martes, 31 de diciembre de 2019

Del tiempo y otras cosas con Manuel Castilla (I)

(Septiembre 2018)

Siempre fui un admirador del dúo que hacían Luna Monti y Juan Quintero. Aún hoy, mientras escribo esto, sufro la pena de que se haya perdido ese dúo. Lo recuerdo una vez más cuando veo a Juan Falú con Jorge Marziali cantar “Este Manuel que yo canto”. Entonces pongo la versión de ellos, una de sus primeras grabaciones. La voz de Luna en sí nunca fue de las que más me gustaban, pero en esta zamba va perfecta y transmite un gran sentimiento.

Recuerdo entonces que tengo un libro sin conocer. Un libro de Manuel Castilla. "De solo estar". Lo heredé cuando se desarmó la biblioteca de mi abuela materna. Y tiene una dedicatoria del mismo Castilla para mi abuelo y mi abuela. Agosto 1º / 64, Salta. Lo empiezo a leer...

El tiempo, de existir, era lento como una miel dorada. Se lo notaba a ratos en esa casa añosa, sobre la siesta, cuando en la huerta del fondo, en medio del gran silencio, entre el leve crepitar de los insectos de los yuyarales y el zumbido insistido de los huancoiros junto a las viejas vigas del techo, caía con un ruido sordo, como un golpe de barro, algún durazno maduro. Parecía caer sobre uno mismo o sobre el mismo corazón de la tierra. Entonces uno sabía que el tiempo vivía aunque fuera por un instante. Ese golpe seco era signo de su vida y de su muerte, también”.

Yo nunca escuché caer un fruto maduro hasta que tuve cuarenta y pico de años y escuché una palta de nuestro jardín. Esas paltas son realmente grandes. No tuve, lamentablemente, los pensamientos que tuvo Castilla. En ese momento solo pensé que alguien había tirado una bolsa de basura por encima de la medianera. ¡Ah, porteño!

(Continuará)

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Una de Job y otra de Navidad

"Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿no aceptaremos también lo malo?" (de Job 2, 10)

A veces olvidamos que somos criaturas. ¿Somos como los animales respecto al hombre, sometidos a su dominio? No, somos mucho más (ahora y por lo que seremos después, y gracias a los méritos de Otro), pero el destino de grandeza puede hacernos olvidar que somos pobres criaturas.
¿Qué derecho tenemos a esperar que nada malo nos pase? Sabemos, cosa en que aventajamos quizás a Job, que Dios no lo quiere. Pero no podemos reclamarlo como derecho o premio por nuestros méritos.

Estas reflexiones no estarían relacionadas con la Navidad pero quise dejarlas porque surgieron de un reencuentro con mi Biblia, siempre en la mesa de luz pero apenas abierta.

Y pensé en dejarles, en clima navideño, la versión de "The Drummer Boy" que hizo Johnny Cash. Respecto a esta canción, siempre me pregunté por qué aparecería en el pesebre un "tamborilero", un personaje que no figuraba allí en el relato bíblico.

Sin respuestas, justo al cierre de esta edición, leí "El pastorcito poeta y la virgen", de Enrique García-Máiquez. Y entonces comprendí que cada uno puede ir con su profesión u ocupación al pesebre a presentarse frente a Dios.



miércoles, 11 de diciembre de 2019

Vivir con el deseo, sin esperanza / Alternativa a los gimnasios

Con dos domingos de Adviento ya pasados, volvemos al blog con unas reflexiones...

En un círculo del infierno del Dante los condenados sufrían la pena de “vivir con el deseo, sin esperanza”. Por lo que supe, se refiere al deseo de ver a Dios, pero sin la esperanza de poder hacerlo. Y un infierno parecido podemos crear aquí en la tierra. Cuando deseamos ser felices pero negamos la posibilidad de que exista Dios. Es cierto que la fe es un don. Pero una decisión de ser ateo suprime violentamente la esperanza de llegar una vez a la felicidad plena que nuestro ser desea desde las entrañas.

*

¿No es triste ver un gimnasio desde afuera? Toda esa gente haciendo movimientos repetitivos detrás de un vidrio. ¡Y todo por culpa del sedentarismo o porque ya no hacemos más trabajos físicos! ¡Bah! Un día por semana habría que hacer trabajos de la tierra. Despejar, arar, sembrar, cultivar, reparar herramientas. Eso sería sano. Y mucho más divertido. Y hasta podría ser un servicio al prójimo: lleve su producto o dónelo. Deberíamos lanzar el proyecto. Pequeñas parcelas en la ciudad para hacer estas cosas. En vez de gimnasios se llamarían… No sé cómo se llamarían, pero estaría genial. ¿Cómo a la gente podría gustarle más moverse como un cerdo y sin sentido que hacer algo tan interesante y en contacto con la vida como el trabajo de la tierra?

domingo, 24 de noviembre de 2019

Obsequiado

Me ha llegado hace unos días desde Sunchales un inmerecido regalo. Paso, más que a poseer, a ser custodio de un rebosante cuaderno de dibujos cuyo autor es el famoso XavMP.

Yo no soy buen dibujante. Sí lo es mi familia. Así que ellos gustaron mucho también de este envío sorpresa. Para la selección del blog, sin embargo, los que más me gustaron a mí:


Este me gusta por lo bien que está y porque me impactó la idea de que para una especie de duende un pajarito pueda ser un animal de transporte. No entiendo por qué me hizo acordar a la parte de la canción Duérmete de Sílvia Pérez Cruz donde dice "que las piedras esconden sus pies", quizás porque las piedras con pies me hacen pensar en duendes.


(Éxito también entre el público infantil).


Este está escuchando Psycho Killer de Talking Heads (digo yo).


Las palabras aportan mucho y hay interesantes reflexiones…


Los paisajes o naturaleza los hay muy buenos...




Y finalmente les dejo estos edificios y un tipo Cortázar-Spinetta al modo revistas El Tony, D´Artagnan (digo yo):




miércoles, 20 de noviembre de 2019

Hombres del espacio (space men)

¿Y qué tal si un día se encuentran allá arriba el Capitán Beto de Spinetta con el Rocket Man de Elton John?

Si bien Spinetta dijo alguna vez (mis fuentes: un programa de Badía) que “El anillo del Capitán Beto” era la historia de un astronauta argentino, el Capitán Beto, con toda su genialidad, parece más un alma errante que un astronauta propiamente dicho.

¿Dónde está el lugar al que todos llaman cielo?
Si nadie viene hasta aquí a cebarme unos amargos como en mi viejo umbral

El “Rocket Man” en cambio, o el Major Tom y su “Space Oddity” , de  David Bowie, son reflexiones sobre la vida del astronauta o la extraña realidad de la navegación espacial (aunque la primera también puede ser metáfora).

And all this science I don't understand
It's just my job five days a week…” (Rocket Man)

Am I sitting in a tin can
Far above the world…” (Space Oddity)

Quizás recuerden que el Capitán Beto tenía un colectivo volador (¿es el precursor de Flybondi?). De seguro los muchachos de Deep Purple se hubieran subido gustosos a él para hacer su “Space Truckin’”, una loca historia de viajes espaciales como si fuera una salida nocturna de bar en bar.

We had a lot of luck on Venus / We always had a ball on Mars / Meeting all the groovy people / We've rocked the Milky Way so far

Por allá hay otro capitán espacial que no tiene nombre, “Space Captain” a secas, que parece venir de otro planeta y quedarse a vivir en la tierra. Su autor es Matthew Moore, aunque la canción la hizo famosa Joe Cocker. No me queda claro si este capitán es humano o de pagos extraterrestres, pero en un momento declara que estamos todos acá aprendiendo a vivir juntos y un día volveremos al cielo. 

Until we die, until we die
We are just learning to live together…

Pero acá no verán a Joe Cocker sino a un dream team musical compuesto por Herbie Hancock al piano, Derek Trucks con la guitarra slide, Susan Tedeschi cantando, los hermanos Burbridge en bajo y órgano, Mike Mattison en coros y Vinnie Colaiuta en batería.

