El Señor nos ama, el Señor nos cuida... Eso es lo que muchas veces, con esas u otras palabras, me enseñaron. Pero hoy un cura, que no se destacaba por su erudición, agregó algo más. Más o menos así: El Señor nos ama, el Señor nos cuida... y en el caso de que llegáramos a tener que dar la vida dando testimonio de Él, nos tiene reservado un premio inmensamente mayor a cualquiera que podamos recibir en este mundo.
Y en toda su sencillez, me gustó. Porque (¡Ay de mí, falto de fe!) siempre me dejaba un gusto amargo la mención de la preocupación del Señor por nosotros. No por mí, no porque no sienta su mano protegiéndome. ¡Doy gracias porque lo siento! No por mí sino por otros, algunos de los que me rodean. Cuando escucho esa profesión de fe, de alguien que manifiesta su confianza en la misericordia de Dios, a veces siento como vergüenza. Vergüenza de que alguien que esté en ese momento cerca y esté pasado por un gran sufrimiento no lo entienda, no lo sienta. Alguien que al escucharlo se pregunte: “Pero, ¿cómo? Si Dios me cuida, ¿por qué me pasan estas cosas?”
Por eso el “agregado” de hoy me pareció “inspirado”. Porque es como que hubiera agregado, después de la profesión de fe en la misericordia de Dios, lo siguiente: “Que Dios nos cuide no quiere decir que no vayamos a pasar algunas cosas difíciles. Pero recordemos que hay un premio mayor”. Y sentí que, así, esas palabras podrían llegar a muchos.
Porque, incluso, dar la vida por razón de él no es sólo morir como mártir en tierras lejanas. El soportar y llevar con alegría enfermedades o angustias (olas que nos suben hasta el cielo o nos bajan hasta el abismo, decía hoy el salmo), es también dar testimonio de Dios, de su hijo Jesucristo.
5 comentarios:
Es el "martirio cotidiano" del qeu hablaba JPII
Yo también he pensado mucho en eso. Es como el salmo: El Señor hizo en mí maravillas... Yo lo entiendo y lo comparto, pero un tío mío un poco chungas y falto de fe dijo, "Y conmigo qué, ¿hizo un experimento...?"
Ecazes, ¿sabes que pensé en Juan Pablo II?
Rocioarana: un "experimento". Cómico, pero trágico. Gracias por el testimonio. Y veo que no estoy sólo en el sentimiento.
Yo añadiría que una forma más común de 'martirio cotidiano' es el comportarse cristianamente en todo. Me es más claro cada día que la cruz y el yugo del Evangelio no es tan ligero como se dice...
El otro día, por ejemplo, que un taxista quiso timarme, me hizo perder el tiempo y, cuando le reclamé, me golpeó... En vez de haberle roto la cabeza contra el suelo como merecía, resistí estoicamente el golpe y seguí mi camino a pie.
Sé que hice lo correcto, que puse la otra mejilla y que no respondí a la injusticia con más injusticia, ni a la violencia con más violencia para generar más violencia. Eso no quita, sin embargo, que haya estado toda la tarde iracundo y furioso, deseando la venganza entre dientes...
El camino de la caridad cristiana siempre es el correcto y el mejor, pero siempre también, el más difícil e impráctico...
Lo del yugo llevadero y la carga ligero se refiere a las duras leyes y normas que exigían los religiosos judíos al pueblo y el cambio por la nueva ley del amor. Eso no quere decir que sea fácil el amor, por supuesto.
Por cierto, nunca pensé que un taxista le pegara a un pasajero por un desacuerdo...
Publicar un comentario