domingo, 25 de febrero de 2024

There and back again (IV)

El marketing del “fin del mundo” te lleva a varios lados, pero hay otros fines del mundo menos conocidos (y no me refiero a los de Eliot: “There are other places / Which also are the world's end…”).
Veamos…
  

Las fotos que saques desde Ushuaia, por ejemplo desde la Costanera, pueden ser muy lindas, pero verás que hay cosas más allá. Entonces no es el fin del mundo. Es cierto que si nublamos el horizonte y le ponemos varios barcos podemos llegar a lograr un efecto “fin del mundo” respetable, pero ahicito enfrente de Ushuaia tenés islas y montañas chilenas y los muy taimados (de los chilenos) han declarado ciudad a Puerto Williams, en la Isla Navarino. (Eso sí es trampa, porque Ushuaia tiene sesenta y ocho mil habitantes y Puerto Williams no llega a tres; por lo tanto nombramos de facto a la argentina como la ciudad más austral).


Pero aun sin recelos internacionales uno puede ir por tierra de la Patria más al sur de Ushuaia y en un vehículo convencional. Más al fin del mundo. A eso me refería con otros fines del mundo menos conocidos. Para ir a esos lugares basta seguir la ribera norte del Canal de Beagle hacia el este.


Saliendo de Ushuaia en pocos minutos está la Playa Larga, desde donde podés ver a Ushuaia ya con sus propias montañas argentinas de fondo.


Hicimos muy buenas fotos de las gaviotas, que en la playa se te acercan mucho.


Siguiendo llegás a la Baliza Escarpados, donde ya Ushuaia se mira medio hacia el norte. Ahí podes dejar el auto y seguir caminando hasta la Estancia Túnel o el Río Encajonado.


En el camino, en el que no avanzamos mucho, hay miradores muy lindos como el mirador de la palestra y muchos “árboles bandera”.


Pero para seguir más lejos hay que ir hacia atrás. Remontar los Andes otra vez y por ahí por la mitad, seguir la ruta complementaria J, que va hacia el este y se vuelve a juntar con el Canal. Allí está el simpático Puerto Almanza. Después más allá la Estancia Harberton. Y aún más la ruta te lleva hasta lo que son los restos de la Estancia Moat. No hemos ido tan lejos, lamentablemente.

Ya sin acceso con auto, el mapa indica no mucho más allá el punto más austral de la Argentina en Cabo San Pío. Discutible noción que de por sí exige omitir las “islas del atlántico sur” o más concienzudamente el islote blanco que el cabo tiene casi enfrente. Pero de por sí esta zona de la ribera del Beagle es más austral que la Isla de los Estados.


Por aguas fuimos también, mientras la señal de los celulares nos las disputaban ya empresas chilenas. Allí estaban un faro muy pintoresco “Les Éclaireurs” y los pingüinos de la Isla Martillo.


Ver distintas especies de pingüinos era unos de los “motivos” de este viaje y en la Isla Martillo pudimos ver una nueva, el pingüino papúa o de vincha. (El otro es el Magallanes, que ya conocíamos porque es mucho más fácil de encontrar “varias latitudes arriba”).

viernes, 16 de febrero de 2024

There and back again (III)

Su clasificación es “bosque andino patagónico”, como en el suroeste continental, pero los bosques fueguinos se me presentaron originales. Los ríos esos planos como fajas (Olivia, Pipo) con sus meandros como cintas plegadas y el césped todo alrededor como fresco, como recién brotado. Un verde claro y de un aspecto ideal, hasta fantástico, que como tal parece frágil (a diferencia de un oscuro y vigoroso césped como el que conocemos en Buenos Aires). Se me ocurrió pensar que quizás eso se deba a que durante el invierno todo está bajo nieve. Aunque no estoy seguro de que eso suceda ni de que sea la explicación.


El "llao llao" o "pan de indio" (Cyttaria harioti) es de película de Ghibli. Parece del bosque de Nausicäa.


En la zona de Lago Escondido encontramos un sendero sin señalizar que nace en el camino de la reserva forestal. Segunda entrada de auto a la izquierda; el camino muere en seguida y hay que seguir a pie. Mayor sensación Ghibli aún (Chihiro metiéndose en el túnel).


El bosque siempre es misterioso. Este sendero cambia de entorno algunas veces y llega finalmente a una playita en el extremo norte del lago. Cabaña-salón aparentemente en uso pero cerrada. Botes invertidos en la orilla. Árboles caídos (como en toda la zona, es cierto). Restos de pie al viento con sus barbas verdes…


Más “cosas Ghibli” en el Parque Nacional Tierra del Fuego…


Allí en el Parque Nacional es obligado ir hasta el final de la ruta 3 en la Bahía Lapataia. El marketing del “fin del mundo” te señala además otros lugares dentro del parque como la estación postal más austral (en la Ensenada Zaratiegui) o las caminatas al límite con la reserva natural estricta, o al límite con Chile (Hito XXIV) bordeando el Lago Acigami.


Cuando el tiempo está nublado los verdes adquieren unos tonos misteriosos…


Hay quienes han podido escuchar a Hilary Hahn en Nueva York o en Europa, pero nosotros la escuchamos en un bosque en los últimos kilómetros de la ruta 3. Como de a ratos llovía, de a ratos salía el sol, el piso estaba mojado y reflejaba la luz. Avanzábamos despacio. Luces y sombras. Hilary tocaba “The lark ascending” con la London Symphony Orchestra conducida por Sir Colin Davis.