No se pierdan cuando a los 3:30 empieza todo el diálogo entre el piano de Hancock y la guitarra slide de Derek; las caras de Colaiuta, sobretodo cuando imita el “slideo” de Derek, genial...

 

ACTUALIZACIÓN 25/09/2020: Nuestro corresponsal en Londres nos dice que deberíamos haber incluido a un famoso personaje. Como ya es muy difícil modificar el texto lo traemos en esta actualización y con el invento de lo del corresponsal. ¿El personaje? Flash Gordon.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Nubes

Las montañas que ven volar sobre ellas, a ras de cielo, a las águilas, y sienten las sombras de éstas recorriendo su blancura, ansían ser estepa que sienta sobre sí las pisadas de los leones. Y mirándose las montañas y las estepas, y cambiando sus pensamientos, aguileños los de aquéllas y leoninos los de éstas, sueñan en el águila-león, en el querubín, en la esfinge. Y lo ven en las nubes que, acariciando la estepa, como una mano que pasa sobre la cabellera de un niño gigante, van a abrazar a las montañas”.
(Unamuno, Paisajes del alma)

¡Ay, provincia tendida! (Aire de triunfo)
(Letra: Francisco Lanusse; Música: Carlos Moscardini)


Recitado
Estas nubes que pasan saben todo
y sombrearon pasto a pasto tu planicie.

Cantado
Aparecen limpiando del oeste,
con los vientos del sur arreando frío.
Desde el este empujando las tormentas
o cargadas de norte a bocanadas.
Algo expresan a lo lejos estas nubes
y semejan a Dios, más que a nosotros.

¡Ay, provincia tendida, inmenso cuero,
qué remoto alejarse el de esas aves!
Por la lisa techumbre de tu cielo,
¡qué remoto alejarse el de esas aves!
Yo también, igual al ave, bebo tu aire
y mis ojos, como ellas, alzan vuelo.

De ese modo, vivo herido de horizontes;
me demoro en tus lagunas, abismado.

Volver casi borroso de tus tardes,
de rondar tus crepúsculos, por eso
tengo el alma transida de infinito,
no hallo más ambición que andar callado.

Los dos últimos versos parecen dar con la sabiduría. Y no hay mucho que decir de ellos. Son de los que te quedan pegados al alma. Pero unos anteriores, de las nubes, a mí me gusta interpretarlos de una manera que probablemente diste mucho de lo que quiso decir el autor:

“Algo expresan a lo lejos estas nubes
y semejan a Dios, mas que nosotros”.

Pensaba que serán las nubes como Dios porque pasan para todos igual, sin distinguir raza, riquezas, etcétera. Como el sol que sale sobre malos y buenos. Un amor tan difícil de igualar por nosotros.

Posdata: Moscardini musicalizó otro poema, uno de Oliverio Girondo llamado Campo Nuestro, que también menciona a las nubes. Pero lamentablemente Moscardini no musicalizó la parte que habla de las nubes, y que dice:

Pasan las nubes, pasan
—¿Quién las arrea?—
tobianas, malacaras,
overas, bayas;
pero toditas llevan,
campo, tu marca.

Dime, campo tendido cara al cielo,

¿esas nubes son hijas de tu sueño?...

Pero como la composición es genial y hay un video fresquito grabado en la Usina del Arte, la dejo como yapa.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Patentes romanas (o la reivindicación de los números en mi locura por las patentes)

Quienes me conozcan de algún otro modo sabrán que he desarrollado hace tiempo una manía por la observación de patentes de automóviles. El caso no parece para atenderse, al menos nadie me lo ha indicado, ni es un caso único y esto último pueden verlo en el Twitter de "Locos x patentes".

Cuando empecé con esto centré mucho la atención en las letras de la patente y no tanto a los números. Desde hace unos días, y viendo unos videos matemáticos, he recuperado algo del gusto por los números y he empezado a prestarles más atención a ellos en las patentes. Sobretodo en el sistema anterior de patentes (AAA000), el cual por suerte aún abunda.

Una de las cosas que he visto y definido es la siguiente: las patentes cuyas letras se pueden leer como números romanos se llamarán “patentes romanas”. Esto, por supuesto, tiene un limitado número de opciones ya que los casos posibles son números romanos de tres letras (III, VII, XII, XIV…) y, como no tenemos letras con rayas encima, el último es el MMM.

Lo primero que uno piensa es, ¿y qué tal si el número romano es el mismo que el arábigo de la patente? En ese caso estamos frente a una “patente romana idéntica” o “perfecta”. Es el caso por ejemplo de patentes como la CCI201 o la DCL650.

Los matemáticos que trabajan para “Aquí estamos…” se pusieron a hacer complejos cálculos con ordenadores y descubrieron que solo hay 93.000 patentes romanas posibles. Sobre un universo estimado de 16.900.000 eso representa un 0,55%. ¡Y de esas romanas sólo 62 patentes pueden ser romanas idénticas! Es decir un 0,00037% del total de combinaciones de patentes. Es decir que hallar una patente romana idéntica o perfecta podría ser muy difícil.

Quizás el universo total pueda ser algo más reducido. Por ejemplo si pudiéramos de alguna forma saber que hay patentes que ya casi no circulan (quizás las más viejas o las de usados), las que faltaron de la P... Pero también ya ingresaron las nuevas patentes. Sea como sea, lo cierto es que no es tan difícil como parece encontrar una romana. En dos o tres días yo vi dos. Claro que no perfectas. Solo romanas.

Un caso especial merece mencionarse. Las llamaremos “patentes pseudoromanas”. Sabemos que en números romanos no hay cero. Pero si nos permitimos la ayuda de la letra O, podemos construir cosas como OOI001, OXI011 u OCX110, que tienen su atractivo. En este caso solo admitimos como pseudoromanas a aquellas que serían perfectas. Es decir, no tiene sentido decir que cosas como OOI008 u OCX547 sean pseudoromanas porque la verdad es que su falta de autenticidad romana queda fea si el número no la acompaña.

Patentes pseudoromanas han calculado nuestros matemáticos que son 30 combinaciones y, por supuesto, todas inician con O (lo cual parece aumentar la probabilidad de hallarla cada vez que encontramos una patente con O, y eso es cierto, pero aún es baja considerando que habría 625.000 patentes que comienzan en O).

Otro caso que vale la pena mencionar, aunque algunos opinen que no es vistoso, es el de las “patentes romanas dobles”. No son idénticas, porque el número romano no es igual al arábigo. Pero es el doble. Y eso puede tener cierto atractivo. Ejemplos: XXX015, MCC600.

En las romanas perfectas el número romano no podría ir más allá del novecientos noventa y nueve, límite de los arábigos en el sistema de patentes. De hecho el romano perfecto más alto es con CML, CML950. Pero en las romanas dobles se expande la posibilidad y los números romanos podrían llegar hasta el mil novecientos noventa y ocho, siendo de hecho el más alto el MCM (1900) en la MCM950. Patentes romanas dobles, nos informan en el centro de cómputos, hay 46.

A continuación (y después no hay nada más) la lista de patentes romanas perfectas. Quien halla una, halla un tesoro:

01 III003
02 VII007
03 XII012
04 XIV014
05 XVI016
06 XIX019
07 XXI021
08 XXV025
09 XXX030
10 XLI041
11 XLV045
12 LII052
13 LIV054
14 LVI056
15 LIX059
16 LXI061
17 LXV065
18 LXX070
19 XCI091
20 XCV095
21 CII102
22 CIV104
23 CVI106
24 CIX109
25 CXI111
26 CXV115
27 CXX120
28 CXL140
29 CLI151
30 CLV155
31 CLX160
32 CXC190
33 CCI201
34 CCV205
35 CCX210
36 CCL250
37 CCC300
38 CDI401
39 CDV405
40 CDX410
41 CDL450
42 DII502
43 DIV504
44 DVI506
45 DIX509
46 DXI511
47 DXV515
48 DXX520
49 DXL540
50 DLI551
51 DLV555
52 DLX560
53 DXC590
54 DCI601
55 DCV605
56 DCX610
57 DCL650
58 DCC700
59 CMI901
60 CMV905
61 CMX910
62 CML950

miércoles, 16 de octubre de 2019

"Hüzün"

(12 y 13 de octubre)

Hoy la lluvia nos dejó adentro. Retomé el Estambul de Orhan Pamuk. No sé cuánto me durará. Lo sorprendente es que le ha sentado bien el señalador del Chevy.

