martes, 31 de diciembre de 2019

Del tiempo y otras cosas con Manuel Castilla (I)

(Septiembre 2018)

Siempre fui un admirador del dúo que hacían Luna Monti y Juan Quintero. Aún hoy, mientras escribo esto, sufro la pena de que se haya perdido ese dúo. Lo recuerdo una vez más cuando veo a Juan Falú con Jorge Marziali cantar “Este Manuel que yo canto”. Entonces pongo la versión de ellos, una de sus primeras grabaciones. La voz de Luna en sí nunca fue de las que más me gustaban, pero en esta zamba va perfecta y transmite un gran sentimiento.

Recuerdo entonces que tengo un libro sin conocer. Un libro de Manuel Castilla. "De solo estar". Lo heredé cuando se desarmó la biblioteca de mi abuela materna. Y tiene una dedicatoria del mismo Castilla para mi abuelo y mi abuela. Agosto 1º / 64, Salta. Lo empiezo a leer...

El tiempo, de existir, era lento como una miel dorada. Se lo notaba a ratos en esa casa añosa, sobre la siesta, cuando en la huerta del fondo, en medio del gran silencio, entre el leve crepitar de los insectos de los yuyarales y el zumbido insistido de los huancoiros junto a las viejas vigas del techo, caía con un ruido sordo, como un golpe de barro, algún durazno maduro. Parecía caer sobre uno mismo o sobre el mismo corazón de la tierra. Entonces uno sabía que el tiempo vivía aunque fuera por un instante. Ese golpe seco era signo de su vida y de su muerte, también”.

Yo nunca escuché caer un fruto maduro hasta que tuve cuarenta y pico de años y escuché una palta de nuestro jardín. Esas paltas son realmente grandes. No tuve, lamentablemente, los pensamientos que tuvo Castilla. En ese momento solo pensé que alguien había tirado una bolsa de basura por encima de la medianera. ¡Ah, porteño!

(Continuará)

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Una de Job y otra de Navidad

"Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿no aceptaremos también lo malo?" (de Job 2, 10)

A veces olvidamos que somos criaturas. ¿Somos como los animales respecto al hombre, sometidos a su dominio? No, somos mucho más (ahora y por lo que seremos después, y gracias a los méritos de Otro), pero el destino de grandeza puede hacernos olvidar que somos pobres criaturas.
¿Qué derecho tenemos a esperar que nada malo nos pase? Sabemos, cosa en que aventajamos quizás a Job, que Dios no lo quiere. Pero no podemos reclamarlo como derecho o premio por nuestros méritos.

Estas reflexiones no estarían relacionadas con la Navidad pero quise dejarlas porque surgieron de un reencuentro con mi Biblia, siempre en la mesa de luz pero apenas abierta.

Y pensé en dejarles, en clima navideño, la versión de "The Drummer Boy" que hizo Johnny Cash. Respecto a esta canción, siempre me pregunté por qué aparecería en el pesebre un "tamborilero", un personaje que no figuraba allí en el relato bíblico.

Sin respuestas, justo al cierre de esta edición, leí "El pastorcito poeta y la virgen", de Enrique García-Máiquez. Y entonces comprendí que cada uno puede ir con su profesión u ocupación al pesebre a presentarse frente a Dios.



miércoles, 11 de diciembre de 2019

Vivir con el deseo, sin esperanza / Alternativa a los gimnasios

Con dos domingos de Adviento ya pasados, volvemos al blog con unas reflexiones...

En un círculo del infierno del Dante los condenados sufrían la pena de “vivir con el deseo, sin esperanza”. Por lo que supe, se refiere al deseo de ver a Dios, pero sin la esperanza de poder hacerlo. Y un infierno parecido podemos crear aquí en la tierra. Cuando deseamos ser felices pero negamos la posibilidad de que exista Dios. Es cierto que la fe es un don. Pero una decisión de ser ateo suprime violentamente la esperanza de llegar una vez a la felicidad plena que nuestro ser desea desde las entrañas.

*

¿No es triste ver un gimnasio desde afuera? Toda esa gente haciendo movimientos repetitivos detrás de un vidrio. ¡Y todo por culpa del sedentarismo o porque ya no hacemos más trabajos físicos! ¡Bah! Un día por semana habría que hacer trabajos de la tierra. Despejar, arar, sembrar, cultivar, reparar herramientas. Eso sería sano. Y mucho más divertido. Y hasta podría ser un servicio al prójimo: lleve su producto o dónelo. Deberíamos lanzar el proyecto. Pequeñas parcelas en la ciudad para hacer estas cosas. En vez de gimnasios se llamarían… No sé cómo se llamarían, pero estaría genial. ¿Cómo a la gente podría gustarle más moverse como un cerdo y sin sentido que hacer algo tan interesante y en contacto con la vida como el trabajo de la tierra?