miércoles, 28 de octubre de 2009

Domingueras varias


En misa sin niños y se escuchan los ajenos. Y ahí uno se da cuenta de la capacidad que ganó, con los años de paternidad, para permanecer concentrado a pesar de los ruidos infantiles. No soy más aquel joven que al menor ruido se daba vuelta y por su interior refunfuñaba. Se los recomiendo, si les molestan los ruidos infantiles en misa, tengan hijos. No es que perderán el oído, ¡caramba! Su nueva lucha será el ruido interior.
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Hablando de distracciones en misa, hay una triste escena que es no ya el celular sonando, sino el celular sonando y el dueño saliendo afuera... ¡a atender! Es preocupante que ya no quede nada “ininterrumpible”. Por eso estoy diseñando unos casilleros, cofres o lockers, que se colocarán en la entrada de las iglesias (el croquis acompaña la entrada), en donde todos los que ingresen deberán dejar sus celulares. ¿No nos piden dejar los bolsos a la entrada de los supermercados y otros negocios? Pues bien...
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(La reflexión que sigue no sé si pasa el nihil obstat, pero queda entre nos).
Lo grande de la fe del ciego Bartimeo (Mc 10, 46-52, domingo pasado) se nos escapa por no ver con profundidad. Hoy reclamamos acciones espectaculares, o al menos grandes disertaciones. Pero recordemos que la sociedad marginaba a los enfermos por pecadores. Y que ya solamente querer volver, querer salir de ese estado, implica una gran fe. Veamos.
La sociedad hoy también margina, aunque de otra manera. Dice que no hay pecado y que está todo bien. Entonces perdemos la conciencia de nuestro estado de alejamiento de Dios. Y se necesita una gran fe para percibirnos necesitados, llamar insistentemente y pedir el perdón. Como el ciego a la salida de Jericó.

viernes, 23 de octubre de 2009

Personalmente

Otra vez (que no fue una vez más) los blogs me dieron el gusto de conocer a alguien personalmente.

Javier de Navascués era, hasta hace un tiempo, las firmas en los artículos o prólogos a Marechal y a otros escritores hispanoamericanos. Luego tomo mayor sustancia al hacerse blog, El sur es el norte (uno de mis puertos en la red). Finalmente cobró vida ayer, en Avenida de Mayo y Piedras.

De los regalos que recibí de él, que fueron muchos (conocer al autor detrás del blog, escuchar de mi prima en España, de queridos blogueros españoles, de Marechal), uno fue un libro (de su autoría, por supuesto) con poemas como el que aquí sigue.

Te lo diré con versitos ramplones:
yo soy un poetastro desastrado
que va con un zapato mal atado
y la camisa casi sin botones.

Padezco de candor desaliñado
y, a pesar del cariño que me pones,
ni la elegancia es uno de mis dones
ni le alcanzo al menor de los Machado.

Ay, Cercana, entrégame tu mano
a ver si por magnética experiencia
paso de ser plumífero mediano

a gran descubridor de las Esencias.
Una de dos: o triunfo de escribano
o vendo lencerías en Palencia.

(Sonetos de la muerte poética, I)