Al llegar la noche, los nuevos y ruidosos vecinos, que son ruidosos entre semana pero los fines de semana parecían gustar de hacer ruido en otro lado, están haciendo ruido acá. Ponen músicas de poco gusto pero que duran poco y cambian. Ahora, por ejemplo justo ahora, no hay música. Pero es como que tenemos uno de ellos más cerca que habla fuerte. Entonces solo se escucha su parte. Aunque no se entiende del todo, se nota que el otro está más lejos o habla menos fuerte. Son un plomo. Una noche les toqué el timbre.

Ahí volvió a subir la música. Será que la suben en momentos emotivos. Algo así parece. La corean. Y después la bajan. Y yo volví a este texto solo para poner eso. Porque estaba con el turco.

Acá estoy de vuelta. Creo que en el tiempo que no estuve acá (la computadora está cerca de una ventana) subieron y bajaron el volumen una o dos veces más. No sé cuánto va a durar ese Estambul. No me apena tanto por el Estambul sino por el señalador del Chevy. Aunque la verdad sea dicha, no creo que aunque llegue al final del libro, lo deje adentro. Quizás eso es lo que pase con el señalador del Chevy. Se hizo tan especial que ahora siempre estará dando vueltas y nunca se irá con un libro a la estantería. Ni aunque hubiere sido bueno (¿está bien puesto ahí el tiempo condicional futuro?). “No quiero soñar mil veces las mismas cosas…”, están cantando. Eso no es mal gusto. Pero no afinan. 

*

Hoy es el día siguiente. El capítulo que leía ayer y terminé hoy es el 10 y está muy interesante. El mejor hasta ahora, quizás (con decir que inauguré un segundo señalador para tenerlo marcado). Reabre las esperanzas en el libro. Podría copiarlo acá pero es algo largo. "Hüzün" es el nombre y significa "amargura" como sentimiento y Pamuk hace una notable explicación de lo que es ese sentimiento comunitario del estambulí (por cierto, hay varios gentilicios aceptados para quien es de Estambul; eso lo leí en otro lado).

Pamuk primero estudia el sentimiento en base al pensamiento islámico. Por un lado amargura como un sentimiento imperfecto ante una pérdida material, resultado de una excesiva dependencia de las cosas de este mundo. Por otro lado amargura por no haber podido hacer lo suficiente por Dios, y entonces también una justa amargura por no tener amargura por eso.

También compara el sentimiento con otros parecidos, de otros autores, como la melancolía de Robert Burton, la que veía Baudelaire en cuadros de Delacroix, la que veía Théophile Gautier en Estambul o la tristesse de Lévi-Strauss.

Pero dice que lo que hace única a la amargura estambulí es esa sensación de ser parte de un imperio en ruinas y de cómo se convive con ello. Cómo, a diferencia de occidente, no se exhiben orgullosos los restos de épocas imperiales gloriosas sino que quedan en el descuido y manoseo de la vida diaria. 

Y hay, entre todo eso, una descripción interminable de imágenes que se pueden ver en la ciudad, para tratar de entender el sentimiento. Sencillas pero efectivas. Un poco largo para poner en una entrada pero, si queda algún valiente, allá va:

"(...) Hablo de los padres que regresan a casa con una bolsa en la mano bajo la luz de las farolas suburbiales en noches que caen demasiado pronto. Hablo de los libreros ancianos que se pasan el día tiritando de frío en sus tiendas esperando un cliente después de una de esas crisis económicas que se producen cada dos por tres; de los barberos que se quejan de que los hombres se rapan y se afeitan menos después de las crisis; de los marineros que, cubo en mano, limpian los viejos vapores del Bósforo amarrados a muelles vacíos con un ojo en la lejana y pequeña televisión en blanco y negro y que poco después se quedarán dormidos en el barco; de los niños que juegan al fútbol entre los coches en estrechas calles adoquinadas; de las mujeres de cabeza cubierta que llevan bolsas de plástico y que en remotas paradas esperan sin hablar entre ellas un autobús que nunca llega; de las vacías casetas de los caiques de las antiguas mansiones; de las casas de té llenas hasta la bandera de desempleados; de los proxenetas que las noches de verano se patean pacientemente las aceras con la esperanza de encontrarse algún turista borracho en la mayor plaza de la ciudad; de las multitudes que corren a toda prisa para no perder el transbordador las tardes de invierno; de las mujeres que por las noches esperan a sus maridos, que no acaban de llegar, y que entreabren las cortinas para echar un vistazo a la calle; de los ancianos con casquetes de punto que venden en los patios de las mezquitas opúsculos religiosos, rosarios y ungüentos para peregrinos; de las entradas de decenas de miles de bloques de pisos todas iguales; de las mansiones hijas de palacios en la que cada tabla del suelo gime con un crujido ahora convertidas en dependencias del ayuntamiento; de los subibajas rotos de parques vacíos; de las sirenas de los barcos en la niebla; de las murallas de la ciudad, ruinosas desde los tiempos de Bizancio; de los mercados que se quedan desiertos por las noches; de los viejos cenobios convertidos en ruinas; de los miles de casas cuyas fachadas han perdido el color por la suciedad, el óxido y el hollín; de las gaviotas que permanecen inmóviles bajo la lluvia en boyas oxidadas cubiertas de algas y mejillones; de los enormes caserones centenarios de los que en el día más frío del invierno apenas surge una delgadísima columna de humo de la única chimenea; de las multitudes masculinas que pescan desde el puente de Gálata; de las frías salas de lectura de las bibliotecas; de los fotógrafos callejeros; del hedor a mal aliento del cine de techos dorados en tiempos famoso y ahora convertido en sala porno por cuya puerta entran hombres avergonzados; de las calles en que no puedes ver ni una sola mujer en cuanto se pone el sol; del gentío que se acumula en los días de viento del sudoeste, medio calurosos, medio borrascosos, a las puertas de los burdeles controlados por el ayuntamiento; de las mujeres jóvenes que hacen cola a la puerta de las carnicerías donde se vende carne barata; de las bombillas pálidas de los luminosos que se tienden entre los alminares los días de fiesta; de los carteles de los muros rotos, y garabateados por todas partes; de los agotados coches americanos de los cincuenta que sirven de taxis colectivos, que gimen rezongando mientras suben cuestas pronunciadas por las sucias calles de la ciudad y que de tratarse de una ciudad de Occidente ya estarían en un museo; de las multitudes que llenan los autobuses hasta la bandera; de las mezquitas a las que les roban continuamente los caños y el plomo que recubre las cúpulas; de los cementerios que parecen vivir como un segundo mundo en la ciudad y de sus cipreses; de las pálıdas luces que brıllan por las noches en los vapores que hacen el servicio Kadıköy-Karaköy; de los niños pequeños que intentan vender en la calle un paquete de pañuelos de papel al primero que se les ponga por delante; de las torres del reloj que nadie mira; de las victorias de los otomanos que los niños estudian en los libros de Historia y de las palizas que se llevan por la noche en casa; de la angustiosa espera a que lleguen los "funcionarios" cada vez que se proclama una de las frecuentes prohibiciones de salir a la calle con la excusa de un censo, un empadronamiento o una búsqueda de terroristas; de las cartas de los lectores que nadie lee, del tipo ‘Se está hundiendo la cúpula de tal mezquita construida hace trescientos setenta años en nuestro barrio, ¿qué hacen las autoridades?’, arrinconadas en una pequeña esquina de los periódicos; de los pasajes subterráneos en los lugares más frecuentados de la ciudad; de los escalones de los pasos elevados, cada uno roto por un sitio distinto; del hombre que desde hace cuarenta años vende en el mismo sitio postales de Estambul; de los pordioseros que se te aparecen en el rincón más inesperado y de los que todos los días repiten las mismas palabras en la misma esquina; del intenso olor a retrete que de repente te llega a las narices en las calles más frecuentadas, en los vapores, en los pasajes, en los pasos subterráneos; de las jóvenes que leen la columna de la Tía Güzin en el diario Hürriyet; de las puestas de sol que pintan de un naranja rojizo las ventanas de Üsküdar; de las horas tempranas en que todo el mundo duerme excepto los pescadores que salen al mar; de las dos cabras y los tres gatos aburridos en sus jaulas en ese lugar del parque de Gülhane al que de ninguna manera cabría llamar zoo; de las cantantes de tercera y de primera que en los cabarets imitan a las divas americanas y a las estrellas del pop local; de los estudiantes hastiados en interminables clases de inglés en las que en seis años nadie aprende a decir otra cosa que no sea ‘yes’ o ‘no’; de los emigrantes que esperan en los muelles de Gálata; de los restos de verdura, frutas, basura, bolsas de plástico, sacos, cajas de cartón y de madera que quedan esparcidos por el suelo las noches de invierno después de que levanten los puestos de los mercados; de las bellas mujeres cubiertas con velo que regatean vergonzosas en ellos; de las madres jóvenes que caminan a duras penas por la calle tirando de tres niños; de la vista del Cuerno de Oro cuando se mira hacia Eyüp desde el puente de Gálata; de los vendedores de roscas de pan absortos en el paisaje mientras esperan clientes en el muelle; de las sirenas de los vapores sonando todas a un tiempo a lo lejos una vez al año tras transcurre el minuto de silencio en memoria de Atatürk durante el que toda la ciudad permanece convencida en posición de firmes; de las centenarias fuentes de barrio, a las que antes había que subir por una escalera desde la calzada adoquinada y que ahora, a fuerza de echar asfalto sobre asfalto, han quedado por debajo del nivel del suelo y a las que les han robado los grifos convirtiéndolas en un montón de mármol; de las jóvenes que trabajan hasta el amanecer para entregar a tiempo un pedido por el salario más mínimo de la ciudad repasando costuras y botones en pisos de las calles laterales ahora repletos de máquinas en los que en mi infancia escuchaban la radio familias de clase media, médicos, abogados y maestros con sus mujeres y sus niños; de que todo esté roto y avejentado; de que la ciudad entera contemple a las cigüeñas que vienen de los Balcanes, de Europa Oriental y del norte cuando se acerca el otoño y que pasan sobre el Bósforo y las islas cuando se dirigen al sur; y de las multitudes varoniles que regresan fumando a sus casas después de un partido de la selección nacional, y que cuando yo era niño siempre terminaban con una seria derrota".

