domingo, 26 de mayo de 2024

Vocacional

A veces se justifica la acción, la actividad o la profesión de alguien diciendo que “hace bien a mucha gente”.

No habría mejor motivación para una acción, una actividad o una profesión que la caridad, el amor al prójimo. Pero el amor al prójimo no es solo hacerle el bien. Y se puede hacer el bien sin amar.

No siempre hay que desarrollar en alguien una capacidad que tiene, pero a la que no le tiene gusto. Y mucho menos diciéndole: “harías mucho bien a mucha gente”. Le damos una mala enseñanza de la caridad de esa manera y no lo orientamos bien vocacionalmente.

Dios no es un empresario que busca el rendimiento. La parábola de los talentos no creo que nos enseñe algo como “desarrollar a tope una habilidad que tengamos para maximizar el bien a los demás”. Me imagino que la parábola de los talentos presupone siempre, como todo otro mandamiento o enseñanza, el amor.

Tener facilidad para las matemáticas no nos obliga a ser licenciados en matemática y mucho menos a desarrollar algo como una organización caritativa basada en algoritmos matemáticos.

La caridad nace de percibir la miseria propia y ajena y de saber que Dios ama al hombre y lo amó hasta el extremo y, sintiéndose amados, tratar de hacer lo que Él hizo por nosotros con los demás. Si estamos animados por esto, luego podremos hacer lo que sea, que seguramente muchas veces incluirá el hacer el bien a los demás con nuestros dones.

[Actualización 17/06/24: "En cuanto a la elevada frase que encubre la ambición y la avaricia, y que reza: 'No hemos nacido para nosotros mismos, sino para los demás', miremos resueltamente a algunos de los que están en la danza y veamos si, por el contrario, los oficios, cargos y demás agitaciones del mundo no se buscan más bien por provecho particular". Montaigne.]

jueves, 16 de mayo de 2024

Seguimos leyendo

Cerrando abril se coló Amalia, de José Mármol. Me gustó mucho por el ambiente que describe, la situación histórica, la acción muy bien relatada. Me acordé de Walter Scott, de Victor Hugo… Algo de Dickens…Lo único pesado del relato son las partes románticas, ¡jaja, qué anticuadas!

Pude terminar el libro del viaje de Paul Theroux en tren desde Boston hasta Esquel (pasando por Buenos Aires y un encuentro con Borges; nunca me va a simpatizar Borges pero sí me gustaron algunas cosas de las que hablaron). Y Theroux tiene sus momentos, su sensibilidad y su humor… Pero me pregunté varias veces qué hacía yo ahí y no en los clásicos.

(Es increíble pero en dos libros tan distintos se dio una coincidencia. En boca de una persona real que Theroux se encontró en el norte argentino se repite casi la misma idea que Mármol pone en el pensamiento de su protagonista: que los argentinos no podemos asociarnos en una causa común. Somos buenos trabajando individualmente pero no en equipo, dijo un señor Naveiro. Nos cuesta asociarnos, aún en los casos en que a todos nos molesta una misma cosa y deseamos cambiarla, como un tirano).

Los ensayos de Belloc son como grajeas que voy consumiendo de a poco y ya tendrán su manifestación acá, van a ver. También va de a poco ese “museo” que es “La otra Buenos Aires”. Ando con ganas de meter algo para seguir acompañando a las grajeas y a los recorridos porteños: Mosquitos de Faulkner, o algo de Ramón Gómez de la Serna, o releer Retorno a Brideshead (nunca lo supe apreciar bien), o terminar Ivanhoe, o… Sí, ya sé, algunos de estos tampoco son clásicos, ni en un sentido laxo del término.