jueves, 15 de octubre de 2009

Se impone: una entrada de fútbol

“El hombre está descentrado, porque está centrado en sí mismo”, decía mi profesor de Teología. “El hombre” no es el técnico de la selección argentina, pero bien podría caberle el dicho. Así que hagámosle un favor y evitemos poner el centro en él. Hablemos de lo que pasa en otros lugares del mundo.
Como argentinos que somos, soberbios e ignorantes, algunos pensamos que las eliminatorias para Sudáfrica 2010, salvando el caso de Uruguay, terminaron hoy. Pero la verdad es que falta un trecho. Y no sólo en Europa, hacia donde siempre miramos, sino también en África, Asia y Oceanía. Y mirar hacia esos lugares nos permite descubrir algunas cosas pintorescas, como los seudónimos de los equipos, de las selecciones nacionales de fútbol.
En estos días están jugando los Kiwis (u All Whites, de Nueva Zelanda) contra los Rojos (Bahrein) por la última plaza Asia-Oceanía en el mundial. En un duelo de tenor aéreo, las Águilas de Cártago, magnífico nombre con el que llaman al equipo tunecino, compiten contra otras águilas, las Verdes de Nigeria, que ya nos han dado alguna amargura hace tiempo. Y los Faraones, nombre que ya imaginarán a quien pertenece, se las están viendo difíciles en su camino al otro extremo del continente, pues a la par corren rápidos los Fennecs de Argelia.
Si miramos a Europa, restan definirse cuatro puestos, y por ellos luchan ocho equipos. Conocerán Uds. a Les Bleus, que aún no clasificaron. Pero creo que el nombre más llamativo de esos ocho se lo lleva el equipo griego: Το Πειρατικό (El barco pirata).
Finalmente aquí, en América, los Ticos, de Costa Rica, van contra los Charrúas de Uruguay por la última plaza americana. Mientras que sus vecinos, los Catrachos (aquellos que Clemente llamaba “pataduras”), dieron el golpe y recuperaron la clasificación directa para su país, Honduras.

sábado, 10 de octubre de 2009

Un nacimiento y dos autores

Sólo a un ignorante como yo, a alguien sin formación académica en letras (la cual me daría una lectura y consideración de autores en forma ordenada, tanto por secuencia cronológica como por importancia relativa), sólo a mi, digo, leer a Papini me podría recordar a Marechal.
Pero leí esto:

Un nacimiento, el nacimiento de un hombre, un alma que hace pocos momentos se ha encarnado y viene a sufrir con las otras almas, es siempre un milagro tan doloroso que conmueve hasta a lo simples que no lo comprenden. Y aquel recién nacido no era para los que ya habían sido avisados un desconocido, un niño como los demás, sino aquél que desde mil años, su pueblo doliente esperaba. (Giovanni Papini, Historia de Cristo, Los pastores)

Y fui inmediatamente a ver si no era parecido a aquello:

El nacimiento de un niño es siempre grato al corazón de los hombres, pues en cada niño que llega parece renovarse la alegría del mundo. Pero cuando el recién nacido es Dios en persona, que baja del cielo y toma la forma del hombre para salvarlo, entonces el acontecimiento se vuelve universal. (Leopoldo Marechal, El niño Dios)

Muy parecido no, pero hay algo. Más que en el texto, es algo que uno adivina en la experiencia de los autores y cómo se han conmovido alguna vez ante un nacimiento. O contemplando el del mismo Jesucristo.

jueves, 1 de octubre de 2009

Teoría de los apodos sintéticos

No se llama así, así la nombré recién, para usarla en el título de esta entrada. La teoría de Jesús Sanz Rioja me gustó (ver aquí). Pero más allá de su acierto o no en las causas, creo que la observación del problema es muy cierta. Creo que no me equivoco si digo que de un tiempo a esta parte acá en Argentina también se usan muchos sobrenombres de una sílaba (donde antes se usaban dos).

Después de haber leído a Jesús empecé a estar más atento. El primero que escuché fue algo poco común. Cin, por Cinthia. Me pareció feo, por lo difícil de pronunciar. Luego recordé Fran, que está muy de moda en estos días para los Franciscos. Recordé también Sil, para Silvia o Silvina (que también es raro, pero claro, decir Silvi es como que ya queda anticuado). Etcétera.

Luego me empecé a divertir. Qué poca cosa sería un Ve para Verónica. Qué feo sería un Ol para Olga. Qué imposible sería para Adriana, A. Algo rudo para llamar a Eugenia, Eu. Algo impreciso el Ma, ya que es para Maria, Mariana, Mariela, Marina... Muy negativo para Nora, ¿No?