miércoles, 9 de octubre de 2019

Pilgrims

Hace tiempo me hicieron conocer el siguiente poema, que había olvidado (¿a quién le importará que a uno le hicieron conocer esto y luego uno lo olvidó si lo interesante, de serlo, puede ser solo el poema?):

The Pilgrim
(John Bunyan)

Who would true valour see,
Let him come hither;
One here will constant be,
Come wind, come weather

There’s no discouragement
Shall make him once relent
His first avowed intent
To be a pilgrim.

Whoso beset him round
With dismal stories
Do but themselves confound;
His strength the more is.

No lion can him fright,
He’ll with a giant fight,
He will have a right
To be a pilgrim.

Hobgoblin nor foul fiend
Can daunt his spirit,
He knows he at the end
Shall life inherit.

Then fancies fly away,
He’ll fear not what men say,
He’ll labor night and day
To be a pilgrim.

Con una buena traducción podríamos recitarlo a coro en voz alta en una peregrinación a Luján (hay quienes dirán que basta con el Rosario, claro). Pero como no está a mi alcance el tema, haré algo totalmente distinto.

Resulta que cuando me recordaron este poema yo estaba (¿oh, casualidad?) recolectando algunas canciones sobre “pilgrims”. Así que lo que haré es dejar acá abajo en su compañía esas canciones. Algunas de estas canciones no responden al tipo de un peregrino cristiano, claro, pero es una interesante colección.

En la primera vemos a un groso moderno del folk americano, David Rawlings. No sé si la canción es la historia de una persona, quizás son varias. Pero todas comparten una especie de peregrinaje porque no pueden volver su hogar. Sería todo lo contrario al sentido de nuestra vida como peregrinos. Porque nosotros vamos a Dios e incluso si pecamos (y nos alejamos) siempre podemos volver, hasta el último momento. Gran canción la de Rawlings cuya letra, algo compleja, está en el siguiente video.



La segunda sí tiene significado espiritual. Es decir, explícito. Este "Weeping Pilgrim" es religioso, como el de Bunyan. Según explica Natalie Merchant en el Tiny Desk Concert, este tema es un himno protestante tradicional (Bunyan, por otro lado, era un bautista reformado en la Inglaterra del siglo XVII). Aparentemente hay varias musicalizaciones para la misma letra. La que hizo Merchant es una de ellas (aunque no me queda claro si es algo como su propia versión libre o una de las musicalizaciones previamente existentes). La letra no necesita mayor explicación. Y no dejen de ir por el enlace al Tiny Desk Concert, minuto 18:55, donde la cantante invita al público a participar.



En tercer lugar un ineludible dentro del repertorio del argentino Dúo Coplanacu. Un himno, como dicen ahora (pero sin referirse al tipo de composición musical). La canción se llama Peregrinos. En la llegada del dúo “cordosantiagueño” a Buenos Aires, representada en el disco en vivo llamado “El encuentro”, se escucha este tema acompañado de toda la emoción del público. Claro que la letra no menciona la palabra “peregrinos”, pero podríamos llegar a entender todo lo que pasa como aquello que le sucede a un peregrino por este mundo.



Y en cuarto lugar un tema de Eric Clapton. Un sonido que no me gusta mucho. Muy ochentoso. Pero una letra a la que es imposible no darle un sentido trascendental. No tengo mucho para decir. La dejo solo para quienes gusten de este tipo de canción (letra allí en el video).



Seguramente hay muchas canciones más sobre peregrinos. Hay una de Abel Pintos, pero no me gusta. Hay una de un grupo de rock progresivo llamado Van der Graaf Generator; parece de letra elaborada. Hay también una del moderno grupo The Shins llamada "Young pilgrims", pero la mención a peregrinos parece solo marginal respecto al tema principal. Y hay otras, seguramente, pero de las que encontré ninguna me ha atraído para completar esta colección. Así, entonces, se cierra la entrada.

martes, 1 de octubre de 2019

Cosas de las fotos

Hace un tiempo pensaba: "La foto de todos sonrientes oculta las peleas y discusiones de una reunión y podría parecer una máscara pero, ¿no es la foto la que refleja la verdadera voluntad, que es que todos quieren estar bien allí juntos, aunque no puedan lograrlo plenamente?"

Las fotos para el niño Orhan Pamuk eran varios cosas. Allí en la casa de su abuela, dónde había muchas enmarcadas y de distintas épocas de la familia y sus miembros, le resultaba raro ver a la persona actuando en el presente y atrás su foto de otro suceso anterior. Pero además decía: “Cada nueva mirada a aquellas fotografías me mostraba la vida real y me enseñaba la importancia de ciertos momentos extraídos de ella, protegidos contra el tiempo y subrayados al colocarlos en un marco”.

De todos modos las fotos le daban también tristeza. Y es triste también su descripción de la felicidad de las reuniones familiares, que de grande supo que oculta llevaba peleas.

Yo asocio las reuniones familiares a la felicidad y, aunque a medida que las familias crecen hay dificultades, en mi experiencia son solo accidentes en un camino de felicidad. Y quizás por eso en mis fotos familiares pueden aparecer, como en el pensamiento del principio, las sonrisas.

