitución. En el punto 40, a raíz de la necesidad de la adaptación de la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos:
2) Para que la adaptación se realice con la necesaria cautela, la Sede Apostólica concederá, si es preciso, a la misma autoridad eclesiástica territorial, la facultad de permitir y dirigir las experiencias previas necesarias en algunos grupos preparados para ello y por un tiempo determinado.
Benedicto XVI no quiere ir “para atrás” a la época preconciliar, como dice y cree la comunicación masiva (perdón la obviedad). Benedicto refiere siempre al Concilio Vaticano II. Por supuesto, tiene una idea formada sobre lo que pasó, pasa, puede pasar y sería mejor que pase. Para cerrar recordemos lo que escribió como Joseph Ratzinger en el prefacio de “Introducción al espíritu de la liturgia”:
Puede decirse que la liturgia, tal como era vivida por aquellos años -hablamos de 1918- se asemejaba a un fresco conservado indemne, pero que yacía casi oculto por el estuco. En el misal, del que se valía el sacerdote para celebrar la Eucaristía, se hallaba del todo presente el desarrollo de las formas litúrgicas a partir de los orígenes. Sin embargo, para los fieles estaba como escondida detrás de formas devocionales privadas. Gracias al movimiento litúrgico y, sobre todo, y de manera definitiva, al Vaticano II, el fresco quedó a la vista de todos, dejándonos repentinamente fascinados por sus formas y colores.
Pero después, este fresco ha sufrido daños de gran consideración, hasta amenazar ruina, por falta de las necesarias acciones de restauración y reconstrucción y por la propia respiración de las masas que lo contemplan. Todo esto puede llegar a ser grave, si no se arbitran inmediatamente los medios necesarios para evitar tan perniciosos efectos. Naturalmente que no se puede volver a cubrir el fresco con estuco. Sin embargo, hace falta volver al profundo respeto que exige la liturgia. Se impone una nueva percepción de sus mensajes y de sus realidades, a fin de que el redescubrimiento de la liturgia no se convierta en el primer paso hacia su destrucción definitiva.