Cauquenes a montones. Pero el único blanco, el símbolo del Parque (que no es el de la foto), lo vimos fuera del mismo, en el medio del Canal de Beagle...

domingo, 11 de febrero de 2024

There and back again (II)


Estar allí te hace pensar quién es la gente que vive allí. Imaginé gente que se fue a cambiar de mundo, de vida. Hay que tener una buena razón para irse tan lejos (pero como siempre se dice: ¿quién está lejos de quién?) Me aferraba a las pequeñas cosas que podrían darme un indicio. El empleado de la empresa turística, trabajadores de una obra en construcción, empleado y clientes de la vecina oficina de Senasa, una marcha de reclamo frente a la Municipalidad, el empleado de las tarjetas de estacionamiento, etc. Pero nunca hablé con ninguno de ellos.


Estar en un mundo nuevo me da menos tiempo para meterme en un mundo de fantasía. El descubrimiento del lugar, la investigación de las cosas que allí suceden… siempre me hacen estar menos dispuesto a la lectura. El que se ve ahí es el “Grandes esperanzas” de Dickens, que yo compré pero ella leyó.

La casa tenía una decoración muy sencilla pero de un interés fabuloso para nosotros. Había un plano de la isla con dibujos de flora, fauna, eventos históricos, etc.


La autora fue doña Rae Natalie Prosser de Goodall. Si quería conocer razones para irse a vivir lejos qué mejor que este breve resumen de vida de la autora en Wikipedia: “nació en una granja cerca de Lexington, en el estado de Ohio. En su juventud ganó una beca de estudios en la Universidad Estatal de Kent, donde obtuvo, entre otros títulos, una maestría en biología. Atraída por la isla Grande de Tierra del Fuego, viajó al extremo sur de la Argentina, inspirada por la famosa obra “El último confín de la Tierra”, de Esteban Lucas Bridges. Así conoció al bisnieto del pionero Thomas Bridges, el copropietario y administrador de la estancia Harberton, Thomas D. Goodall, con quien contrajo matrimonio en 1963. Falleció en la estancia el 25 de mayo de 2015”.


Decoraba también las paredes de la casa una especie de plano catastral con todos los barrios de la ciudad y los números de manzana. Allí leemos que la ciudad más austral pareciera competir con la Reina del Plata, porque declara acercarse a los míticos cien barrios. Pero en las primeras vistas vemos que los llamados barrios a veces solo abarcan diez manzanas (¡trampa!)


A pesar de lo dicho sobre los mundos de fantasía y los libros en las vacaciones, hay veces en que un libro se hace el protagonista de las vacaciones. Pero también hay veces que es otro el objeto protagonista, un objeto que nos atrapa. Un sillón, una vista desde una ventana, una pava de la nueva cocina… En este verano en Ushuaia estuve orgulloso de mis zapatos-zapatillas azules. Hicieron los viajes y las caminatas sin mosquearse. Son el objeto-orgullo de este verano.

martes, 6 de febrero de 2024

There and back again (I)



Reza un dicho doméstico que “las vacaciones empiezan en el viaje”. Por eso la cámara empezó a sacar fotos como la que precede, desde el hall de las instalaciones sanitarias de una estación de servicio. Una linda vista de los campos deroenses (¡a ver cuánto saben de gentilicios bonaerenses!)


Si bien no vimos más que una pequeña parte de la “comarca”, lo que vimos alcanza para creer a la guía Turistel cuando dice que “junto con Mendoza, Salta, San Carlos de Bariloche y Córdoba -exceptuando la Capital Federal-, Viedma-Patagones es una de las ciudades más hermosas de Argentina”.


En Comodoro Rivadavia, del otro lado del Chenque hacia el norte está el barrio Mosconi (el barrio de YPF) y hay un hotelito de playa muy simpático para empezar los encuentros con el mar patagónico.


El mar inmenso entre Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia (pleno Golfo de San Jorge) y la pintoresca llegada por la ruta a Comandante Piedrabuena, con los techos verdes de la guarnición y el turquesa del Río Santa Cruz, no tienen un buen registro fotográfico. Acá en cambio la ría en Río Gallegos, antes de saltar el charco.


Para ir a la Isla hay que pasar por Chile. Esto suena extraño cuando uno lo sabe por primera vez. Y si se hiere cierto orgullo (que podría ser tildado de infantil) se puede estudiar la geografía del mundo para ver que no es un caso nada raro. Desde Alaska o Kaliningrado hasta exclaves pequeños y desconocidos que muchos países alrededor del mundo tienen. Aún más, estudiando el propio mapa del país vecino nos damos cuenta de que son muchos kilómetros más los argentinos que ellos deben cruzar si quieren ir por tierra a su “Región de Magallanes y de la Antártica” que nosotros chilenos para llegar a nuestra Tierra del Fuego. Aunque siempre me queda el intríngulis. Porque ellos allí son todo islas y montañas. Es obvio que no pueden llegar. En cambio nosotros tenemos que pasar por Chile porque ellos se agarraron las dos márgenes del Estrecho de Magallanes...


Llegamos.