Debería agradecer más por esto.

martes, 17 de septiembre de 2019

Alter Mundi - XVII. Meandro de Brian

Foto: La Nación

Imaginemos una aventura de una película argentina. Vienen los chorros huyendo, se meten en la villa 21-24 por la avenida Iriarte y empiezan a correr en sentido sur. Se les acaba el camino y están en un estrecho pasillo por donde discurre una vía de ferrocarril con un puente que se lanza sobre el Riachuelo. Deciden seguir adelante y encaran en puente, de ruinoso aspecto. Unos pocos cientos de metros más adelante están sobre tierra otra vez. Más descampado. El cambio es notorio pero, de golpe, y como si en vez de una película argentina fuera un libro de Marechal, los asalta una duda metafísica: “Cruzamos el Riachuelo pero, ¿realmente dejamos la Ciudad de Buenos Aires?”

Foto: Google Maps

Uno de ellos saca el celular y se fija. Consulta el Google Maps y éste le dice que está en Piñeyro, Avellaneda. Pero el otro también había sacado el celular y le refuta, porque en Wikipedia dice que están en el Meandro de Brian, donde ambas márgenes del Riachuelo pertenecen a la Ciudad de Buenos Aires. ¡Ahijuna!

Foto: Wikipedia

Según dicen, el límite de Buenos Aires con provincia se modificó con la rectificación del Riachuelo, obra de la primera mitad del siglo pasado para evitar las inundaciones que se producían en los meandros del río. Si bien la zona en cuestión (Meandro de Brian) nunca llegó a rectificarse, se dispuso que el límite de la ciudad esté en la línea imaginaria de la rectificación planeada. Entonces la tierra que abarca el meandro estaría dentro de la ciudad de Buenos Aires (y su único acceso desde territorio capitalino sería por las vías del tren).

Foto: Mapa Interactivo de Buenos Aires

A esta altura los alcanzan los policías, que quedan desconcertados, como en una película muda o como en el Chavo del 8. De repente se encuentran discutiendo con los chorros (sobre geografía) y uno de los polis saca el celular y acude al Mapa Interactivo de Buenos Aires. Allí dice que donde están parados pertenece a Piñeyro, Avellaneda. Duda entonces acerca de si tiene autoridad, como policía de la ciudad, para atrapar a los chorros allí. Pero no dice nada, herido e inflamado su sentido de justicia, preso en ese momento de las limitaciones de la organización política.

Viendo la duda en el rostro de su compañero, otro policía saca su propio celular. Va también a Wikipedia. Entonces reclama en voz alta: “¡El Meandro de Brian está oficialmente dentro del catastro de la ciudad de Buenos Aires, forma parte de la manzana 104, de la sección catastral 26 siendo la dirección oficial de la parcela la calle Luna 2101! ¡Alto en nombre de la ley!”

“¡Lo parió!”, dice uno de los chorros y salta un muro y se mete en la cancha del Club Victoriano Arenas. Un policía chequea y ve que el club tiene dirección en Google en la Ciudad de Buenos Aires. Decide llamar por teléfono y en nombre de la policía de la ciudad pide que cierren todas las puertas del club. El chorro llega al rato a una puerta donde lo esperaba el cana. Se deja atrapar pero allí, en la misma puerta, llega a ver un sobre con una factura de un servicio cobrado por la Municipalidad de Avellaneda. Sinceramente consternado, se lo muestra al Policía. El policía duda un instante y el chorro forcejea y se escapa. Entonces corre desesperado buscando la línea imaginaria de rectificación del Riachuelo (y ahí la escena termina con un fade out).

No se sabe qué pasó con los otros chorros, ni cuántos eran, menos aún los policías. Solo se supo que dos días después la Policía Federal encontró a uno de los fugitivos escondido y dormido en un puente que yace apoyado en tierra en la parte angosta de terreno que forma el Meandro de Brian. Dicho puente era el que se iba a utilizar cuando se rectificara el Riachuelo.

Foto: Google Maps

Algunos de los peritos que fueron a identificar cuál sería la línea de rectificación del Riachuelo dijeron que el fugitivo yacía ya en Piñeyro. Pero se llegó a alzar una voz diciendo que debía considerarse su posición relativa en el puente como si el puente estuviera ya colocado sobre el Riachuelo rectificado. Es decir, había que ver en qué mitad del puente se encontraba el chorro, no importando donde estaba el puente. Eso, como se vio enseguida, no tenía sustento. Y acá finaliza el relato, pero les dejo algunos datos más sobre el Meandro de Brian.

Nuestro alter mundi lleva su nombre, según Wikipedia, por la ya desaparecida estación de intercambio de cargas Ingeniero Brian, playón que hoy ocupa la villa 21-24. Según Wikipedia, el nombre de la estación refiere a su vez un ingeniero ferroviario “británico”, que en La Nación nombran como ingeniero civil Santiago Brian. Pero en la página de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la cual Brian fue presidente, dicen que el don era argentino.

Ya para no cargarlos demasiado (tienen enlaces en el texto por todos lados y video aquí) solo decirles que me prendo en un viaje a conocer el meandro. Claro está, no por el lado de la 21-24 sino por el lado de provincia. Tal vez solo sea cuestión de sacar entrada para el próximo partido del Victoriano, que en 2018 ascendió a la C.

Foto: Google Maps

viernes, 13 de septiembre de 2019

Señaladores


Cuando me jubile voy a realizar un emprendimiento relacionado con el diseño de señaladores (na, ni a palos). Si lo hiciera, empezaría con un estudio ingenieril, teniendo en cuenta la importantísima relación del libro con el señalador. Relación que tiene que ver con tamaños, espesores del papel, formas de los mismos y quién sabe cuántas cosas más. No hay que perder de vista que, después de eso, de la adecuación libro-señalador, entrará el gusto del usuario, que puede incluso modificar lo que hasta ese momento se consideraba como la relación ingenierilmente ideal de libro con señalador. Pero habría que avanzar igual.

Y la cosa tiene variantes. Uno puede gustar de un buen señalador firme como señalador principal, que se saca cuando uno lee, pero necesitar otros de menos espesor para ir dejando marcadas anteriores páginas. Como estos otros señaladores no se sacan, deben plegarse con facilidad por la sola presión de la hoja del libro, cosa relacionada estrechamente con el gramaje de dicha hoja.

El uso de más de un señalador es propio del lector que necesita atrapar esas expresiones o reflexiones que considera acertadas o lindas a su entender o gusto. Puede ser propio de lectores que consideran casi como algo sacrílego marcar el libro con un lápiz, o no. Puede haber marcas de lápiz y varios señaladores a la vez. La marca de lápiz, siendo un libro que no es de estudio, es como para que queden registros para un futuro más lejano. El señalador, al contrario, es para ir y volver. Aunque es cierto que muchas veces los señaladores quedan, aun cuando el libro volvió a la biblioteca. Y cumplen una función a largo plazo.

El momento en que uno abre el libro por la parte indicada por el señalador es también muy importante. Eso deriva en el cálculo de la densidad del señalador y de cuánta parte del mismo debe sobresalir del libro. Un libro de hojas muy sensibles, aún cerrado, puede ser dañado al intentar separarlo en las dos mitades que el señalador marca. La separación es de hoja a hoja. Si el señalador es delgado pero firme, y sobresale con holgura, uno hace una especie de suave palanca sin acercar la yema del dedo y dañar las hojas. Alguno podrá decir que la densidad no cuenta, que estoy complicando el asunto, que la densidad está relacionada con el espesor del señalador. Puede ser, pero puede no ser. Para libros gordos de hoja muy delicada, lo ideal es un señalador denso pero lo más delgado posible. Porque si no es muy delgado abulta el libro, tuerce la página (como poner una regla escolar). Y necesito su alta densidad para, como ya dijimos, abrir desde lejos.

Sin embargo hay formas y formas de abrir un libro. Para un libro que se abre y se cierra con alta frecuencia, como los que se leen viajando en transporte público (y uno no está en una posición muy estable o definitiva) muchas veces se utiliza el dedo gordo, barriendo las hojas por el canto, al modo en que uno pasa el dedo gordo cuando mezcla unos mazos de naipes. En ese caso un señalador muy débil, de igual o inferior espesor y densidad que una hoja, pasa desapercibido (en el mal sentido). Pero un señalador correcto produce, en el barrido del dedo gordo, la separación mayor en el lugar donde él se encuentra, abriéndose el libro casi solo. Algo que ayuda muchísimo en la situación ya mencionada.

