El tomito de "El valle de Josafat" es de 1921 (¡!) y lo rescate de una librería de usados (que son como los refugios de perros; de allí es de donde que habría que adoptarlos en vez de comprar de pedigrí).
Leer algo de Eugenio D'Ors mientras escucho a la hinchada de Tigre cantando en el estadio es una combinación parecida a aquella de leer a Henry James mientras hacía papas hervidas.
Es muy curioso que la primera sensación que tuve al leer a D'Ors haya sido similar a las que tuve leyendo a Chesterton. No es que me hayan resultado parecidos, ¡qué locura decir eso! La similitud está en mis sensaciones, ya lo dije. Es en ambos casos estar frente a algo que intuyo genial aunque no siempre logre comprenderlo plenamente. Y esto es curioso no solo por el hecho de que sean ellos tan diferentes sino más aún porque encontré en Internet un texto que indicaría que D'Ors denostaba terriblemente a Chesterton.
Pero voy viendo que D'Ors denostaba a varios personajes famosos y eso empobrece mucho mi opinión sobre él. A pesar de que diga genialmente las cosas. Chesterton me parece una persona infinitamente superior, si es que eso se puede decir. ¡Y creo que se hubiera enojado mucho al leer lo que dijo D'Ors sobre Dickens!
Hay quien dice "no me gusta lo que dice tal autor". Y si en el futuro ese autor resulta valorado, el que opinó primero no queda como un necio. En cambio cuando alguien trata de calamidad o enemigo al que después resulta aceptado, ese sí queda como un necio y pone a la luz sus limitaciones.
Me río cuando D'Ors crítica a Soloviev, porque recuerdo que Juan Pablo II lo pone a Soloviev entre autores que han hecho un gran aporte a la causa de comunión entre la fe y la razón (aclarando que no por eso está de acuerdo con todo lo que dice; eso lo pueden leer en la "Fides et ratio").
Les dejo algunos fragmentos que marqué mientras leía:
“Todas las más bellas cosas han sido hechas sobre la tierra en colaboración con alguna fuerza restrictiva. Las mejores geórgicas nacieron en una sociedad de exigente etiqueta; las mejores sátiras, bajo la tiranía; los mejores heroísmos, por obra de la pobreza. Así, las mejores conversaciones que atraviesan los siglos están tejidas en colaboración con la timidez”
(En el texto sobre Joseph Addison, escritor y político británico del mil setecientos)
“Creen las gentes vulgares que Mantegna es seco y frío, porque las gentes vulgares no saben que la razón es también una pasión”.
(Sobre el pintor Mantegna)
“Cuando uno ha llevado a término una empresa como la del Parnaso o como la de la clasificación de las aves, el espíritu se siente orgulloso y melancólico para toda la vida”
(Sobre el pintor Mantegna, relación con el naturalista Linneo)
"Campoamor plugo a aquellos días que se gozaban de Julio Verne. Sucedió después una generación que aprendió a leer a Julio Verne, saltando las descripciones científicas, y a Campoamor, saltando la lección de filosofía moral.
Como si prescindimos de estos elementos, poca cosa, realmente, puede quedarnos, pronto apareció otra generación, una promoción tercera, que dejó de leer al uno y al otro, en absoluto"
(En el texto sobre Campoamor)
"Felipe II era acreedor biológicamente a una cierta cantidad de gracia. La naturaleza -vengadora de la molestia de los límites morales- le desposeyó de aquel don y se lo regaló a don Juan de Austria.
A menudo parece que si Felipe y Juan hubiesen repetido el pacto de Esaú y Jacob, si el primero hubiese cedido al segundo su derecho de legitimidad con todas las maravillas anejas, España y Europa, y las Indias y la Invencible, y el oro de América, a cambio de un plato con las sobras de aquella gracia, habría hecho un buen negocio".
(Sobre Juan de Austria)
“Hay que espolear al verso para llegar a decir con él una cosa concreta; por el contrario, hay que refrenar la prosa cuando no se quiere decir con ella inmediatamente una cosa concreta”
(En el texto sobre Cervantes)
“No todo el mundo es capaz de comprender el heroísmo que existe en cargarse de razón”.
(En el texto sobre Guillermo Tell)