martes, 22 de julio de 2014

Felices...

Veía a unos chicos de barrios muy pobres utilizar por unos días las instalaciones de un colegio grande, con muchos recursos, y pensaba. El primer pensamiento era algo como “ojalá esos chicos pudieran tener también un colegio como ese”. Pero luego me di cuenta que cuánto más bueno, cuánto más sano y cuánto más feliz que aquel deseo (que no es nada despreciable) es que haya un solo colegio, pero que un día se haya podido compartir.
 
De vuelta a lo de la entrada anterior. Porque la felicidad no está tanto en la ausencia de dolor o de injusticia (una meta humanamente imposible), sino en el amor que ponemos en medio del dolor o la injusticia.
 
(O, visto de otra manera, es el amor el que hace que el dolor y la injusticia queden superados).

miércoles, 9 de julio de 2014

Felices los misericordiosos

El siguiente fragmento de Hermann Hesse habla de la felicidad que se obtiene cuando, en medio del dolor, actúa el amor. Decirlo es locura, pero es el secreto del mensaje cristiano y el secreto de la vida. ¿Cómo proponerlo, si es locura a la vista del mundo? Y sin embargo, no podemos evitar proclamarlo. Leer este pasaje me hizo acordar a la felicidad que yo sentía cuando en casa todos se movían para ayudar a algún familiar enfermo. ¿Cómo podía yo sentir felicidad cuando había alguien enfermo? A veces se dice que los chicos no son tan conscientes de la gravedad de la situación, o que solo se divierten por el cambio de rutina. Pero yo intuyo que había algo más. Por otro lado, si fuera malo ser feliz en la caridad, el necesitado se ofendería. Pero eso no sucede (sucede sí, en otros casos, en que se hace mal la caridad; afectando el orgullo del necesitado, por ejemplo, pero no es el caso del que hablamos).
Y a pesar de que aún flotaba en el aire un hálito de espanto ante la desgracia ocurrida, y de todos los muertos emanaba un requerimiento al luto y al silencio respetuoso, no obstante podía notarse en todos los rostros y voces una disposición alegre y una cierta festividad tierna. Pues la comunidad, en su obrar laborioso y su certeza dinámica de estar haciendo algo tan excepcionalmente necesario, tan hermoso y digno de agradecimiento, se derramaba en todos los corazones. En un comienzo todo había ocurrido con timidez y silencio, pero pronto fue posible escuchar aquí y allá una voz alegre, una canción cantada suavemente en homenaje a una labor común, y, como puede imaginarse, entre lo cantado figuraban en primer término estos dos viejos versos proverbiales: «Bienaventurado el que lleva ayuda a quien ha sido recién atacado por la desgracia; ¿no bebe su corazón el beneficio como un jardín reseco la primera lluvia, y da una respuesta con flores y agradecimiento?»; y aquel otro: «La alegría de Dios fluye a partir del quehacer común.»
(Hermann Hesse, Noticia curiosa de otra estrella)

domingo, 6 de julio de 2014

Nuevas notas sobre “El correo secreto del zar, más de veinte años después”

La historia es ahora, a los ojos de un adulto, mucho más sencilla. A veces demasiado. Pero son interesantes dos o tres cosas.
 
Una es encontrarme, aunque tratado muy de pasada, con un tema muy ruso (si no me equivoco) y que de grande leímos en autores como Dostoievski, que es la justicia y la misericordia. En esta historia dice que los desterrados a Siberia serán fieles al zar cuando se dé la invasión tártara. Y eso porque el zar solía ser misericordioso con los castigados.
(Y si bien la invasión tártara es una ficción de Verne, es curioso que el zar de la época de la historia de Verne, Alejandro II, es justamente el que abolió el régimen de servidumbre, pero que también fue asesinado por un activista por los derechos de los campesinos).
 
Otro tema interesante son las ciudades de Siberia. Investigando un poco vemos la fecha de fundación tan reciente que tienen algunas de esas ciudades: Krasnoiarsk (1628), Irkutsk (1661), Omsk (1716), Novosibirsk (1893). Y así como de chico me sorprendía que la época de los zares haya sido contemporánea a nuestros orígenes como país (llegando incluso hasta el siglo XX), ahora me sorprende pensar en lo tardía que puede haber sido la población más intensiva de Siberia.
 
Y las cuestiones geográficas interesantes no se limitan solo a las ciudades. Para los que somos nerds geográficos es muy interesante ver aparecer en la historia lugares como el Lago Baikal. Que se pueda salir en balsa del Lago Baikal por el Río Angará, como hizo Miguel Strogoff, nos da una interesante pista que nos lleva a Google, para enterarnos que, a diferencia de lo que pensamos, el Angará no desemboca en el Baikal, sino que es el único río cuyas aguas proceden de aquél.

jueves, 3 de julio de 2014

El correo secreto del zar, más de veinte años después

Una de las ventajas de mi nuevo trabajo es tener una biblioteca adentro. Dista algo de ser la de Alejandría, pero me permite satisfacciones como la siguiente.
- Hola Pepe, ¿cómo estás? ¿Tenés el Miguel Strogoff?...
Y al rato apareció Pepe, personalmente (un lujo, gracias Pepe) con dos ediciones distintas. Me llevé la de Andrés Bello, aunque dice “abreviada”, porque está mejor forrada (bien por la señora Sara) y aguantará mejor los embates de la vida ordinaria.
 
“Miguel Strogoff”, de Julio Verne, es un recuerdo muy preciado de la niñez que no tengo ahora conmigo. Así que “nostalgiaré” un poco. Y sin miedo a que ya no me guste, porque no hace mucho leí “Cinco semanas en globo” sin problemas de ese tipo.
 
¿Qué más se puede pedir hoy en día, si en el mismo teléfono podés buscar palabras en el diccionario o desplegar mapas de Rusia? Pero si esto hubiera existido antes, el Zar le hubiera mandado al Duque un “Whatsapp” y chau, nunca hubiera existido Miguel Strogoff, el correo secreto del Zar. Así que todo a su tiempo.
 
Cuando transcurre la historia, ni el Ferrocarril Transiberiano estaba. Y esa Irkutsk sería el mismísimo fin del mundo. Dice Verne que se viajaba por Siberia, en verano, en carros llamados telegas. Y en invierno en trineo. ¡Y manejate! Estaba el telégrafo, eso sí. Ocho mil quinientos treinta y seis kilómetros de “el hilo que canta” (como decía en las historias de Lucky Luke que los indios llamaban al telégrafo norteamericano, por el ruido que el cable hacía con el viento).
 
En la Rusia europea había algunos trenes. Y estaban los ríos también. En este momento estoy esperando con Miguel Strogoff un barco que nos llevará por el Volga y el Kama (si no me equivoco) desde Nizhni Nóvgorod hasta Perm. Y el resto veremos, ¡era trágica la historia del correo del zar! Y quiero releerla antes de recomendársela a F.
 
Antes de seguir, me voy con la “street view” del Google Earth y me paro en uno de los puentes de Nizhni Nóvgorod sobre el río Oká. Realmente fantástico y fantásticamente real.