En general en un señalador son importantes los bordes, nada filosos, para no dañar las páginas que se doblan sobre ellos. Quizás en este punto sea hora de observar bien el ancho del señalador, cubriendo este gran parte de la hoja, también para una mejor palanca. Aunque es sabido por muchos que un señalador extremadamente ancho es muy incómodo (lo han visto, ¿no?).

Los señaladores que agarran la hoja nunca fueron del todo de mi agrado. Se necesita una hoja fuerte y además es incómodo ponerlo y sacarlo. Tengo uno muy apreciado pero que lo uso sin la función agarra hoja. Hablando de eso, en general en mi caso los señaladores se van quedando atrás (es decir, en los libros que se van). No uso señaladores que compre; no uso metálicos, ni tejidos, etc. Salvo en la Biblia, donde trato de tener uno muy lindo. Y entonces los señaladores empiezan con un libro. Si el libro no fue gran cosa es probable que el señalador lo abandone y continúe su vida activa en otro libro. Si, entonces, este otro libro fue bueno, el señalador queda luego allí, muchas veces con otros señaladores secundarios y van juntos a la biblioteca. No es ley, pero pasa. Y es bueno que así sea, sobretodo para los que recibimos muchos señaladores como regalo, muchas veces como pequeñas tarjetas de cumpleaños o con dibujos de los chicos. ¿Dónde poner tantos regalos? Dado este problema, qué bueno que cada uno vaya quedando en un libro.

Y ese es otro tema. Cuando logramos desprendernos de un buen libro que va a ir a la biblioteca con un señalador, ¿en qué parte del libro dejar el señalador? Salvo que haya más de un señalador (es decir, salvo que estén los secundarios), el señalador lo pongo antes del inicio o después del final. Un libro con un señalador por la mitad es un libro que aparenta no haberse terminado. Es triste que haya libros que no se hayan leído enteros.

Cualquier cosa que parezca señalador puede ser un señalador: estampas religiosas, recuerdos como entradas de cine, teatro, recitales musicales, parques nacionales, museos, etcétera, etcétera. Y como ya dije, yo no compro y tiendo a usar regalos familiares o cosas de poca monta. No soy elegante para el señalador (quizás porque no leo libros elegantes). Por decir un ejemplo, en las cajas de sobres de té o mate cocido sin ensobrar suele haber, como separador entre filas, un cartoncito de puntas redondeadas muy agradable. Más lustrado de un lado (aunque no mucho), más rústico del otro. Es un señalador ideal para muchos libros.

Tengo una bolsita con señaladores posibles. Es extraño pero la experiencia hasta el momento es que rara vez se uso esos señaladores. O bien no voy a la bolsa cuando necesito uno, o bien es eso sumado a que cualquier cosa puede ser un señalador, como dijimos. La cuestión es que siempre quedan relegados. La bolsa de los olvidados. El purgatorio de los señaladores. Algunos quizás con razón, porque a veces he tomado uno de allí, no ha prosperado e incluso ha sido reemplazado por otro. Hay uno, por ejemplo, que siempre quise usar de señalador, pero fue algo incómodo hasta ahora en la mayoría de los libros. Imaginen que es un pequeño almanaque, de esos de billetera que se entregaban en los negocios, pero hecho de un plástico o plastificación más gruesa y resistente. Es genial porque es un almanaque 1971 con una foto de un Chevy al dorso. Pero resulta muy grueso a veces. O corto.

Una inquietud me ha llegado repetidamente a través de numerosas cartas de lectores. Por eso dimos forma a la encuesta-test psicológico titulada: “Dime donde dejas el señalador cuando abres el libro y te diré cómo eres”. Los resultados no podemos aún divulgarlos ni podrán saber aquí ustedes cómo ustedes son. Pero sí les daremos algunas opciones de respuesta, para aquellos poco perceptivos que, interesados por la encuesta, no se habían hasta ahora detenido a observar el propio comportamiento. ¿Dónde dejás el señalador cuando empezás a leer? ¿Lo dejas en el mismo libro? Si es afirmativo, ¿lo dejás en la misma hoja en que iniciaste o lo movés hacia la tapa o contratapa para que no moleste? Si no lo dejás en el libro, ¿dónde lo apoyás o colocás? Si es así, ¿te cuesta encontrarlo al momento en que vas a cerrar el libro? Si es así y si no lo encontrás, ¿cerrás sin señalador o utilizás el primer objeto a mano?

El uso del señalador tiene matices de análisis tanto cuando lo sacamos como cuando está en el libro cumpliendo su función. No falta quien ensaya formas originales de colocarlo, por lo general completamente inútiles. Quién no ha sentido más de una vez la necesidad de, una vez, dejarlo transversal y que asome por el costado. Como para marcar el renglón. Pero es una cosa totalmente inservible, al menos para mí. Casi nunca arranco sin tomar un poco de carrera, es decir, retroceder un poco en lo ya leído, aunque sea unos renglones.

He usado como señalador objetos con formas raras. Digamos que planos, pero no rectangulares. Suelen ser incómodos. O muy chicos, o muy grandes. No se quedan fijos cuando uno quiere. Se deslizan o remontan vuelo apenas uno abre el libro.

El transporte del libro con señalador es todo un problema de la logística internacional. Es feo que el señalador se doble. Muy feo. Si el libro se lleva en la mano suele correr menos riesgos, pero ni bien ingresa a un bolso, mochila o sencilla bolsa plástica, el señalador corre peligro de torceduras. Por eso yo lo asomo poco. Aunque esto complique la apertura posterior. Torcido ya, la clásica solución es ponerlo invertido. Aplastando la parte doblada y asomando su otro extremo. Se me ocurre pensar que un señalador algo doblado pero luego “planchado” puede ser interesante. Suma al libro su aspecto de libro utilizado, aprovechado.

Algunos libros vienen con una solapa en la tapa. A pesar de que me gusten los señaladores, lo cierto es que no busco uno antes de empezar un nuevo libro. Y entonces cuando sé que el libro me ha atrapado y tengo que frenar la lectura, es normal recurrir a aquella solapa. Pero no me tengo permitido el uso de esa solapa más allá de las primeras hojas. No muchas más de cuatro o cinco. Después ya no entran, se curvan, queda horrible. Me alegra que me gusten tanto los libros que los empiece sin pensar en nada, sin ser tan previsor u organizado como puedo ser. Y es incómoda la situación ya descripta: haber empezado y tener que detenerse por primera vez sin un señalador a mano, a veces ni siquiera esa solapa. Pero aún así, bien vale la sensación de empezar un libro sin recaudos, encontrarlo de casualidad, quedar atrapado. La solución es bien conocida por los lectores: se coloca un lápiz, un libro pequeño, un libro abierto en sentido opuesto, una servilleta de papel, un pedazo de otros tipos de papeles, incluso los dedicados a los menesteres más íntimos. Es solo un instante, mientras se va a buscar el señalador.

¿Escribir en el señalador? No es raro. No consulten. Cuando uno tiene una frase que lo ha dejado “pum”, emocionado, a veces la escribe. Yo qué sé, nunca lo escribí en el señalador pero sin duda cosas como: “Hombre dado al silencio como a un vino precioso” (Marechal), o “Da lo que mandas y manda lo que quieras” (San Agustín), impactan. Puede uno, por otro lado, escribir ideas propias. Eso está muy bien también, cómo no.

