En este momento el olor del libro se mezcla con el olor de las flores de jazmín. Los dos me gustan. Y no van nada mal juntos. O al menos alternándose.
Eso podría ser toda la entrada. Pero debería leerse algo que resulte tan agradable como la sensación me resulta a mí, y de eso no soy capaz. Así que, para justificar la entrada, les cuento algo más.
Después de haber fracasado con "El ruido y la furia" vuelvo a Faulkner porque encontré un libro que va a tener lo que a mí me gusta: Yoknapatawpha. En la librería de la calle Chacabuco, en la mesa que está a la izquierda pasando la caja, dónde está esa colección que están todos de canto, de colores con centro negro y letras blancas, me estaba esperando un volumen llamado "Relatos", cuyo título original es "Uncollected stories of William Faulkner".
Son "cuarenta y cinco relatos que incluyen los que Faulkner público y nunca incluyó en sus libros, los que más tarde refundió a fin de convertirlos en parte de obras posteriores y los que habían permanecido inéditos" y fueron parte de la formación del famoso condado ficticio sureño de Yoknapatawpha y sus habitantes.
Así que arranqué por textos de "El villorrio", mientras releo (u ocasionalmente leo en voz alta para un paciente auditorio) algunos entrañables pasajes de "Los Invictos", como este:
"Debió de [sic] partir a caballo bajo la lluvia, porque durante el desayuno aún seguía lloviendo, y también durante el almuerzo, hasta que al fin al nana dejó a un lado la costura y dijo:
- Muy bien. Marengo, traeme el libro de cocina.
Ringo trajo el libro, y nos echamos en el suelo al lado del hogar; en la pared, sobre la repisa, estaba colgado de unos ganchos el mosquete cargado.
-¿Qué os parece que leamos hoy? -dijo la nana.
-Lee lo de los pasteles -dije.
-Muy bien. ¿Qué clase de pastel queréis que les lea?
Pero no había necesidad de preguntarlo, porque Ringo, antes incluso de que la nana hubiera terminado de hablar, dijo como de costumbre:
-El pastel de coco, nana.
-Creo que un poco más no nos hará daño -dijo la nana".