Inquieto y despierto por algunos temas que me producían más ansiedad de terminar que preocupación, más molestia de interponerse entre el fin de semana y yo que otra cosa, y no pudiendo adelantarlos, por sus propias características de tener algunos horas fijas o requerir más información disponible, me levanté a las cinco y pico y me di el tiempo para iniciar El Pirata, de Walter Scott.
Darse el tiempo para iniciar un libro puede ser algo simple, como leer sin preocupación ni expectativas específicas y de repente encontrarse inmerso y confortable en la historia. Pero también puede demandar sortear algunas barreras que nos pone nuestra propia forma de ser. Por ejemplo, es muy raro que yo pueda iniciar un libro de ficción que está ambientado en un lugar de este planeta sin ir a reconocer bien en el mapa ese lugar (más aún cuánto más se describa en el libro el lugar). Si el lugar es lejano y desconocido, como suele pasar por las cosas que leo y por no haber viajado por el mundo, seguirá siendo el lugar una tierra casi de fantasía, compensando quizás con esa característica la falta de otras satisfacciones (como por ejemplo la que podría dar el verificar la correspondencia del mundo descrito por el autor con el que nosotros conocemos).
Me gustó el personaje así como se plantea al inicio (al menos quien parece que va a ser uno de los personajes principales). No me asusta el regodearme en el carácter misógino de un personaje (tengo debilidad por personajes raros, siempre que sean más bien buenos o bien intencionados) dado el hecho de que tengo en cultivo ya ciertas relaciones en este mundo, así que no debo temer un “contagio” o recibir alguna “mala educación”.
De todo esto no se debe inferir que me gusta el personaje (ni que sí, ni que no). Aún no lo conozco en su totalidad, es decir no sé lo que hará en el libro. Hablar de un libro sin haber leído más que un capítulo puede ser arriesgado, de cierta forma. Esta entrada no habla de un libro ni de los personajes. Habla de empezar a leer un libro. Y ya casi termina.
Esta edición de “El Pirata” de Scott es genial. Son dos tomitos de tamaño de aproximadamente 11 x 15 centímetros. Es como un pocket, ¡pero es del año ‘45! Tapa blanda pero lindo, con sus solapitas. Creo que lo compré por eso (además del gusto por Scott). Este es de Emecé, de una colección llamada Los Románticos y nos explican los editores:
“[Sir Walter Scott] Creador de la novela compacta y con genio propio, entra en la serie de Los Románticos por la puerta grande, pues sin haber hecho profesión de romántico, los nobles sentimientos de sus personajes, su manera de encarar la vida con justicia y exaltación desinteresada, se ven que armonizan con toda la escala romántica que suena en el templo de estas lecturas”. ¡Tomá, ahí tenés, ha! ¿Qué me contursi?
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