Y vamos cerrando. En la foto, el señalador del Chevy probando suerte en el Estambul de Orhan Pamuk. Mientras yo pruebo suerte con Pamuk y su traductor y su fea edición de Mondadori de 23 por 14 centímetros y tapa blanda.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Árboles paganos, primavera de fe

Estos árboles como paganos de Faulkner me hicieron acordar, por oposición, a la primavera en que Adán Buenosayres dejaba este mundo:

Los árboles estaban quietos, incorpóreos e inmóviles como reflejos, pues el viento había amainado; a la espera del invierno y de la muerte, como paganos indiferentes a los rumores de inmortalidad”.
(William Faulkner, Relatos, Relatos inéditos, Adolescencia)

La primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca de la muerte”.
(Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres, Prólogo)

viernes, 30 de agosto de 2019

Don't pity the fool (corregida)

Hay una canción, un soul blues dice la enciclopedia, que se llama "I pity the fool". Su autor no es tan conocido como su primer intérprete, que aún así no es tan conocido como su talento mereciera (he’s underrated, dicen ahora). Se llamaba Bobby Bland y la verdad es que tanto él como los músicos hacían en esta canción una interpretación genial. En el tema el protagonista se compadece de los tontos que se entregarán enamorados a una fulana (su ex, por lo visto) y a quienes ella (sin duda) engañará también:
I pity the fool | That falls in love with you | And expects you to be true”.



Recordé casi inmediatamente esta canción, que yo conocía por la Tedeschi Trucks Band, cuando escuché una canción mucho más nueva, que hizo la portuguesa Luisa Sobral. Y es que ella dice en la canción:
"Don't pity me | love was made for fools".

Parece justamente lo opuesto. En esta canción, llamada “Déjà vu”, la protagonista se vuelve a meter en un amor en que ya falló y que sabe que va a terminar mal, pero que parece no poder evitar, o no importarle. Y le dice a él (o a quien escuche) justamente eso: "Don't pity me | love was made for fools".



Y yo la agarré por el lado heroico. Porque si bien hay una necedad en quien insiste con algo que se ve que no funcionará, ¡qué difícil puede ser darse cuenta! El amor es así, es algo que pareciera a veces cosa de gente poco sensata. Es una entrega en el que a uno lo pueden herir, una confianza que puede ser traicionada. Y hay cierto orgullo en el tono de la canción. No me tengas lástima. Soy un tonto, pero es por amor.

Hasta aquí el tema principal de la entrada. A continuación algunas curiosidades.

Si uno va al mundo Google y pregunta por "I pity the fool", todo es Mr. T y su catch phrase de Rocky III: "No, I don't hate Balboa, but I pity the fool". En un video el actor explica que acuñó esa frase basado en la Biblia. Porque en muchos pasajes bíblicos hay personas que piden piedad y en muchos otros hay quienes dicen que hicieron cosas tontas. Entonces él los juntó, dice, y registró la frase. Pero la canción “I pity the fool” es más antigua que la película, y me sorprende que nadie destaque eso. Yo, por lo pronto, ya lo hice.

Y ya cerrando, quizás convenga hablar algo sobre el título de la canción de Luisa Sobral, “Déjà vu”. Es que el otro día el candidato Fernández asoció la crisis actual a la crisis del 2001 mediante un efecto déjà vu. Y creo que le pifió. Porque un déjà vu sería como “el recuerdo de algo que no pasó”, esa sensación que “yo estoy lo viví antes”, pero en realidad nunca pasó. Y como en 2001 hubo una crisis según él similar, lo que sucede ahora es que se reviven o recuerdan esos momentos, existentes sí en el pasado.

Y Luisa Sobral, ¿lo usa bien? Ella, que se entrega de nuevo al mismo amor que le falló, dice que ve en él una mirada de déjà vu. Pero, de nuevo, si eso ya pasó, la experiencia de él solo sería literalmente algo déjà vu (en francés: algo ya visto), pero no el tipo de paramnesia del reconocimiento llamada déjà vu y que, como dijimos, podría ser explicado como “el recuerdo de algo que no pasó”.

jueves, 29 de agosto de 2019

Cumple de quince

Hoy cumple quince el blog.

En el baile nos moveremos al ritmo del siguiente cover de Pomplamoose (lo importante es seguir los pasos de Jack Conte, el pelado barbudo de la izquierda, sobretodo a eso de los dos minutos del tema):



Para el momento de la reflexión, estos típicos pensamientos: ¿Qué es el blog a esta altura? ¿Tiene realmente quince años? ¿Vive aún? Algún lector cada tanto pasa. Algún comentario tuve por ahí este año. Un like cuando enlacé un post en Facebook. Así que no se puede declarar muerto del todo…

En las charlas intelectuales de sillón desmenuzaremos unas canciones de los Oh Hellos...

En el video de la segunda canción alguien comentó (sic):
- Is the horse the angel of death? I sort of like that idea that spirits are animals. They talk about this horse In another song.

Y respondieron varios (sic):
- I think those represent the horsemen of the apocalypse.
- im fairly certain the horse is the one that carries death. and the rider is now missing due to Jesus conquering death.
- That’s how I take it.

Entonces yo dije:
- So the "where is your rider" question could be a sort of "death, where is your sting"?

Y me respondieron:
- I think it’s meant to be taken exactly like that, yes.


Pale white horse
Down they fell like the children of Eden
Down they fell like the tower
As the land relinquished her ghost
Heed the sirens, take shelter, my lover
Flee the fire that devours
But the sight held me fixed
Like a bayonet against my throat
Neither plague or famine tempered my courage
Nor did raids make me cower
But his translucent skin
Made me shiver deep within my bones
It was a pale white horse
With a crooked smile
And I knew it was my time
It was the raging storm
Of a foreign war
And a face I'd seen before


Where is your rider?
Was it you 'mid the fire and the ember?
Were you there to bedevil and beguile?
See, your face wasn't quite as I remember
But I know that wicked shape to your smile
Bury me as it pleases you, lover
At sea, or deep within the catacomb
But these bones never rested while living
So how can they stand to languish in repose?
He has thrown down the cavalry as gravel sinks
And as the stone founders underneath the sundered sea of red and reed
The shadow of Hades is fading
For he has cast down leviathan, the tyrant, and the horse and rider
Where is your rider?
He will hold with all of his might the armies of night,
Still as boulders laid to the side 'til we pass by
He has hoisted out of the mire every child
So lift your voice with timbrel and lyre
"We will abide, we will abide, we will abide"

Y finalmente llegamos al momento de la torta, con los deseos de que cumpla muchos más…

(En el día de Nuestra Señora de la Guardia)

domingo, 21 de julio de 2019

Luna de buenos y malos

La luna de la montaña
ilumina también
a los ladrones de flores.
(Matsuo Bashô)

Encontré este haiku en un juego de cartas y lo primero que pensé fue en el sol que sale sobre buenos y malos. Porque la palabra también me hizo pensar que lo otro que no eran los ladrones de flores eran, no sé, "no ladrones", digamos. Luego, por algo que leí, pensé que lo otro (a lo cual venía a contraponerse "también los ladrones de flores") eran justamente las mismas flores. La luna ilumina a las flores y también a los ladrones de flores. Lo cual sería lo más simple si hubiera que encontrar algún significado.

Había pensado si la luna no era el beneficio otorgado por un Dios, como el sol bíblico, que sale sobre buenos y malos (en este caso para aquellos que la necesitan para caminar y para aquellos que la usan para robar). Luego pensé si no era una especie de iluminación en el entendimiento de la realidad, que nos hacía ver las dos cosas, lo bueno y lo malo (las flores, pero también sus ladrones). Pero, por lo que también leí, los haikus no expondrían enseñanzas o razonamientos, sino que serían sólo una contemplación de lo visible.

Quizás la idea de una luna de montaña iluminando buenos y malos se me metió sola en la cabeza por culpa de estos versos, con resonancias de frases bíblicas...

While the weary nations weep
Awakening me from a dream
I see the moonlight steal across my sheets
My love is lying fast asleep
Chasing its beams
She stirs, and then she turns her back to me

The clouds overhead open up
For the wicked and just all the same
And lay low the hills, so to fill
Every valley below to the brim

But like the sun that turns the sky
Illuminating all, in time
The tables in the temple will be turned on their side
And just as it scorches up the dunes
Beneath the height of noon
The pillars of the empire will be burned, in kind

And by the holy rock I stand
As blessed as the sacred ram
I see the trail of shoulders I've climbed over, but
By god, I'll bloody up my hands
With everything I am
To cut away the mountains I've made
And fill the dales below

(The Oh Hellos, O sleeper)

viernes, 19 de julio de 2019

The Oh Hellos

No saldrán indiferentes si se detienen un poco a escuchar a los Oh Hellos de San Marcos, Texas. Son mis nuevos favoritos.

Like the dawn

I was sleeping in the garden when I saw you first
He'd put me deep, deep under so that he could work
And like the dawn you broke the dark and my whole earth shook
I was sleeping in the garden when I saw you

At last, at last
Bones of my bones and flesh of my flesh, at last

You were the brightest shade of sun I had ever seen
Your skin was gilded with the gold of the richest kings
And like the dawn you woke the world inside of me
You were the brightest shade of sun when I saw you

And you will surely be the death of me
But how could I have known?

 

Es buen momento para el Tiny Desk:



Lay me down

Fire and brimstone fell upon my ears
As their throats of open graves recited fear
Like the bullets of a gun they drove my tears
And my feet to run the hell out of here

See, I was born a restless, wayward child
I could hear the whole world calling me outside
Of the masses I routinely sat behind
And Lord, I had to see with my own eyes

Take me home
I want to go
Down the road that will take me
To the living oak
And Lord, I know
That I'm a weathered stone
But I owe it to my brothers
To carry them home

Take me home
I want to go
Down the road that will take me
To the living oak
And Lord, I know
It's a heavy load
But we'll carry our brothers
Oh, we'll carry them home

And oh, there is no power on Earth or below
That could ever break our hearts or shake our souls
And when you lay me down, you'll only bury bones
'cause oh, my heart and soul are going home



New River

It took forever and a day for the canyons and coasts to erode away
By the weight of the ocean's cyclical motion they swayed

And though the eons may pass as slow as the sands of an hourglass
Every grain that we've counted
claims that even the mountains can change

Let it come down, let it come down
Let it make in you a new river

I know the winds from the south have
the waves riled up like a hungry mouth
And your stomach goes hollow at the
thought that it could swallow you whole

Well, it'll rain for forty days and nights,
and nothing you do can slow the rising tides
But the river takes her shape from every tempest she abides
And like her, you'll be made new again

Let it come down, let it come down
Let it make in you a new river



Soldier, Poet, King

There will come a soldier
Who carries a mighty sword
He will tear your city down,
o lei o lai o lord

O lei, o lai, o lei, o lord
He will tear your city down, o lei o lai o lord

There will come a poet
Whose weapon is his word
He will slay you with his tongue,
o lei o lai o lord

O lei, o lai, o lei, o lord
He will slay you with his tongue, o lei o lai o lord

There will come a ruler
Whose brow is laid in thorn
Smeared with oil like David's boy,
o lei o lai o lord

O lei, o lai, o lei, o lord
Smeared with oil like David's boy, o lei o lai o lord

O lei, o lai, o lei, o lord
He will tear your city down, o lei o lai



Eurus

Spinning that stone uphill again
Like atonement for a bygone sin
Under the weight of it, my bones
Cracking like a dry branch in a westward wind

But Zeus and his pantheon of kin
Take the first nine out of every ten
Minas, like lightning changing hands
It all returns back to his pockets, in the end

You can't take any gold or rings further than the grave
Nothing we make can we bring
But still the bait hanging from the string is calling my name
And like the wind it slips again
Out of my fingers

As Fortuna sits idly by
I spin her wheel with all my might
Crushing my kin for warring-wage
Minted from the ivory of your tooth and eye

Under the table where she dines
I sit hungry with my mouth foamed white
Fighting for crumbs that trickle down
As she finishes her cake, then takes a bite from mine

You can't take any gold or rings further than the grave
Nothing we make can we bring
But still the bait hanging from the string is calling my name
And like the wind it slips again
Out of my fingers



Merece verse toda esta presentación:



Y esta también:

lunes, 17 de junio de 2019

Días de junio

[ACTUALIZACIÓN 21/06/2019: Ver al final]

En la Vélez Sarsfield de Munro, en una librería de usados, había una edición de 1946 de Sopena de "Quintin Durward", de Walter Scott, a 15 pesos. Impreso y editado en Argentina, cuando mi mamá tenía 7 años y mi papá todavía no había venido a Buenos Aires, pues tenía 11. La segunda guerra mundial había terminado un año antes y como en libro se imprimió en septiembre, los argentinos recién estaban estrenando a Perón. Dependiendo de cuál de las referencias históricas uno elija el libro puede o no parecer muy viejo. No me resulta viejo si pienso que podrían haberlo tenido mis padres en su niñez. Sí me resulta viejo si pienso en la segunda guerra mundial. El libro tiene esas hojas amarillentas ásperas y una impresión a doble columna poco atractiva, pero ha logrado atraparme. Fue como un rescate que hice de él entre las cosas totalmente irrelevantes entre las que se hallaba. Y solo valdría más que su rara compañía (cuyos nombres ahora no recuerdo) por tener esas introducciones históricas tan interesantes que se ve que hacía Walter Scott (lo digo por haber leído el principio de Ivanhoe y ahora este). Es una forma agradable de aprender historia, una historia que no hubiera ido a leer a otro lado. La tapa es realmente fea y en el canto ya se despegó del interior. Pero aún así es un libro agradable de tener entre manos. El olor y la tipografía son, como diría un youtuber español cuyos videos ven los chicos, muy satisfactorios. Escribo esto mientras voy y vengo del libro porque por alguna razón, no puedo leer mucho seguido, aunque libro me guste. Alguna vez pensé que era una especie de ansiedad. Lo cierto es que es una rara sensación y por mucho tiempo la vengo analizando porque me disgusta. Aunque lo cierto quizás sea que el libro no me atrapa del todo, porque hace poco leí "El mendigo alegre" de Luis de Wohl y tuve esa sensación que hace mucho no tenía: querer seguir leyendo en cualquier momento o lugar, no necesitar un clima especial, recordar todo de forma que no tengo que ir para atrás si continúo con la lectura después de una larga detención, etcétera. O quizás sea solo la necesidad de frenar mientras me siento bien para poder escribir sobre lo bien que me siento. No estoy seguro de si eso es bueno, malo, algo que hay que moderar, o solo dejar ser.
En el sillón hace rato, espero que traigan a G. de un cumpleaños. Es en San Fernando, el río estaba muy crecido y había agua hasta en la esquina de la casa donde festejan. G. ya debe tener sueño. El resto de los de la casa no creo que la reciban ya despiertos.
Cambio de día. Sería fantástico que sonara el reloj o campana de alguna torre.

*

Lunes 17 de junio. Feriado de Güemes. La historia de Quintin Durward se ha hecho muy interesante en estos dos días. Hoy despedimos a Juan Carlos. ¡Quién iba a decir que en junio de 2019 estaríamos con Teresa y Luis tomando un café con leche en una confitería de Chacarita! Este fin de semana no salió el sol y no paró de llover. Estamos entrenados, no sé... como para un viaje a Londres. Mientras, ¿qué quieren escuchar? Tengo una especie de góspel hecho por David Byrne y Brian Eno o una genial versión del clásico brasilero Asa Branca interpretado por Sílvia Pérez Cruz y sus secuaces de cuerdas.

"Even though a man is made of clay
Everything can change..."





[ACTUALIZACIÓN 21/06/2019: Cuando pensé que terminaba el libro me di cuenta que terminaba la primera parte. Parecía un final algo abrupto, pero el índice no decía nada. El dato solo estaba en la hoja del título y no lo vi. Tampoco lo veía al abrir y cerrar el libro. No me di cuenta que una estrellita pequeña en portada y otra en el canto lo indicaban. Y lo terminé la noche antes del feriado, con lo cual quedé un día en suspenso. Por suerte hoy pude volver a la librería y la segunda parte estaba allí, cosa que podía fallar, por ser un recontra viejo libro del cajón de 15 pesos. Pero entonces debo corregirme: Quentin Durward, de Walter Scott, edición Losada de 1946, cuando mi mamá tenía 7 años y mi papá 11, me salió 30 pesos].